viernes, 6 de septiembre de 2013

BENEDICTO XVI ULTIMAS CATEQUESIS

Benedict XVI: ‘I Was Too Tired, For Me the Resignation Was a Duty’

Benedict XVI is very peaceful when he speaks about his historic renunciation to the pontificate, as he was so calm when he communicated the epochal news to the College of Cardinals and to the world.
To questions on his renunciation. In this regard, Ratzinger explains: “I had at heart to bring the Year of Faith to fulfilment and to write the Encyclical on Faith that should conclude the course begun with Deus Caritas Est,” but “in 2013 there were numerous commitments that I felt I could no longer carry out.”


“After the experience of the trip to Mexico and Cuba (the last of his pontificate ndr) I felt unable to undertake such a demanding trip,” Benedict confides. 
This also was a circumstance for which the renunciation was a duty for me.
 I was a simple and humble labourer in the Lord’s vineyard
“I experienced forcefully the limits of my physical endurance.”
 “the Year of Faith would in any case come to a good end.
Faith, in fact, is a grace, God’s generous gift to believers. 
I had the firm conviction that my Successor, exactly as then happened, would also bring to a good end the initiative willed by the Lord and launched by me.”
Once the decision was made, however, thought had to be given to practical things. For instance, where to live after the renunciation? Benedict XVI was illumined when remembering that John Paul II had decided that the Mater Ecclesiae convent, which in the past had been the dwelling of the Director of Vatican Radio, should become “a place of contemplative prayer, a source of living water in the Vatican.”
“Having learned that the three-year period of the Visitation Sisters was expiring that spring, revealed to me almost naturally was the awareness that this would be the place where I could retire to continue in my way the service of prayer for which John Paul II had allocated this house,” recalls the Pope.


The rest is history.

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El Año de la fe. ¿Qué es la fe?
Queridos hermanos y hermanas:
El miércoles pasado, con el inicio del Año de la fe, empecé una nueva serie de catequesis sobre la fe. Y hoy desearía reflexionar con vosotros sobre una cuestión fundamental: ¿qué es la fe? ¿Tiene aún sentido la fe en un mundo donde ciencia y técnica han abierto horizontes hasta hace poco impensables? ¿Qué significa creer hoy? De hecho en nuestro tiempo es necesaria una renovada educación en la fe, que comprenda ciertamente un conocimiento de sus verdades y de los acontecimientos de la salvación, pero que sobre todo nazca de un verdadero encuentro con Dios en Jesucristode amarle, de confiar en Él, de forma que toda la vida esté involucrada en ello.
Hoy, junto a tantos signos de bien, crece a nuestro alrededor también cierto desierto espiritual. A veces se tiene la sensación, por determinados sucesos de los que tenemos noticia todos los días, de que el mundo no se encamina hacia la construcción de una comunidad más fraterna y más pacífica; las ideas mismas de progreso y bienestar muestran igualmente sus sombras. A pesar de la grandeza de los descubrimientos de la ciencia y de los éxitos de la técnica, hoy el hombre no parece que sea verdaderamente más libre, más humano; persisten muchas formas de explotación, manipulación, violencia, vejación, injusticia... Cierto tipo de cultura, además, ha educado a moverse sólo en el horizonte de las cosas, de lo factible; a creer sólo en lo que se ve y se toca con las propias manos. Por otro lado crece también el número de cuantos se sienten desorientados y, buscando ir más allá de una visión sólo horizontal de la realidad, están disponibles para creer en cualquier cosa. En este contexto vuelven a emerger algunas preguntas fundamentales, que son mucho más concretas de lo que parecen a primera vista: ¿qué sentido tiene vivir? ¿Hay un futuro para el hombre, para nosotros y para las nuevas generaciones? ¿Qué nos espera tras el umbral de la muerte? ¿En qué dirección orientar las elecciones de nuestra libertad para un resultado bueno y feliz de la vida?
De estas preguntas insuprimibles surge como el mundo de la planificación, del cálculo exacto y de la experimentación; en una palabra, el saber de la ciencia, por importante que sea para la vida del hombre, por sí sólo no basta. El pan material no es lo único que necesitamos; tenemos necesidad de amor, de significado y de esperanzade un fundamento seguro, de un terreno sólido que nos ayude a vivir con un sentido auténtico también en la crisis, las oscuridades, las dificultades y los problemas cotidianos. La fe nos dona precisamente esto: es un confiado entregarse a un «Tú» que es Dios, quien me da una certeza distinta, pero no menos sólida que la que me llega del cálculo exacto o de la ciencia. La fe no es un simple asentimiento intelectual del hombre a las verdades particulares sobre Dios; es un acto con el que me confío libremente a un Dios que es Padre y me ama; es adhesión a un «Tú» que me dona esperanza y confianza. Cierto, esta adhesión a Dios no carece de contenidos: con ella somos conscientes de que Dios mismo se ha mostrado a nosotros en Cristo; ha dado a ver su rostro y se ha hecho realmente cercano a cada uno de nosotros.
Es más, Dios ha revelado que su amor hacia el hombre, hacia cada uno de nosotros, es sin medida: en la Cruz, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre, nos muestra en el modo más luminoso hasta qué punto llega este amor, hasta el don de sí mismo, hasta el sacrificio totalCon el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, Dios desciende hasta el fondo de nuestra humanidad para volver a llevarla a Él, para elevarla a su altezaLa fe es creer en este amor de Dios que no decae frente a la maldad del hombre, frente al mal y la muerte, sino que es capaz de transformar toda forma de esclavitud, donando la posibilidad de la salvación.
Tener fe, entonces, es encontrar a este «Tú», Dios, que me sostiene y me concede la promesa de un amor indestructible que no sólo aspira a la eternidad, sino que la donaes confiarme a Dios con la actitud del niño, quien sabe bien que todas sus dificultades, todos sus problemas están asegurados en el «tú» de la madre.
Y esta posibilidad de salvación a través de la fe es un don que Dios ofrece a todos los hombres. Pienso que deberíamos meditar con mayor frecuencia —en nuestra vida cotidiana, caracterizada por problemas y situaciones a veces dramáticas— en el hecho de que creer cristianamente significa este abandonarme con confianza en el sentido profundo que me sostiene a mí y al mundo, ese sentido que nosotros no tenemos capacidad de darnos, sino sólo de recibir como don, y que es el fundamento sobre el que podemos vivir sin miedo. Y esta certeza liberadora y tranquilizadora de la fe debemos ser capaces de anunciarla con la palabra y mostrarla con nuestra vida de cristianos.
Con todo, a nuestro alrededor vemos cada día que muchos permanecen indiferentes o rechazan acoger este anuncio. Al final del Evangelio de Marcos, hoy tenemos palabras duras del Resucitado, que dice: «El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado» (Mc 16, 16), se pierde él mismo. Desearía invitaros a reflexionar sobre esto. La confianza en la acción del Espíritu Santo nos debe impulsar siempre a ir y predicar el Evangelio, al valiente testimonio de la fe; pero, además de la posibilidad de una respuesta positiva al don de la fe, existe también el riesgo del rechazo del Evangelio, de la no acogida del encuentro vital con Cristo. Ya san Agustín planteaba este problema en un comentario suyo a la parábola del sembrador: «Nosotros hablamos —decía—, echamos la semilla, esparcimos la semilla. Hay quienes desprecian, quienes reprochan, quienes ridiculizanSi tememos a estos, ya no tenemos nada que sembrar y el día de la siega nos quedaremos sin cosecha. Por ello venga la semilla de la tierra buena» (Discursos sobre la disciplina cristiana, 13,14: PL 40, 677-678). El rechazo, por lo tanto, no puede desalentarnos. Como cristianos somos testigos de este terreno fértil: nuestra fe, aún con nuestras limitaciones, muestra que existe la tierra buena, donde la semilla de la Palabra de Dios produce frutos abundantes de justicia, de paz y de amor, de nueva humanidad, de salvación. Y toda la historia de la Iglesia con todos los problemas demuestra también que existe la tierra buena, existe la semilla buena, y da fruto.
Pero preguntémonos: ¿de dónde obtiene el hombre esa apertura del corazón y de la mente para creer en el Dios que se ha hecho visible en Jesucristo muerto y resucitado, para acoger su salvación, de forma que Él y su Evangelio sean la guía y la luz de la existencia? Respuesta: nosotros podemos creer en Dios porque Él se acerca a nosotros y nos toca, porque el Espíritu Santo, don del Resucitado, nos hace capaces de acoger al Dios viviente. Así pues la fe es ante todo un don sobrenatural, un don de Dios. El concilio Vaticano II afirma: «Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede “a todos gusto en aceptar y creer la verdad”» (Const. dogm. Dei Verbum, 5). En la base de nuestro camino de fe está el bautismo, el sacramento que nos dona el Espíritu Santo, convirtiéndonos en hijos de Dios en Cristo, y marca la entrada en la comunidad de fe, en la Iglesia: no se cree por uno mismo, sin el prevenir de la gracia del Espíritu; y no se cree solos, sino junto a los hermanos. Del bautismo en adelante cada creyente está llamado a revivir y hacer propia esta confesión de fe junto a los hermanos.
La fe es don de Dios, pero es también acto profundamente libre y humano. El Catecismo de la Iglesia católica lo dice con claridad: «Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre» (n. 154). Es más, las implica y exalta en una apuesta de vida que es como un éxodo, salir de uno mismo, de las propias seguridades, de los propios esquemas mentales, para confiarse a la acción de Dios que nos indica su camino para conseguir la verdadera libertad, nuestra identidad humana, la alegría verdadera del corazón, la paz con todos. Creer es fiarse con toda libertad y con alegría del proyecto providencial de Dios sobre la historia, como hizo el patriarca Abrahán, como hizo María de Nazaret. Así pues la fe es un asentimiento con el que nuestra mente y nuestro corazón dicen su «sí» a Dios, confesando que Jesús es el SeñorY este «sí» transforma la vida, le abre el camino hacia una plenitud de significado, la hace nueva, rica de alegría y de esperanza fiable.
Queridos amigos: nuestro tiempo requiere cristianos que hayan sido aferrados por Cristo, que crezcan en la fe gracias a la familiaridad con la Sagrada Escritura y los sacramentos. Personas que sean casi un libro abierto que narra la experiencia de la vida nueva en el Espíritu, la presencia de ese Dios que nos sostiene en el camino y nos abre hacia la vida que jamás tendrá fin. Gracias.




El mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma 2013 en 20 frases
Recorrer este tiempo dejándonos conquistar por el amor de Cristo y que movidos por este amor, estemos abiertos de modo concreto y profundo al amor al prójimo.


El mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma 2013 en 20 frases


Creer en la caridad suscita caridad: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16) 

1.- La celebración de la Cuaresma, en el marco del Año de la fe, nos ofrece una ocasión preciosa para meditar sobre la relación entre fe y caridad: entre creer en Dios, el Dios de Jesucristo, y el amor, que es fruto de la acción del Espíritu Santo y nos guía por un camino de entrega a Dios y a los demás.
La fe como respuesta al amor de Dios

2.- De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad».

3.- El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor -«caritas Christi urget nos» (2 Co 5,14)-, está abierto de modo profundo y concreto al amor al prójimo (cf. ib., 33).

4.-Esta actitud nace ante todo de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdonaincluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al amor de Dios.
La caridad como vida en la fe



5.- Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de DiosLa primera respuesta es precisamente la fe, acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama. Y el «sí» de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido.

6.- Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sítransformarnos de un modo tan profundo que podamos decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (cf. Ga 2,20).

7.- La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17).

8.- En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).


El lazo indisoluble entre fe y caridad

9.- A la luz de cuanto hemos dicho, resulta claro que nunca podemos separar, o incluso oponer, fe y caridad. Estas dos virtudes teologales están íntimamente unidas por lo que es equivocado ver en ellas un contraste o una «dialéctica».

10.-La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajartrayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios.

11.-En la Iglesia, contemplación y acción, simbolizadas de alguna manera por las figuras evangélicas de las hermanas Marta y María, deben coexistir e integrarse (cf. Lc 10,38-42).

12.-La prioridad corresponde siempre a la relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar arraigado en la fe (cf. Audiencia general 25 abril 2012). A veces, de hecho, se tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria. En cambio, es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra».
13.-Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana.

14.-Como escribe el siervo de Dios el Papa Pablo VI en la encíclica Populorum progressio, es el anuncio de Cristo el primer y principal factor de desarrollo (cf. n. 16). La verdad originaria del amor de Dios por nosotros, vivida y anunciada, abre nuestra existencia a aceptar este amor haciendo posible el desarrollo integral de la humanidad y de cada hombre (cf. Caritas en veritate, 8).

15.- La Cuaresma, con las tradicionales indicaciones para la vida cristiana, nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna.



Prioridad
 de la fe, primado de la caridad


16.- La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza, esperando confiadamente que la victoria del amor de Cristo alcance su plenitud.
17.- Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos hace adherir de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros la caridad, el Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rm 5,5).

18.-La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la eucaristía. El bautismo (sacramentum fidei) precede a la eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ellaque constituye la plenitud del camino cristiano.
19.-Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela genuina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co 13,13).

20.-En este tiempo de cuaresma, durante el cual nos preparamos a celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que viváis este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida. 
Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Cuaresma 2013


LAS 4 CATEQUESIS DE BENEDICTO XVI
SOBRE EL CREDO 
Miércoles 23 de enero de 2013

Es muy bello, al respecto, el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos, que acabamos de escuchar. Se habla de la fe y se ponen de relieve las grandes figuras bíblicas que la han vivido, convirtiéndose en modelo para todos los creyentes. En el primer versículo, dice el texto: «La fe es fundamento de lo que se espera y garantía de lo que no se ve» (11, 1). Los ojos de la fe son, por lo tanto, capaces de ver lo invisible y el corazón del creyente puede esperar más allá de toda esperanza, precisamente como Abrahán, de quien Pablo dice en la Carta a los Romanos que «creyó contra toda esperanza» (4, 18).



Sala Pablo VI
Miércoles 30 de enero de 2013
Para quien ha tenido la experiencia de un padre demasiado autoritario e inflexible, o indiferente y poco afectuoso, o incluso ausente, no es fácil pensar con serenidad en Dios como Padre y abandonarse a Él con confianza.
Pero la revelación bíblica ayuda a superar estas dificultades hablándonos de un Dios que nos muestra qué significa verdaderamente ser «padre»; y es sobre todo el Evangelio lo que nos revela este rostro de Dios como Padre que ama hasta el don del propio Hijo para la salvación de la humanidad.

http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2013/documents/hf_ben-xvi_aud_20130130_sp.html


Miércoles 6 de febrero de 2013
El Credo, que comienza calificando a Dios «Padre omnipotente», como meditamos la semana pasada, añade luego que Él es el «Creador del cielo y de la tierra», y retoma de este modo la afirmación con la que comienza la Biblia. En el primer versículo de la Sagrada Escritura en efecto se lee: «Al principio creó Dios el cielo y la tierra» (Gn 1, 1): es Dios el origen de todas las cosas y en la belleza de la creación se despliega su omnipotencia de Padre que ama.

http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2013/documents/hf_ben-xvi_aud_20130206_sp.html


ULTIMA AUDIENCIA GENERAL
Sala Pablo VI
Miércoles 13 de febrero de 2013
Las tentaciones de Jesús y la conversión por el Reino de los Cielos
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, miércoles de Ceniza, empezamos el tiempo litúrgico de Cuaresma, cuarenta días que nos preparan a la celebración de la Santa Pascua; es un tiempo de particular empeño en nuestro camino espiritual. El número cuarenta se repite varias veces en la Sagrada Escritura. En especial, como sabemos, recuerda los cuarenta años que el pueblo de Israel peregrinó en el desierto: un largo período de formación para convertirse en el pueblo de Dios, pero también un largo período en el que la tentación de ser infieles a la alianza con el Señor estaba siempre presente. Cuarenta fueron también los días de camino del profeta Elías para llegar al Monte de Dios, el Horeb; así como el periodo que Jesús pasó en el desierto antes de iniciar su vida pública y donde fue tentado por el diablo. En la catequesis de hoy desearía detenerme precisamente en este momento de la vida terrena del Señor, que leeremos en el Evangelio del próximo domingo.


