TRES PERSONAS PARA AMAR.
El Misterio de la Santísima Trinidad es el misterio de una eterna e inefable mirada de amor divino y la creación es su reflejo por la perticipacion de la Vida Divina en el hombre.
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El Misterio de la Santísima Trinidad es el misterio de una eterna e inefable mirada de amor divino y la creación es su reflejo por la perticipacion de la Vida Divina en el hombre.
La sed DE DAR del Padre, el ansia DE GLORIFICAR del Hijo y el empeño DE UNIFICAR EN CRISTO del Espíritu Santo son la explicación de La Creación y de esa perticipacion de la Vida Divina en el hombre.
Si pudiéramos comprender cuanto nos ha amado El Padre, cuanto nos a amado Jesús, cuanto ha hecho por nosotros, hasta darnos su propio Espíritu.
Dios nos a amado nos sigue amando hasta el extremo. EL HIJO DE DIOS, se hace hombre para poder sufrir CON NOSOTROS. No solo en su cuerpo, en su dolorosa pasión y en la Cruz en medio de los dos ladrones, también en su alma con cada esclavo, con cada azotado, con cada oprimido.
EL HIJO DE DIOS, se hace hombre para poder sufrir POR NOSOTROS. Ese fue su regalo al Padre. Ese fue el precio de nuestra salivación.
EL HIJO DE DIOS, se hace hombre para poder SUFRIR EN NOSOTROS.
EL HIJO DE DIOS, se hace hombre Porque quería glorificar a Dios en nosotros, amar, socorrer y salvar a las almas en nosotros. Hasta allá llega su amor, hasta eso nos ha dado. EL HIJO DE DIOS, se hace hombre para poder SUFRIR EN NOSOTROS.
Por eso ‘todos los días’ le pedimos al Señor que creamos, que amemos y que obedezcamos. Porque El es compasivo y clemente y paciente, misericordioso y fiel.
Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo TENGA a Dios y se salve por El. Estén alegres, trabajen por su perfección, anímense mutuamente y vivan en paz y armonía y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes.
Para glorificar al Padre, El Verbo no necesitaba hacerse hombre, porque ya lo glorificaba infinitamente en el Seno de Dios desde la eternidad sin principio, pero quiso glorificarlo como hombre
Y que también nosotros pudiéramos glorificarlo con El en el nombre de toda la creación.
El libro de los Proverbios personifica a la ‘Sabiduría’ que antes de que la tierra y los campos y el primer polvo del universo fueran creadas estaba ya junto a El como arquitecto de sus obras. Se recreaba en su presencia jugando con el orbe de la tierra y su delicia era estar con los hijos de los hombres.
Por medio de Ella hemos obtenido con la Fe la entrada en el mundo de la Gracia porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que El mismo nos ha dado.
‘El Señor me poseía desde el principio, antes que sus obras mas antiguas. Quede establecida desde la eternidad, desde el principio, antes de que la tierra existiera’.
JESÚS GLORIA DEL PADRE
Jesús es el supremo glorificador del Padre, o más bien, ´Jesús
es la gloria del Padre`.
Si pudiera definirse lo inefable, si pudiera condensarse en una
expresión humana lo que es Jesús.
Sin duda que Jesús es nuestro Redentor, más como las operaciones
divinas no pueden tener como último fin a la criatura, quiso Dios UNIR la
felicidad de la criatura con la Glorificación de su Creador, de tal manera que
no puede alcanzarse la una sin la otra.
El hombre no puede ser feliz sino glorificando a Dios eternamente
y Dios no ha querido encontrar su gloria sino en la felicidad
eterna del hombre.
Ya en el seno de Dios, el Verbo Divino es la alabanza
perfecta, infinita, sustancial, eterna y consumada del Padre.
Pero por una condescendencia incomprensible, esa alabanza que
llena la inmensidad y la eternidad de Dios, quiso resonar en el tiempo,
pronunciarse con labios humanos, revestirse con una forma al parecer
incompatible con el GOZO de Dios, el sacrificio.
Y el verbo se hizo carne, y la Alabanza Divina se hizo humana y
Jesús pudo tomar en sus manos el cáliz de su sangre y (salmo 45,17), el
sacrificio de Cristo y ofrecerlo a su Padre como Hostia de Alabanza.
Después de haber glorificado a su Padre como lo declaró
solemnemente en la oración del Cenáculo, Yo te glorifique en
la tierra y lleve a cabo la obra que me confiaste (Juan 17,4), perpetuo esa
Alabanza perfecta por medio de la Liturgia Cristiana. Desde entonces, del fondo
de la tierra, lugar de miseria y de pecado, se eleva constantemente hasta el
Seno de Dios la más cumplida alabanza, la más perfecta glorificación que se
eleva en todos nuestros altares, que se encierra en todos nuestros sagrarios,
que llena todos los tiempos y se sacrifica en todos los lugares.