http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2013/documents/hf_ben-

xvi_aud_20130213_sp.html


CARTA ENCÍCLICALUMEN FIDEI
DEL SUMO PONTÍFICE
FRANCISCO




Bienaventurada la que ha creído (Lc 1,45)
58. En la parábola del sembrador, san Lucas nos ha dejado estas palabras con las que Jesús explica el significado de la « tierra buena »: « Son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia » (Lc 8,15). En el contexto del Evangelio de Lucas, la mención del corazón noble y generoso, que escucha y guarda la Palabra, es un retrato implícito de la fe de la Virgen María. El mismo evangelista habla de la memoria de María, que conservaba en su corazón todo lo que escuchaba y veía, de modo que la Palabra diese fruto en su vida. La Madre del Señor es icono perfecto de la fe, como dice santa Isabel: « Bienaventurada la que ha creído » (Lc 1,45)
En María, Hija de Sión, se cumple la larga historia de fe del Antiguo Testamento, que incluye la historia de tantas mujeres fieles, comenzando por Sara, mujeres que, junto a los patriarcas, fueron testigos del cumplimiento de las promesas de Dios y del surgimiento de la vida nueva. En la plenitud de los tiempos, la Palabra de Dios fue dirigida a María, y ella la acogió con todo su ser, en su corazón, para que tomase carne en ella y naciese como luz para los hombres. San Justino mártir, en su Diálogo con Trifón, tiene una hermosa expresión, en la que dice que María, al aceptar el mensaje del Ángel, concibió « fe y alegría »[49]. En la Madre de Jesús, la fe ha dado su mejor fruto, y cuando nuestra vida espiritual da fruto, nos llenamos de alegría, que es el signo más evidente de la grandeza de la fe. En su vida, María ha realizado la peregrinación de la fe, siguiendo a su Hijo[50].50 Así, en María, el camino de fe del Antiguo Testamento es asumido en el seguimiento de Jesús y se deja transformar por él, entrando a formar parte de la mirada única del Hijo de Dios encarnado.

http://www.vatican.va/holy_father/francesco/encyclicals/documents/papa-francesco_20130629_enciclica-lumen-fidei_sp.html





AÑO DE LA FE

¿Señor a quien iremos?.
Tu expías nuestras culpas, suples nuestras deficiencias, das valor divino y sobrenatural a nuestros actos.
Solo Tu puedes sacarnos de nuestros errores.
No viniste a solucionar conflictos económicos o sociales. Viniste a resolver el problema del hombre que es el pecado y la muerte:  “Con su muerte destruyó el pecado. Con su Resurrección destruyó la muerte”.
“Yo, Jesús, vine al mundo  solo para dar gloria a mi Padre, devolviéndole puro lo manchado, lavando con mi sangre los crímenes del hombre y dejándole una doctrina salvadora que lo condujera al cielo”.
No viniste a solucionar conflictos económicos o sociales. Viniste a resolver el problema del hombre que es el pecado y la muerte:  “Con su muerte destruyó el pecado. Con su Resurrección destruyó la muerte”.
Solo Tu puedes desarmar la Justicia Divina.
“Reclamar al cielo con Tu sangre perdón y Misericordia”.
¿A quien podemos ACUDIR si Solo Tu tienes  “palabras de vida eterna” ?.
! Jesus en Ti confio !
DESARROLLO

EL AÑO DE LA FE
IDENTIDADES
QUIEN ES JESUS
1.1   El Mesías prometido.
1.2   El nuevo Moisés
1.3   El Salvador de todos los hombres
1.4   La Palabra de Dios.
1.5   El Hijo de Dios hecho hombre
1.6   La 2a Persona de la Santísima Trinidad    
1.7   El centro de la Historia
CUAL ES SU MISIÓN
2.1   La gloria del Padre
2.2   La redención de la humanidad
2.3   Acercarnos a Dios
2.4   La salvación definitiva
COMO LA REALIZA
3.1    Haciéndose hombre.
3.2    Uniéndose a la humanidad
3.3    Formado su Iglesia
3.4    Dejándonos su Doctrina
3.5    Dejándonos los sacramentos
3.6    Quedándose con nosotros
3.7    Incorporándonos a Él como cuerpo suyo 
3.8    Participandonos su pureza
3.9    Muriendo y Resucitando
3.10   Dejándonos una Madre
3.11   Transformándonos en El por el Espíritu  
3.12 Volviendo glorioso El último dia.
CUAL ES EL PAPEL DE JESÚS
4.1    El de María
4.2    El del Espíritu Santo
4.3    El de su Iglesia
4.4    El de los sacerdotes
4.5    El de los fieles.
5    IDENTIDAD SACERDOTAL 
6   EL REINADO UNIVERSAL DEL ESPÌRITU SANTO



EL AÑO DE LA FE
11 de octubre de 2012 - 24 de noviembre de 2013
El Año de la Fe, el recuerdo de la apertura del Concilio Vaticano II hace 50 años, debe ser para nosotros una ocasión para anunciar el mensaje de la fe con un nuevo celo y con una nueva alegría. Naturalmente, este mensaje lo encontramos primaria y fundamentalmente en la Sagrada Escritura, que nunca leeremos y meditaremos suficientemente.
El año de la Fe  tiene el objetivo de invitar a todos los miembros de la Iglesia a comprometerse para que sea una ocasión privilegiada para compartir lo más valioso que tiene el cristiano:  Jesucristo, Redentor del hombre, Rey del Universo, mirando al autor, Iniciador y consumador de nuestra la fe y de nuestra salvación, porque Dios , que es la fuente de todos los bienes, nos ha llamado a participar de su gloria eterna en unión con su Hijo Cristo Jesús a quien habiéndose propuesto el gozo, tomó la Cruz sin hacer caso de la ignominia y como premio, ahora esta sentado a la derecha de Dios.
El Año de la fe ofrecerá a todos los creyentes una buena oportunidad para profundizar en el conocimiento de los principales documentos del Concilio Vaticano II y el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica Y también de escuchar asiduamente al Papa Catequista. “momento propicio para volver a proponer a todos el don de la fe en Cristo resucitado, la luminosa enseñanza del Concilio Vaticano II y la valiosa síntesis doctrinal ofrecida por el Catecismo de la Iglesia Católica”.
Este año será una ocasión propicia para acoger con mayor atención las homilías, catequesis, discursos y otras intervenciones del Santo Padre. Los pastores, personas consagradas y fieles laicos serán invitados a un renovado compromiso de adhesión eficaz y cordial a la enseñanza del Sucesor de Pedro.
Esto vale particularmente para los candidatos al sacerdocio, en especial durante el año propedéutico o los primeros años de estudios teológicos, para los novicios y novicias de los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, así como para aquellos que se preparan a entrar en una Asociación o Movimiento eclesial.
Será oportuno organizar en cada diócesis una jornada sobre el Catecismo de la Iglesia Católica, invitando a tomar parte en ella sobre todo a sacerdotes, personas consagradas y catequistas.
El Año de la fe desea contribuir a una renovada conversión al Señor Jesús y al redescubrimiento de la fe, de modo que todos los miembros de la Iglesia sean para el mundo actual testigos gozosos y convincentes del Señor resucitado, capaces de señalar la “puerta de la fe” a tantos que están en búsqueda de la verdad:
Dios, que es la fuente de todos los bienes, nos ha llamado a participar de su gloria eterna en unión con Cristo, y después de estos sufrimientos tan breves, los restaurará a ustedes, los afianzará, fortalecerá y hará inconmovibles. Suyos son la gloria y el poder para siempre
Nos llama el Papa a Invocar a la Virgen María, “para que en toda la Iglesia maduren vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales para el servicio de la nueva evangelización”.
Afirmó que “hoy vivimos en una época de nueva evangelización”: “Vastos horizontes se abren al anuncio del 
Evangelio, mientras regiones de antigua tradición cristiana están llamadas a redescubrir la belleza de la fe”, constató.
Y especificó quiénes son los agentes de la nueva evangelización, destacando: “Son protagonistas de esta misión hombres y mujeres que, como san Pablo, pueden decir: “Para mí vivir es Cristo”. Personas, familias, comunidades que aceptan trabajar en la viña del Señor, según la imagen del Evangelio de este domingo”.
Según el Pontífice, las personas que deben llevar a cabo la nueva evangelización son “trabajadores humildes y generosos que no piden otra recompensa que la de participar en la misión de Jesús y de la Iglesia”.
Después subrayó que “San Pablo era un hombre que condensaba en sí mismo tres mundos: el judío, el griego y el romano”.
Y añadió: “No por casualidad Dios le confió la misión de llevar el Evangelio desde Asia Menor a Grecia y después a Roma, construyendo un puente que habría proyectado el Cristianismo hasta los extremos confines de la tierra”.
“Él nos ha dado diversos carismas, ha asignado diversas tareas y ha determinado diversos tiempos de su cumplimiento -explicó-. Sin embargo, si asumimos la obra de nuestra vida 
con plena dedicación, nos espera la misma pagala alegría de la eterna participación en la bondad del Señor”.
A 50 años del Concilio Vaticano II la humanidad sufre las consecuencias de un orden temporal que algunos han querido organizar prescindiendo de Dios. S.S. Benedicto XVI a la XIII asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos que llevará por tema: “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, y se realizará en el Vaticano del 7 al 12 de octubre de 2012.
Evangelización creativa para un cambio de época, en que los cambio de hoy son mucho más profundos. ?Con qué métodos hay que proclamar el Evangelio para que su poder sea eficaz?.
Se trata de ir a lo más sustancial de la vida cristiana. Ver como lo hacía Jesús y los primeros Cristianos. Actitudes, comportamientos, relaciones, criterios de juicio inspirados en el Evangelio.
Una oportunidad para comprender que los textos dejados por los Padre Conciliares, no pierden su valor ni su esplendor.
Una auténtica y renovada conversión al Señor.
Sentir de nuevo la necesidad de acercarse para escuchar a Jesús. El gusto por alimentarnos de la Palabra de Dios y del Pan de la Vida.
Redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe. Confesar la fe con plenitud, con confianza y esperanza, celebrarla, vivirla, orar . Que el testimonio de los creyentes sea cada vez más creíble. Reconocer el misterio insondable del entrelazarse de la santidad y el pecado. Mantener viva la memoria de Jesus. Mirar al Padre y con el fuego de su Espíritu encendernos en su amor.
Intensificar el testimonio de la Caridad. Testimonio creíble de los que iluminados en la mente y el corazón por la Palabra de Dios, son capaces de abrir la mente y el corazón de muchos al deseo de Dios y de la Vida Verdadera, esa que no tiene fin.



Hay que redescubrir el camino de la fe para iluminarla 

Por la fe, hombres y mujeres de toda edad han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir a Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de ser cristianos.

IDENTIDADES
Cristiano “Otro Cristo”.
El Cristiano es “Otro Cristo” porque Jesús, El que es Dios en el Seno del Padre desde la eternidad, haciéndose hombre en el seno de la Santísima Virgen  unió lo humano con lo divino,  por la Encarnación, para comunicarnos lo divino Incorporados a Él, Transformados en El, Consumándonos en El en la unidad de la Trinidad.
“Yo soy la Siempre Virgen María.
Madre del verdadero Dios por quien se vive”. Inmaculada  desde el primer instante de su ser. Llevada al Cielo en cuerpo y alma gloriosos. Verdadera madre de Dios y madre vuestra, medianera universal de todas las gracias y nuestra protectora, auxilio y defensa.
María la madre de Dios.
El primer padre de la Iglesia que escribe sobre María es San Ignacio de Antioquía (+ c. 110), quien contra los docetas, defiende la realidad humana de Cristo al afirmar que pertenece a la estirpe de David, por nacer verdaderamente de María Virgen.
Yo soy el Espíritu Santo.
Que procede del Padre y del Hijo, lazo de amor entre estas 
dos Divinas Personas  y de la Trinidad toda con la Iglesia con 
sus sacerdotes y la humanidad entera.
Yo soy el Padre Eterno.
De quien toda paternidad procede, por quien fueron hechas todas las cosas del cielo y de la tierra, principio y fin de todas las cosas. A quien todos debemos profunda adoración, amor filial, cumplimiento de su voluntad.
Yo soy la Santísima Trinidad. 
El misterio inefable de la vida de DiosLa verdad suprema, la profunda, la fuente de toda verdad el misterio augusto de la santísima Trinidad, que es el principio de nuestra vida espiritual y será su término felicísimo en los cielos.
Yo soy la transformación.
Ha llegado el tiempo de impulsar el einado del Espíritu Santo y poner una barrera inexpugnable a Satanás, espiritualizando las almas. Más para esto tengo que valerme de los instrumentos que más íntimamente me pertenecen - de los sacerdotes -, que son los indicados para la salvación del mundo; pero transformados en Mi por el Espíritu Santo.
Es una necesidad apremiante en grado sumo la que tiene mi Iglesia de sacerdotes santos; y nadie es santo, si no se transforma en Mi por el Espíritu Santo y por María. No hay que buscar otros medios, no hay que subir al Padre por otra escala, si no es por esa transformación.
Eso de la transformación no es una novedad.
Jesús quiere que todas las almas se unan a Él y que con Él formen todas una sola cosa.
No porque trate de unirse hipostáticamente con la humanidad, sino porque mediante la gracia y el amor, quiere Dios realizar en cada uno de nosotros como un trasunto de lo que realizó en Jesucristo.
Quiere que la unidad que existe entre la Divinidad y la humanidad de Jesucristo, sea imitada muy de cerca por esa otra unidad de gracia y de amor por la cual todos nosotros nos incorporamos a El y nos amamos entre sí.
Y en los designios de Dios, todos tenemos que ser Jesús. Y esto no es una exageración, ni se trata de ninguna novedad. Recordemos lo que dice San Pablo: Hijitos míos a quienes engendró de nuevo hasta que se forme Cristo en vosotros.
Luego en ellos se iba a formar Cristo y era lo que el Apóstol pretendía.
Antes de formarlo en ellos, el Apóstol lo había formado en si mismo. Vivo yo, ya no yo, ¡es Cristo el que vive en mi!. Por eso con razón se ha dicho que el cristiano es otro Cristo.:” Cristianus alter christus”. Todos seremos transformados por la victoria de Jesucristo, nuestro Señor"-- Benedicto XVI dijo, en la homilía de la celebración,que el significado de esta misteriosa transformación “se nos muestra de forma admirable en la historia personal de san Pablo”. “En la historia de este extraordinario evangelizador, es claro que tal transformación no es el resultado de una larga reflexión interior y menos el resultado de un esfuerzo personal. Es, ante todo, obra de la gracia de Dios que ha actuado conforme a sus inescrutables caminos”
Por otra parte, aunque es indudable que la transformación perfecta es difícil, quiero hacer notar que ya estamos en cierta manera transformados, por el germen de la transformación recibida en el bautismo.
Sobre la fuente Bautismal, se verifica el mismo prodigio que en el Bautismo de Jesús. Ahí estaba Jesús hundiéndose en las aguas, la divina Paloma se cernía sobre Él, y se escuchó la voz del Padre que decía: “Este es mi Hijo muy amado en quien me he complacido”Sobre toda fuente Bautismal se verifica el mismo prodigio, aun cuando no se vea con nuestros ojos mortales como se vio en el Jordán, pero real y verdaderamente ahí nos unimos a Jesús, somos sarmientos introducidos en la Vida de Jesús para ser partícipes de su savia y de su vida; ahí el Espíritu Santo desciende sobre nosotros, y ahí el Padre dice: Este es mi hijo, mi hijo muy amado.
Si con solo lo que recibimos de Adán pretendiéramos transformarnos en Jesús, no solo sería difícil, sino imposible. Pero no, por el Bautismo ya somos Jesús, sin duda en esbozo, pero Jesús; solo falta hacernos perfectamente Jesús. Nuestro Señor no nos pone un lienzo en blanco y nos dice: dibuja aquí a Jesús; sino que da hace ya un retrato de Jesús y nos dice 
!perfeccionalo!.
LA VIDA DE DIOS 
El Misterio de la Santísima Trinidad es el misterio de una eterna e inefable mirada de amor
El Verbo no mira sino al Padre, ni debe ser mirado sino por El.
El Padre engendra a su Hijo con una mirada única, infinita y eterna, y el Verbo es el reflejo viviente de la eterna mirada del Padre.
Y en el seno de Dios el Padre y el Hijo se miran y brota de ellos el Espíritu Santo como infinito incendio de amor.
LA MIRADA DE JESÚS.
Toda mirada de Jesús es la Eterna Mirada del Verbo que se esconde y se revela al mismo tiempo en  la luz sensible de sus ojos.
Y del mismo modo, toda mirada que toca al Verbo -  mirada de fe, mirada de amor, mirada de contemplación -  es en el fondo la mirada del Padre que se esconde y se revela en las miradas de las almas.
Toda mirada de amor al Padre es del Verbo que lo ama. Toda 
mirada de amor al Verbo es del Padre que lo ama en el Espíritu Santo.
Después de la mirada del Padre, ¿ Cual hay más digna de fundirse con la de Jesús que la de María ?.
En ninguna se revela con tan gran perfección la mirada del Padre como en la de María.
Maravilloso trasunto del eterno misterio de la vida de Dios es la mirada de Jesús al fundirse con la mirada de María en la santa unidad Del Amor.
A través de los ojos de Jesús se asoma lo divino que 
esconde Jesús, la eterna e invisible mirada de Dios que se transparenta en la visible humanidad de Cristo. A través de los ojos puros, tiernos y dulcísimos de la Virgen María, se revela con gran perfección la mirada del Padre.
Cuando Jesús abrió sus ojos divinos se encontró con los de María, se lleno de complacencia porque descubrió al Padre que lo miraba a través de María su santísima madre.
El misterio de aquellas dos miradas, único por su perfección, se sigue reproduciendo en los siglos en diferentes grados. Jesús quiere mirar a las almas como miró a María y quiere ser mirado por ellas como lo miró María, la llena de gracia, la esposa inseparable del Espíritu Santo.
Y aquella mirada divina del Verbo se asoma a los ojos de Jesús, ya envuelta en la luz inmaterial de su alma,  ya en el esplendor visible de sus ojos dulcísimos,  para que mirándonos El  y mirándole nosotros, nuestros corazones fueran arrebatados al seno de la Trinidad  y participáramos del misterio de la eterna mirada del Amor.
Y el alma que la recibe, debe corresponder a ella reproduciendo la mirada de María, pura tierna, santísima,  llena del Espíritu Santo, trasunto creado pero exacto de la mirada del Padre.  Con el Espíritu Santo viviendo de su vida. Haciendo de Él tu espíritu, tus sentimientos y cuanto eres. Transformándote por medio de su posesión.
YO SOY lA COMUNIÓN
Por la Encarnación El Hijo de Dios es también hombre. María es Madre de Dios y Madre nuestra. Los sacerdotes son padres. La Iglesia es Madre. Y Jesús Nace cada día en la Eucaristía y en las almas.
Si la Iglesia es una comunión íntima con Cristo, que crece a partir del don sacramental de su cuerpo en la Eucaristía,  a través del cual nos convertimos en un solo cuerpo  o comunión con y en él.
La comunión sacramental se debe primero entender teológicamente.
La Fe trinitaria y la fe en la Encarnación deben guiar la idea de la comunión sacramental y sólo después la de que una comunión eclesiológica ".