Después Jesús subió al cielo, no sólo para recibir la gloria
merecida por su humanidad sacratísima, sino sobre todo para Inaugurar
en el Cielo la liturgia perfecta y consumada, la Liturgia, de la Iglesia
triunfante de cristo sigue siendo el Sacerdote Eterno y LA HOSTIA PERFECTA DE
ALABANZA, centro, alma, fuente de la Liturgia del cielo.
Cuando los tiempos se hayan consumado, Jesús ejerciendo su
Sacerdocio eterno en la asamblea de los elegidos, en el centro de la creación
redimida, en medio del Trono mismo donde reina el Creador, Jesús de pie como
santificador esta inmolado como Víctima universal y perpetua y en su unión la
creación entera entona la alabanza que no cesa ni de día ni de noche.
Por otra parte, el Sacrificio Eucarístico no se termina tampoco en
el Altar, puesto que le Comunión es parte integrante de el. La Hostia santa
viene a entonar la última nota de su alabanza en el corazón de quien comulga.
La Hostia Santa viene a sacrificarse, por la Comunión, en ese templo, a
inmolarse en ese altar, asimilándose nuestras alabanzas y haciendo suyos los
sacrificios de alabanza que desde el fondo de su corazón cada cristiano eleva
hasta el Seno de Dios para glorificarlo.
Pero nos solo en los momentos de la Comunión se realiza esta obra
de alabanza. El alma cristiana dice Orígenes, es un altar fijo donde el
sacrificio se perpetúa de día y de noche.
Así pues la liturgia íntima del alma, la Liturgia oficial de la
Iglesia Militante y la Liturgia de la Iglesia Triunfante SON UNA MISMA, puesto
que El Sacrificio que se realiza en nuestro corazón y que se ofrece en nuestros
altares son uno mismo, Uno Mismo el Sacerdote que lo ofrece, una
misma la Hostia Inmolada, Jesucristo.
!Oh nuestro Verbo Amado! Tu eres un cántico
que Dios se canta interiormente a Sí mismo. Mas también Tu, oh mi Jesús, eres
el cántico que toda la creación entona a su creador, el acorde viviente y
eterno de Dios y de su criaturas, tan diversas, tan libres y todas tan
increíblemente amadas.
Tu eres al cántico que Dios canta al mundo y que en retorno el
mundo puede cantar en adelante a Dios.
!Oh Dios mio, que yo te cante, y conmigo todos mis hermanos, ese
dulce y tan amado cántico que es Cristo Jesús, Tu Hijo y nuestro Salvador. Que
Jesús Te cante a Ti, en mi y por mi... que El sea el cántico de mi acción de
gracias, de mi amor y de mi sacrificio.
https://docs.google.com/document/d/1S2T0vkkNQxSlUuG9fUNuxfEwH2_DsOzSkOB3x75U4Vo/edit?usp=sharing
LA MIRADA DE JESÚS.
El Misterio de la Santísima Trinidad es el misterio de una eterna e inefable mirada de amor
El Padre engendra a su Hijo con una mirada única, infinita y eterna, y el Verbo es el reflejo viviente de la eterna mirada del Padre.
Y en el seno de Dios el Padre y el Hijo se miran y brota de ellos el Espíritu Santo como infinito incendio de amor.
El Verbo no mira sino al Padre, ni debe ser mirado sino por El.
Toda mirada de Jesús es la Eterna Mirada del Verbo que se esconde y se revela al mismo tiempo en la luz sensible de sus ojos.
Toda mirada de amor al Padre es del Verbo que lo ama. Toda mirada de amor al Verbo es del Padre que lo ama en el Espíritu Santo.
Y del mismo modo, toda mirada que toca al Verbo - mirada de fe, mirada de amor, mirada de contemplación - es en el fondo la mirada del Padre
que se esconde y se revela en las miradas de las almas.
Maravilloso trasunto del eterno misterio de la vida de Dios es la mirada de Jesús al fundirse con la mirada de María en la santa unidad Del Amor.
A través de los ojos de Jesús se asoma lo divino que esconde Jesús, la eterna e invisible mirada de Dios que se transparenta en la visible humanidad de Cristo.
El Padre engendra a su Hijo con una mirada única, infinita y eterna, y el Verbo es el reflejo viviente de la eterna mirada del Padre.