El Cardenal Ratzinger sostiene que, en contraste con el rechazo de la posibilidad de la comunión entre Dios y el hombre en el Antiguo Testamento y la búsqueda de la mítica supuesta unión entre lo divino y lo humano en la antigua filosofía griega, es algo enteramente diferente lo que nos confronta con el kerigma cristiano:
El objetivo es recuperar y aclarar el núcleo cristológico de la comunión de Ratzinger.  La comunión preexistente cristológica que se encuentran en la Encarnación.
La Encarnación: de La Comunión de la divinidad y la humanidad en Cristo.  Una "comunión (κοινωνία) de las dos voluntades."
La voluntad humana de Cristo se hace una con la voluntad divina del Logos. Y esto es lo que El nos da cuando también nosotros hacemos la Voluntad del Padre.
Lo llama, "un común acuerdo a un valor compartido." Comunión en el Cristo encarnado es,  en el fondo, una comuniónde una voluntad humana y la divina voluntad unidos por un un acto libre de amor por algo y alguien más: la voluntad del Padre.
"una comunicación liberadora y reconciliadora que se desarrolla en 
una comunión entre el Creador y criatura.
"En otras palabras, la comunión de la humanidad y la divinidad en el Cristo encarnado hace posible significado una mayor comunión de salvífico universal y en la que el ser de el hombre y el ser de Dios se pueden unir, criatura y el Creador puede convertirse en uno, en la tierra cuando el hombre renuncia a la tentación de hacer su propia voluntad  y busca en cambio, conjugarse  en la comunión con algo más elevado y más grande que él,
Que "el cambio fundamental en el hombre que puede solo se consigue  cuando el hombre decide tomar el camino de la imitatio Christi, "Más específicamente, cuando al igual que Cristo se conforma y conjuga su voluntad humana a la de Dios, precisamente esto lo va a  llevar a su plena estatura y transformación.  De hecho, cuando nuestra libertad es una verdadera participación en la libertad propia del Hijo, es decir, cuando se vive como una obediencia filial al Padre. Sólo entonces es encontrado el camino de la verdadera libertad, sólo entonces nuestra auténtica liberación entrará plenamente en su propio camino. En otras palabras, para Ratzinger, es sólo a través de la apropiación personal y a veces dolorosa reconstrucción de "la obediencia del Hijo" que realmente establecer una verdadera la comunión entre Dios y nosotros mismos y encontrar así una verdadera comunión con otro.
Por otra parte, cuando "el dolor de este cambio" pasa", aquí es que la comunidad ha nacido, aquí Iglesia llega a ser.
"En este momento, Ratzinger da paso a la sacramental y consecuencias eclesiológicas de la comunión que el Cristo encarnado producen:  La "comunión entre Dios y el hombre" en el Cristo encarnado "abre la posibilidad de una nueva comunión de los hombres con los otros."
Más específicamente, "esta comunión entre Dios y el hombre que se realiza en la persona de Jesús. Cristo "se hace comunicable  a nosotros en nuestra participación en el Misterio Pascual que  se efectúa por la Eucaristía una participación que a su vez constituye la Iglesia,  que es nuestra comunión con unos a los otros en Cristo.
El punto cardinal que nos queda es la siguiente: La Iglesia y la vida sacramental crecen desde dentro, desde Cristo, y no viceversa. La Iglesia es la presencia de Cristo es primero palabra es Cristo, y no por sí misma , Ella es saludable en la medida en que se dirige toda su atención hacia Él, porque Cristo es la luz del mundo.
En la Encarnación del Verbo eterno se produce la comunión entre Dios y el ser del hombre, su criaturaque hasta entonces parecía imposible de conciliar con la trascendencia del Dios único.  Sin embargo, en Jesús se presenta el nuevo evento, el único Divino y humano, de entrar Dios  en la comunión con los hombres, en concreto por encarnarse en la naturaleza humana.
Según Ratzinger, esta nueva idea de la comunión como fundado en la Encarnación "No es el producto de una nueva síntesis del pensamiento, sino que es el fruto de una nueva realidad que antes no era”.
El cristianismo propone un gran avance en la forma de un hecho histórico, una persona: Jesucristo.  Él es la encarnación del Dios-hombre, la persona en quien, como dice Ratzinger en el pasaje anterior, la "divinidad  y lo humanos se entremezclan”. 
En virtud de La comunión preexistente cristológica que se encuentran en la Encarnación. En esta metafísica  de avance, Dios entra en "comunión concreta con los hombres" por primera vez en la historia.  Por lo tanto, el abismo infinito que hasta entonces habían separado desde la eternidad lo divino de lo humano , del tiempo y el universo, no sólo ha sido superada por el acontecimiento de Cristoen realidad es la personalidad humana única de Cristo que ha unido de una vez éstos polos diametralmente opuestos. En esto radica la novedad sin precedentes de la concepción cristiana de la comunión y por lo tanto, dice Ratzinger, "la esencia del cristianismo".
Yo soy la sagrada Eucaristia.
“En la comunión Eucarística sele da a la criatura, mi alma, mi cuerpo, mi Divinidad, y en esa Divinidad indivisible, una con el Padre y el Espíritu Santo, también se recibe a esas Divinas Personas, a la Trinidad en su fecundidad eterna y en la de el Verbo hecho carne”.
Cierto que mi carne purísima, mi cuerpo santísimo alimentan el alma que los recibe, que su contacto divino borra todas las venialidades e imperfecciones; pero la divinidad es la que obra en las almas los santos efectos de la gracia en la eucaristia; la fecundidad del Padre es la que opera dandome a Mi y transformando en Mi.
Yo soy la unificación
Es cierto que soy Dios, pero también soy hombre, y quise cargar las miserias del hombre para expiarlas; quise sentir como el hombre y llorar como el hombre, y estremecerme con las mismas penas y gozos del hombre. Así es que aunque esté en el cielo, se agradecer, se sentir y conmoverme; porque la sensibilidad del hombre, afinada y divinizada, la llevo Yo en mi alma, en mi Corazón, en todo mi ser.
Al tomar la naturaleza humana, tome el amor al hombre, por llevar la sangre del hombre, la fraternidad del hombre; y unidas las dos naturalezas, la divina y la humana, divinice -con el contacto del Verbo- al hombre, elevándolo de lo terreno para que aspirara al cielo. Pero entre todos los hombres distinguí a los que debían ser mios, otros Yo, que continuarían la misión que me trajo a la tierra, y que fue llevar a mi Padre lo que de El salio, almas que lo glorificaran eternamente.
Porque, si todos los dolores de las almas adquieren valor sobrenatural y mérito cuando se unen a los Míos; con más razón. con más fuerza, con más verdad, los de mis sacerdotes transformados en Mi; porque entonces no solo son ellos los que sufren, sino en cierto sentido Yo sufro en ellos y con ellos.
Que esto es lo que pasa en la transformación: desaparece por decirlo así la criatura, absorvida en cierto sentido por el poder divino, y entonces los pensamientos de la criatura son divinos, sus actos divinos, sus dolores divinos, en cuanto esta la criatura en Jesús, en Mi, Dios hombre, que doy vida, mérito y valor a los actos del hombre.
1. QUIÉN ES JESÚS
Cristo es para nosotros la ocasión de tener en el mundo a un Dios por completo encarnado en un cuerpo de hombre.  Este hecho sin par se produce, dice San Pablo “en la plenitud de de los tiempos”,  en el mejor instante de la evolución humana.
De Jesus emanan los efluvio divinos que santifican al mundo. Canta San Juan de la Cruz: “pasando por estos sotos con presura, y con solo mirarlos, vestidos los dejó de su hermosura”.
Su alma es una llama, siempre incandescente al rojo vivo por la perpetua combustión del o divino en el altar palpitante de su Corazón.
La vida de Jesús fue una continua participación de la vida de todos y sus relaciones humanos eran muy extensas e intensas, de cuantas cosa bellas discutía. Su espíritu era universal,  nada le fue extraño. Su ser entero vibraba  ante todo lo bello, lo verdadero, lo bueno. Su Mirada penetra los tiempos como veía también las almas, leía las conciencias y atraía los corazones.
Nosotros , los hombres a los que cuesta tanto dominar los briosos corceles de nuestras pasiones,  no podemos ni siquiera  sospechar lo que significa la tersura de un alma y un Corazon jamas tocado por el mal.
En las noches, esas increíbles noches estrelladas del desierto sigue el curso de las estrellas que viajan al infinito. Y El ahi y ahora en un instante encierra en sí mismo, como en un radiante momento, todo el secreto del cosmos.
1. 1  El Mesías prometido.
JESÚS NO ERA UN MESÍAS QUE ASPIRASE A UN TRONO TERRENAL.

Palabras de Benedicto XVI en el Ángelus
CASTEL GANDOLFO, domingo 19 agosto 2012 (ZENIT.org).- A las 12 horas de hoy, el santo padre Benedicto XVI se asomó al balcón del patio interior del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo y recitó el Ángelus junto a los fieles y peregrinos presentes. Ofrecemos las palabras del papa al introducir la oración mariana.
*****
¡Queridos hermanos y hermanas!
El evangelio de este domingo (cf. Jn 6,51-58) es la parte final y culminante del discurso pronunciado por Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, después de que el día anterior había dado de comer a miles de personas con solo cinco panes y dos peces. Jesús revela el significado de ese milagro, es decir, que el tiempo de las promesas se ha cumplido: Dios Padre, que con el maná había alimentado a los israelitas en el desierto, ahora lo envió a Él, el Hijo, como verdadero Pan de viday este pan es su carne, su vida, ofrecida en sacrificio por nosotros. Se trata, por lo tanto, de acogerlo con fe, no escandalizándose de su humanidad; y de lo que se trata es de "comer su carne y beber su sangre" (cf. Jn. 6,54), para tener en sí mismo la plenitud de la vida.
Está claro que este discurso no tuvo la intención de atraer consensos. Jesús lo sabe y lo pronuncia intencionalmente; y de hecho aquel fue un momento crítico, un punto de inflexión en su misión pública. Las personas, y los propios discípulos, estaban entusiasmados con él cuando realizaba señales milagrosas; e incluso la multiplicación de los panes y de los peces fue una clara revelación que Él era el Mesíastanto así que después la multitud habría querido aclamar triunfalmente a Jesús y proclamarlo rey de Israel. Pero esta no era la voluntad de Jesús, quien justamente, con ese largo discurso reduce los entusiasmos y causa muchos desacuerdos. Él, de hecho, explicando la imagen del pan, afirma de haber sido enviado a ofrecer su propia vida, y que los que quieran seguirlo, deben unirse a Él en forma personal y profunda, participando en su sacrificio de amor.
Por eso Jesús instituirá en la Última Cena el sacramento de la Eucaristía: para que sus discípulos puedan tener en sí mismos su caridad, --esto es decisivo--, y, como un único cuerpo unido a Él, extender en el mundo su misterio de salvación. Al escuchar este discurso la multitud comprendió que Jesús no era un Mesías como querían, que aspirase a un trono terrenal. No buscaba consensos para conquistar Jerusalén; más bien, quería ir a la Ciudad santa para compartir la suerte de los profetas: dar la vida por Dios y por el puebloAquellos panes, partidos para miles de personas, no querían provocar una marcha triunfal, sino pre-anunciar el sacrificio de la Cruz, en la que Jesús se vuelve Pan, cuerpo y sangre ofrecidos en expiación. Así es que Jesús dio ese discurso para desengañar a las multitudes y, sobre todo, para provocar una decisión en sus discípulos. De hecho, muchos de ellos, desde allí, no lo siguieron más.
Queridos amigos, dejémonos también nosotros sorprender nuevamente por las palabras de Cristo: Él, grano de trigo arrojado en los surcos de la historia, es la primicia de la nueva humanidad, liberada de la corrupción del pecado y de la muerte.
Y redescubramos la belleza del sacramento de la Eucaristía, que expresa toda la humildad y la santidad de Dios: el hacerse pequeño, Dios se hace pequeño, fragmento del universo para reconciliar a todos en su amor.
1.2   El nuevo Moisés
TOMÁNDOLO DE LAS GRANDES FIESTAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Las grandes fiestas del pueblo de Israel, le hacen presente lo beneficios inmensos que Dios les concedió por medio de Moisés: La liberación de la esclavitud, la salida de Egipto, la Ley del Sinaí y conducirlos 40 años a través del desierto hasta la tierra prometida.
Jesus viene a cumpplir cabalmente tan grandes beneficios: La liberación de la esclavitud del pecado y por el pecado también  del Demonio,  la perfección de la Ley, y el ser Él mismo quien ahora conduce a la humanidad entera para llevarnos al cielo a la verdadera “tierra prometida”, través del desierto de esta vida.

La liberación:
Pascua es ante todo la fiesta de la liberación, de la libertad. Ese don por el que el hombre tiene que luchar toda la vida. Inclusive contra sí mismo, porque el hombre, el único ser libre del mundo, es  también el único que se pone cadenas voluntariamente.
Antes de la Cena Pascual hay que purificar toda la casa. Las cortinas se lavan, también los pisos y toda la loza se hierve. Esta es la Única fiesta que se celebra sin bullicio y sin ninguna demostración pública. Es íntima reservada a la familia y a los más íntimos.

Jesús la celebraba en Nazaret desde que tenía uso de razón y como era el pequeñito de la casa a El le tocaba formular las preguntas rituales:
- ¿Por qué esta noche es diferente de las otras noches?.
- ¿Por qué comemos pan sin levadura?.
- ¿Por qué este cordero asado?.
- ¿Por qué mojamos en vinagre nuestra ensalada?.
Y José, acostumbrado como todos los papas a los eternos porqués de los niños, le explicaba, año con año toda la historia.
Después de cantar los salmos y hacer memoria de la diez plagas de Egipto, se comían la hierbas amargas,  levantaban las 4 copas del Pesaj y María presentaba orgullosa el Cordero asado con oliente salsa, cuyo secreto Ella solo sabia.
El jefe de la casa tiene que humedecer un pedazo de Pan Ázimo en la salsa y después dárselo al que más quiere. José estaba entonces en verdadero aprieto. Probablemente se lo daba a María  y Ella se lo pasaba a Jesús. Un día lejano, en una cena como esta Jesús se lo dará a Judas como un último intento  para abrirle el corazón, más que los ojos.
Después se sirve el puré de manzana rallada con pasas y nueces, “el Haroshet” que recuerda la arcilla con que se fabricaban los tabiques en Egipto, sigue la fiesta con cantos, dulces y golosinas.
El precioso canto final es  el gran Hallel, el Salmo 135.
Alabad al Dios que liberó a su Pueblo, lo llevó por el desierto, le dio el Maná, el agua milagrosa  y la Alianza sobre la montaña gloriosa. Y el estribillos se repite sin cansancio:  “Porque su amor no tiene fin”.