Y en el seno de Dios el Padre y el Hijo se miran y brota de ellos el Espíritu Santo como infinito incendio de amor.
El Verbo no mira sino al Padre, ni debe ser mirado sino por El.
Toda mirada de Jesús es la Eterna Mirada del Verbo que se esconde y se revela al mismo tiempo en la luz sensible de sus ojos.
Toda mirada de amor al Padre es del Verbo que lo ama. Toda mirada de amor al Verbo es del Padre que lo ama en el Espíritu Santo.
Y del mismo modo, toda mirada que toca al Verbo - mirada de fe, mirada de amor, mirada de contemplación - es en el fondo la mirada del Padre
que se esconde y se revela en las miradas de las almas.
Maravilloso trasunto del eterno misterio de la vida de Dios es la mirada de Jesús al fundirse con la mirada de María en la santa unidad Del Amor.
A través de los ojos de Jesús se asoma lo divino que esconde Jesús, la eterna e invisible mirada de Dios que se transparenta en la visible humanidad de Cristo.
A través de los ojos puros, tiernos y dulcísimos de la Virgen María, se revela con gran perfección la mirada del Padre.
Después de la mirada del Padre, ¿Cual hay mas digna de fundirse con la de Jesús que la de María ?.
En ninguna se revela con tan gran perfección la mirada del Padre como en la de María.
Cuando Jesús abrió sus ojos divinos se encontró con los de María, se lleno de complacencia porque descubrió al Padre que lo miraba a través de María su santísima madre.
El misterio de aquellas dos miradas, único por su perfección, se sigue reproduciendo en los siglos en diferentes grados. Jesús quiere mirar a las almas como miro a María y quiere ser mirado por ellas como lo miró María, la llena de gracia, la esposa inseparable del Espíritu Santo.
Y aquella mirada divina del Verbo se asoma a los ojos de Jesús, ya envuelta en la luz inmaterial de su alma, ya en el esplendor visible de sus ojos dulcísimos, para que mirándonos El y mirándole nosotros, nuestros corazones fueran arrebatados al seno de la Trinidad y participáramos del misterio de la eterna mirada del Amor.
Con razón San Pablo afirmaba con absoluta seguridad, 'vivo yo', ya no yo, 'es Cristo el que vive en mi'. Vivo en la fe de aquel que me amo y se entrego por mi. Mi vida tiene su centro en El, El es mi tesoro. En El pienso,a El amo, a El sirvo.
Cristo esta en mi, actúa junto conmigo, me posee, puede disponer de mi, soy suyo y El también es mio, porque que es el amor sino la mutua donación, la mutua posecion, el ser dos en uno. Eso es Dios en su Vida Intima y eso es el Cristiano con respecto a Cristo. Por eso dice San Pablo a los Corintios. Os he desposado como una virgen pura con Cristo, queriendo significar con esto la totalidad de la mutua entrega.
Después de la mirada del Padre, ¿Cual hay mas digna de fundirse con la de Jesús que la de María ?.
En ninguna se revela con tan gran perfección la mirada del Padre como en la de María.
Cuando Jesús abrió sus ojos divinos se encontró con los de María, se lleno de complacencia porque descubrió al Padre que lo miraba a través de María su santísima madre.
El misterio de aquellas dos miradas, único por su perfección, se sigue reproduciendo en los siglos en diferentes grados. Jesús quiere mirar a las almas como miro a María y quiere ser mirado por ellas como lo miró María, la llena de gracia, la esposa inseparable del Espíritu Santo.
Y aquella mirada divina del Verbo se asoma a los ojos de Jesús, ya envuelta en la luz inmaterial de su alma, ya en el esplendor visible de sus ojos dulcísimos, para que mirándonos El y mirándole nosotros, nuestros corazones fueran arrebatados al seno de la Trinidad y participáramos del misterio de la eterna mirada del Amor.
Cristo esta en mi, actúa junto conmigo, me posee, puede disponer de mi, soy suyo y El también es mio, porque que es el amor sino la mutua donación, la mutua posecion, el ser dos en uno. Eso es Dios en su Vida Intima y eso es el Cristiano con respecto a Cristo. Por eso dice San Pablo a los Corintios. Os he desposado como una virgen pura con Cristo, queriendo significar con esto la totalidad de la mutua entrega.
Dios mio creo en Ti. La fe es creer en este amor de Dios que no decae frente a la maldad del hombre, frente al mal y la muerte, sino que es capaz de transformar toda forma de esclavitud, donando la posibilidad de la salvación.
Jesús en Ti confió. A quien iremos si solo Tu tienes palabras de vida eterna.
Espíritu Santo, te amo con el mismo amor que Tu pones en mi alma.