El amor:
Pentecostés: El día 50 después de haber salido de Egipto Moisés recibió las Tablas de la Ley, cláusulas de la Alianza entre Dios y su Pueblo.
Sobre el Sinaí, la primera palabra que Dios le dice a Moisés y al Pueblo es la palabra del amor: “AMARÁS AL SEÑOR  TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN”. Nadie mendiga mi amor, si antes no me ama.
La celebración se hace en lugares públicos. Se baila alrededor de  “la Torah” guardada en un estuche de plata, se canta y se alaba al Señor como Esposo de Israel.
La fiesta se prolonga durante toda la noche y por 7 días.  Jesús bailó con su gente, gozó con su pueblo la dicha infinita de sentirse amados,  ¿Qué dicha puede ser mayor?.
EL triunfo:
La festividad de Los tabernáculos:
Se trata de una fiesta Teofanica. Dios se hace sensible en sus signos.
En esta semana se construyen para pasar la noche o parte de ella, unas chozas o tiendas improvisadas  para recordar el tiempo en que el Pueblo de Dios anduvo en el desierto y sobretodo  La Fiesta que se hizo el día en que finalmente salieron de él, para entrar  en la Tierra prometida.
Esta es una fiesta con marcado sabor Mesiánico y Profético. Todos los ritos y cantos de esta fiesta tienen un profundo sabor Escatológico. Es decir, se sabe que están hablando de los tiempos finales.
Siglos atrás Salomón había escogido esta fiesta para consagrar el Templo.  Todos los días se organizaba una procesión  que partía del Templo y se dirigía a la piscina de Siloe  y volvía al Templo llevando un recipiente oro lleno de agua para derramarla sobre el Altar de los Sacrificios.
El ultimo día, mencionado por San Juan en el capítulo 7 de su Evangelio, la procesión era solemnisima. Por delante los niños y las doncellas, después los levitas y los sacerdotes, todos de blanco, llevando en sus manos el “lulot”, o sea las palmas, los ramos de mirto y de laurel. Al final precedía el Sumo Sacerdote con su más preciosos ornamentos. El pectoral de piedras preciosas y la Mitra de oro. La procesión iba y venía con el canto de los Salmos.
Otra costumbre popular  de este tiempo es adornar los muros de la ciudad y los techos de las casas con luminarias en recuerdo de la Nube Luminosa que los condujo a la Tierra prometida. En todas las casas se ofrecen a los paseantes aguas frescas mezcladas con frutas.  Jesús ve en esto el símbolo de la fecundidad que produce el Espíritu Santo: Él será como un manantial que regara la vida de los creyentes. (Jn 7, 37.)
1.3   El Salvador de todos los hombres
“SALIÓ  El sembrador a sembrar su semilla”
Del Seno del  Padre vino al mundo a traernos la Vida de Dios.
“ Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron, pero a los que creen en su Nombre les dio la potestad de llegar a ser hijos de Dios”
El "misterio desconocido" de Dios se ha revelado en Cristo:
Dios nos ha predestinado, nos ha elegido para ser "hijos adoptivos por medio de Jesucristo"a ser incorporados en su Hijo unigénito, para alabar,  glorificar,  dar gracias a Dios Padre como el origen de todos los bienes de creación, de redención, de gracia y de gloria, como a Aquel que "nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo".
Dios nos ama,  y nos ama desde  la eternidad, desde el principio,   y por eso nos ha predestinado en Cristo.
Yo soy La Cruz  de Cristo
En la cruz de Cristo, el hombre ha sido redimido y la experiencia de Adán se ha invertidoAdán, creado a imagen y semejanza de Dios, pretende ser como Dios con sus propias fuerzasponerse en el lugar de Dios, y así pierde la dignidad original que se le había dado. Jesús, al contrario, estaba "en la condición de Dios", pero se ha abajado, se ha sumergido en la condición humana, en la plena fidelidad al Padre, para redimir al Adán que está en nosotros, y para restituir al hombre la dignidad que había perdido.
El sacrificio de la cruz   su vida, ofrecida en sacrificio por nosotros significa que llegamos a ser "propiedad de Dios"porque la sangre de Cristo nos ha rescatado del pecado, nos limpia de todo mal, nos saca de la esclavitud del pecado y de la muerte. 
El sacrificio de la cruz de Cristo es el acontecimiento único e irrepetible con el que el Padre ha demostrado irrefutablemente su amor por nosotros, no solo con palabras, sino en términos concretos, dando a su Hijo para crucificarlo.
“EL PRECIO” que pagó el Padre. Lo que le costó a Jesús una 
alma. La cruz que lleve al calvario como fruto del amor infinito que les tengo. 
Pero no sólo salve al mundo con mi dolorosa pasión, sino también con la pasión interna de mi Corazón producida por mi amor a Mi Padre ofendido y a las almas desgarradas por el pecado. Ese dolor salvador interno de mi Corazón fue la gloria del Padre en el martirio del Hijo, pero martirio que Me enaltecia, Me sublimaba, Me coronaba, Me hacia mas acreedor a las caricias de mi Padre, todo caridad para con su amado y Hijo y para con el hombre.
!Que amor el del Padre al Verbo hecho carne y por El y en Él a la humanidad salvada!Naciendo se nos da como nuestro Socio, muriendo como nuestro Precio, resucitando se nos da como nuestro Premio.
Por eso el Verbo en su eternal generación nació por el amor y del amor; y el Verbo tomó en María carne por el amor, y comunico a mi humanidad sacratísima un ser o naturaleza humana de amor, un cuerpo de luz,de pureza y de amor, y un alma y un Corazón de amor.

Dios es amor; y Yo soy Dios amor y hombre amor. Y los sacerdotes que se transforman en Mi deben ser lo que Yo soy, luz, pureza, amor; todos caridad para derramarla en el mundo, todos Yo para formar la unidad de la Iglesia en la caridad, y otros Yo para con María, más madre de ellos que de nadie, formado en Mi un solo Jesús para amarla, glorificarla y complacerla.

!Como los sacerdotes deben pagar a María su ser de hijos que los engendró, a la vez que a Mi me engendró, y que en Mi nacieron y que en la Iglesia –imagen de la maternidad de María- se crearon, crecieron, y se hicieron dignos de sustituirme con Ella por su sacerdocio y de representarme en cada acto de su ministerio.
Si tienen Corazón y nobleza de sentimientos, si saben agradecer las fibras maternales, si aman a su Madre María, no pueden obsequiarla con mayor presente que con su transformación en Mi, que les obligue mas y mas por ese secreto que hoy he puesto en su corazón para que lo sepan y se rindan por amor a mi voluntad.
Si no conmueve a mis sacerdotes este secreto de mi alma que he querido que salga a luz, serán hijos desnaturalizados y contristar a María semejante ingratitud.
“El Pan de vIda”.
El Sacrificio que da la Vida al mundo, y que se había de perpetuar en la Eucaristía, “El Pan de vIda”. El amor del Padre al Hijo y por el a la HumanidadEs La cruz  de Cristo hecha presente para nosotros en cada Eucaristia. 
El Señor se da a sí mismo se hace nuestro alimento, para transformarnos en él mismo.  En efecto, no es el alimento eucarístico el que se transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a él acabamos por ser cambiados misteriosamente. Cristo nos alimenta uniéndonos a él; «nos atrae hacia sí»
La invitación es a vivir cada situación unida a Cristo, que carga sobre sí todo el sufrimiento y el pecado del mundo para traer luz, esperanza, redención.


PARTICIPACIÓN DE LA CRUZ
¿ Que es la Cruz ?.
El peso abrumador de todos los pecados del mundo.
Hay 3 maneras de participar de la Cruz de Cristo: Llevando la nuestra, que es parte de la Cruz de Cristo.
Llevando a las almas a la Cruz, guiándose a la perfección más excelsa a orar y sacrificarse principalmente por los sacerdotes.
Participando del dolor del Corazón de Cristo al conocer, venerar, estudiar y sentir sus dolores íntimos.
Los que quieran seguirlo, deben unirse a Él en forma personal y profunda, participando en su sacrificio de amor.