Espíritu Santo, te amo con el mismo amor que Tu pones en mi alma.
El recién terminado Año de la fe. ¿Qué es la fe?
Queridos hermanos y hermanas:
El miércoles pasado, con el inicio del Año de la fe, empecé una nueva serie de catequesis sobre la fe. Y hoy desearía reflexionar con vosotros sobre una cuestión fundamental: ¿qué es la fe? ¿Tiene aún sentido la fe en un mundo donde ciencia y técnica han abierto horizontes hasta hace poco impensables? ¿Qué significa creer hoy? De hecho en nuestro tiempo es necesaria una renovada educación en la fe, que comprenda ciertamente un conocimiento de sus verdades y de los acontecimientos de la salvación, pero que sobre todo nazca de un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo, de amarle, de confiar en Él, de forma que toda la vida esté involucrada en ello.
¿Qué significa creer hoy? De hecho en nuestro tiempo es necesaria una renovada educación en la fe, que comprenda ciertamente un conocimiento de sus verdades y de los acontecimientos de la salvación, pero que sobre todo nazca de un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo, de amarle, de confiar en Él, de forma que toda la vida esté involucrada en ello.
La fe es creer en este amor de Dios que no decae frente a la maldad del hombre, frente al mal y la muerte, sino que es capaz de transformar toda forma de esclavitud, donando la posibilidad de la salvación.
En este contexto vuelven a emerger algunas preguntas fundamentales, que son mucho más concretas de lo que parecen a primera vista: ¿qué sentido tiene vivir? ¿Hay un futuro para el hombre, para nosotros y para las nuevas generaciones? ¿Qué nos espera tras el umbral de la muerte? ¿En qué dirección orientar las elecciones de nuestra libertad para un resultado bueno y feliz de la vida?
Tener fe, entonces, es encontrar a este «Tú», Dios, que me sostiene y me concede la promesa de un amor indestructible que no sólo aspira a la eternidad, sino que la dona; es confiarme a Dios con la actitud del niño, quien sabe bien que todas sus dificultades, todos sus problemas están asegurados en el «tú» de la madre.
Así pues la fe es ante todo un don sobrenatural, un don de Dios. El concilio Vaticano II afirma: «Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede “a todos gusto en aceptar y creer la verdad”»
La fe es don de Dios, pero es también acto profundamente libre y humano. Creer es fiarse con toda libertad y con alegría del proyecto providencial de Dios sobre la historia, como hizo el patriarca Abrahán, como hizo María de Nazaret. Así pues la fe es un asentimiento con el que nuestra mente y nuestro corazón dicen su «sí» a Dios, confesando que Jesús es el Señor. Y este «sí» transforma la vida, le abre el camino hacia una plenitud de significado, la hace nueva, rica de alegría y de esperanza fiable.
Queridos amigos: nuestro tiempo requiere cristianos que hayan sido aferrados por Cristo, que crezcan en la fe gracias a la familiaridad con la Sagrada Escritura y los sacramentos. Personas que sean casi un libro abierto que narra la experiencia de la vida nueva en el Espíritu, la presencia de ese Dios que nos sostiene en el camino y nos abre hacia la vida que jamás tendrá fin. Gracias.
Dios mío creo en Ti.
En tu Sabiduría, en tu Veracidad, en tu poder, en tu bondad, en tu fidelidad, en tu generosidad, en tu Amor, en tu paciencia, en tu misericordia, en una palabra, CREO EN TI, por eso confío y me entrego a Ti. Tu eres el autor del mundo y de mi vida y de todo y nada ni nadie puede mas que Tu. Y Tú nunca dejas de tu mano a quienes has hecho arraigar en tu amistad.
Tu eres infinito, personal, trascendente, distinto del mundo. En ti mismo eres increado, inmutable, eterno, inmortal. Para nosotros, Principio y Fin, creador, Padre providente, Redentor, dueño y Señor.
Padre mío Creo en Ti, todo mi ser tiene sed de Ti. Jesús en Ti confío, Espíritu de Amor te amo con el mismo amor que Tu infundes en mi.
La Santísima Trinidad es Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y si crees en Dios Padre entonces ‘amas’ porque El así vive amándonos.
Si crees en Dios Hijo vive en la fraternidad porque El se hizo nuestro hermano para redimirnos, y constituido Sumo y Eterno Sacerdote se sacrifico por mi y se convirtió en Victima, cargo sobre Si todas nuestras culpas, intercedió por los pecadores y fue causa de salvación para todo el mundo.
Y si crees en Dios Espíritu Santo, obedece porque los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios esos son hijos de Dios.
Finalmente, cumple sus leyes y mandamientos para que seas feliz tu y tu descendencia. Aprende a darle Gloria a Dios con tu palabra y con tu vida. Y sean mis Apóstoles 'vayan' y lleven la Buena Nueva a todas las naciones, Bautizándolos en le nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enséñenles a cumplir todo cuanto Yo les he mandado y no tengan miedo pues Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo.
AMAR CON EL ESPÍRITU SANTO
Yo, como te dije, (dice Jesús a Conchita Armida) como Verbo glorificaba a mi Padre agradecido porque me dio el ser de Hijo, pero al mirar al Amor con sed de dar amor,
de derramar su plenitud de amor, pedí a mi Padre bajar a la tierra para
unificar el amor de las criaturas con el suyo, no ciertamente para que
creciera el amor suyo con el amor del mundo, pues que en El nada puede crecer
ni disminuirse, sino para que tuviera un recipiente inmenso en la Iglesia,
y que de ahí bebieran las almas.
Quería Yo, allá en el solio divino de la Trinidad, el dar a conocer al mundo a la Divinidad
y hacer, por mi Divinidad, meritorio el sufrimiento. Y vine a la tierra a
recoger el amor y el dolor de la criatura para divinizarlo, y así
puro, ofrecerlo a mi Padre.
Y el Verbo se hizo carne, por obra del Espíritu Santo,
pero con la fecundación del Padre. Y mi gratitud hacia El, y mis ansias de pagarle su amor con dolor se hizo
intensa, y escogí la Cruz, inspirado por el Espíritu Santo, y
santificando el dolor, morí en ella para abrir el cielo.
Funde mi Iglesia para gloria de la Trinidad y el plan
divino y mi sed de darle a mi Padre doble
amor por mis dos vidas como Verbo y como hombre, se realizo.
Cierto que Yo vine al mundo, a expiar en mi cuerpo y en mi
alma los pecados del hombre, a enseñarle el camino para la felicidad
eterna, darle ejemplo vivo y palpitante con una vida de inmolación y ocultos
martirios (que escondía en su favor) pero también y muy especialmente, vine
a la tierra ávido de darle a mi Padre como Dios hombre, doble gloria, la gloria infinita como Dios, y la gloria finita de
todas las almas que fundidas en Mi le
glorificarían eternamente.
Vine a unir todos los latidos de amor de los corazones con
el amor mío, vine a mendigar ese amor para la gloria de mi Padre, y todos los anonadamientos en mi vida mortal
y en la Eucaristía han llevado siempre
ese fin el de acrecentar la gloria accidental de mi Padre por el
hombre y en fundir todos los amores en un solo amor, todos los sacrificios en un solo sacrificio,
el Mío, fusionándolos en mi
unidad.
Mi Padre, como te he dicho, ve a todas las cosas en su
Verbo, y esta es la gran riqueza de las almas, que tomando de Mí mis méritos infinitos, mi fisonomía y parecido, y
hasta su transformación en Mi, tengan derecho a que mi Padre, por esa
incorporación en Mi, los mire con ternura y los ame con el mismo
infinito amor con que a Mi me ama, con el único amor con que El puede
amar, es decir, con el Espíritu Santo
mismo. Y otro de los fines que Yo tengo en las almas al amarlas así, es
que ellas también me amen con el mismo amor con que Yo amo a mi Padre
y con el que el Padre me mama a Mi, es decir, con el mismo
Espíritu Santo, en esa fusión de amor de unidad, santo y divino.
Como lo he dicho
ya, mi Padre solo se complace en su Verbo, y queriendo Yo aumentar en Mi la
gloria para mi Padre, por eso mi anhelo y mi pasión por las almas el querer abarcarlas todas
en Mi para que viéndolas mi Padre en Mi fundidas por el amor y por el
dolor, mas lo glorifiquen en Mi y por MI.
¡Si los hombres son una parte mía, de mi misma naturaleza
humana, de mi carne y de mi sangre, hija mía!. Uno de los fines, el
principal, fue hacer a las almas todas mías, enamorándolas de mi Padre y
fusionadolas en Mi, entregarlas a
ese Padre amado salvadas, para su eterna adoración!.
Y este papel Mío tiene que ser el papel del sacerdote que
es mi representante y aun Yo mismo en la tierra. El enteramente
ofrendado al Padre en absoluta donación, debe darle almas que unificadas en
Mi, le den gloria en la tierra y eternamente.
El principal fin del sacerdote es amar al Padre como
Yo lo ame, vivir para El, transformado en Mi, y darle almas, almas
que salieron del soplo divino de su divina fecundación y que no deben perderse.
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