Almas.
“Y si los sacerdotes se engendraron Conmigo en su vocación sacerdotal en el Padre y nacieron conmigo de María, deben vivir mi vida y morir como Yo morí, en cualquier cruz, por las almas; deben en mi unión conquistarlas y comprarles con sus dolores el cielo. Pero si ellos son amor, si son Yo amor , no les costara esto y se endulzaran no solo sus continuos sacrificios, sino su muerte, gloriosa en cualquier lugar y del modo que a mi me plazca enviársela, ofrecida al Padre por tan noble fin y consumida por tan digna causa”.
Este mundo necesita regenerarse, espiritualizarse; pero este es el único medio para llegar a este fin: el de la transformación en el eterno, puro, único y santo Sacerdote y Salvador que quiere y promete volver a la tierra en sus sacerdotes, para hacer real y positiva esta nueva era de Salvación y santificacion del mundo.
Quiero volver al mundo en mis sacerdotes, quiero renovar el mundo de las almas y presentarme Yo mismo en mis sacerdotes para hacerlo; quiero dar un poderoso impulso a mi Iglesia e infundir, como en nuevo Pentecostés, el Espíritu Santo en mis sacerdotes. Yo en ellos, quiero obrar, hablar, vivir y hacerme sensible a las almas; quiero ofrecer al Padre un triunfo en mi Iglesia y renovar la faz de la tierra por el impulso mundial e irresistible de mis sacerdotes santos. Yo, el Santo de los santos, en mis Obispos y sacerdotes santos.
Pero necesito de la voluntad y de la cooperación de los sacerdotes, porque Yo, con todo y ser Dios, me detengo ante el umbral de la voluntad humana y la respeto sin avasallarla.
En cuantos puntos los sacerdotes debieran parecerseme. En cuantas cosas debieran estudiarme e imitarme.
Si debieran ser otros Yo mismo y con eso simplificarían su vida, y harían de la tierra un cielo.
Y ¿como se simplificará su vida sacerdotal?: Si son otros Yo con mi mismo amor al Padre y para con las almas.
“Para cumplir su elevada tarea, el sacerdote debe tener una sólida estructura espiritual y vivir toda su vida animado por la fe, la esperanza y la caridad. Debe ser, como Jesús, un hombre que busque, a través de la oración, el rostro y la voluntad de Dios, y que cuide también su preparación cultural e intelectual.”
Conocimiento práctico de la vida interior; conocimiento práctico del corazón humano, y mucho Espíritu Santo que se ael intermedio entre el confesor y el penitente, el director y el dirigido.
1.4   La Palabra de Dios. 
La Palabra es Cristo. No es algo pasajero, fugaz, sino algo permanente, siempre actual para nosotros: Es ese Jesús, de ayer de Hoy y de siempre. 
YO SOY LA PALABRA ETERNA
El Verbo es la palabra, porque es la voz de Dios, la voz del Padre, creadora y santificadora por el Espíritu Santo, quien la comunicó a los Apóstoles en Pentecostés”.
Palabra que unifica, Palabra única, aunque con derivaciones y ecos íntimos infinitos: Yo soy el Verbo sabiduría, el Verbo luz, el Verbo verdad,  el Verbo vida.
“Yo soy palabra y la palabra se comunica. Soy palabra eterna, Palabra de sabiduría que tiene virtud de penetrar y de obrar en las almas, por lo divino que lleva consigo, porque es la misma divinidad con el Padre y con el Espíritu Santo.
Soy la Palabra eterna, la Palabra fecunda del Padre, su “fiat” sin principio, su eterna voluntad por donde se comunica a la Iglesia y a la almas.
Esta palabra es Dios, es el Verbo por el cual se sube al Padre y sele conoce; porque nadie conoce al Padre, si no es por su Verbo y en su Verbo.
Soy Palabra sapientísimafecundisimatoda la sabiduría y la ciencia de la tierra tiene su principio en esta Palabra única en su esencia y fecundisima en la inmutabilidad de sus ser. Y esta Palabra es la que habla sin sonidos; e ilumina porque es luz; y obra porque es eficazsantifica y penetra porque es divina.
Esta Palabra es penetrante y aguda como espada de dos filos que corta las tentaciones; es sublime por la naturaleza de su principio; es santa porque viene de Dios; y es operativa, porque palpita y reside en el Corazón de Dios.
Por eso no quedará estéril esta Palabra para las almas sacerdotales. Todo lo que procede de Dios no es muerte, sino vida, no es estéril sino fecundo. No es pasible esta Palabra, sino activa en su desarrollo, que despierta corazones, y quebranta rebeldías , y arrolla tentaciones, y vigoriza y fortalece con su energía.
La Palabra del hombre pasa y muere; la Palabra de Dios opera y vive, y vuelve a donde salio llena de triunfos, porque es la Palabra salvadoraPalabra de luz de fuego, Palabra única, en donde se encierran creaciones y cuanto existe y existirá, porque esta Palabra es Dios.
También esa Palabra, que es el Verbo, es amory no puede ser otra cosa, ni encerrar otra cosa, ni producir otra cosa, porque su sustancia es el amor.
“Yo el Verbo, aunque soy Palabra, no hablo sino lo que recibo de mi Padre, lo que me dice mi Padre, lo que mi Padre me enseño, lo que aprendí de Él; porque soy su Verbo, su divina Sabiduría; porque aunque Persona distinta, procedo de Él, en cuanto que El es mi Padre y Yo su Hijo.
De suerte que Yo soy  la Palabra divina, pero la Palabra de mi Padre, el conducto por el que mi Pdre se comunica al mundo; y también soy la Palabra eterna, sin sonido, sin algo exterior o sensible, que encierra sin embargo todas las armonías, Y CONTIENE TODA LA CIENCIA, TODO SENTIDO DE NATURALEZA Y GRACIA.
Tampoco hay que creer que la Palabra sólo ha de ser hablada.
El Verbo encarnado es el conducto divino y humano de ese Padre amado. Se comunicarme también a las almas sin palabras humanas, con sonidos íntimos, con profundos conocimientos, con luces divinas, con notas suavisimas, con el contacto de lo divino que todo lo dice, que todo lo hace sentir, que todo lo quiere, que todo lo penetra, que todo lo da.
La voz de la Trinidad soy Yo. Enseño lo que mi Padre me 
enseñó, comunico lo que de Él recibo; pero esa voz no es sensible, es una inefable fusión de persona a persona, que mas y mas las identifica con la unidad de su ser.
Enseño lo que mi Padre me enseñó. digo lo que El me dice, comunico lo que de El recibo, Y es palabra es amor, su íntimo sonido es amor, y sus efectos, en la Trinidad y en las almas, son de amor.
“Ha llegado el tiempo de hacer brillar la Divinidad de mi Corazón;  de hacer amar mas y mas  al Verbo hecho carne; de elevar a las almas a que vean en Mi, en cualquier paso de mi vida, al Verbo con sus dos naturalezas, la divina y la humana”.
La Palabra de Dios en la vida del sacerdote
Por cuanto se refiere a los sacerdotes, que por su ministerio son –como afirma la exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis de Juan Pablo II citada en VD 80 – «[ungidos por Dios y enviados] para anunciar a todos el Evangelio del Reino, llamando a cada hombre a la obediencia de la fe y conduciendo a los creyentes a un conocimiento y comunión cada vez más profundos del misterio de Dios, revelado y comunicado a nosotros en Cristo». Por esto, el sacerdote «debe ser el primero en cultivar una gran familiaridad personal con la Palabra de Dios: no le basta conocer su aspecto lingüístico o exegético, que es también necesario; necesita acercarse a la Palabra con un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en sus pensamientos y sentimientos y engendre dentro de sí una mentalidad nueva: “la mente de Cristo” (1Co 2,16)». Por esto, concluye VD 80, las palabras, decisiones y actitudes del sacerdote «han de ser cada vez más una transparencia, un anuncio y un testimonio del Evangelio; “solamente ‘permaneciendo’ en la Palabra, el sacerdote será perfecto discípulo del Señor; conocerá la verdad y será verdaderamente libre” ». Es necesario por tanto que la Palabra de Dios se encarne en la vida del sacerdote. Solo siendo verdaderamente de Cristo, estando continuamente a su escucha, tratándole con familiaridad especialmente en la Eucaristía, podrá también transmitir Cristo a los demás hombres.
1.5   El Hijo de Dios hecho hombre
Yo soy Jesús.
El  Verbo de Dios engendrado en el Seno del Padre de toda la eternidad, hecho hombre en las purísimas entrañas de María, muerto en la cruz, pero resucitado y glorioso, sentado a la derecha del Padre para interceder por vosotros y que el último día ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Fue concebido y engendrado por Santa María; esta concepción fue virginal, y esta virginidad pertenece a uno de esos misterios ocultos en el silencio de Dios.
Desde la Encarnación , desde el momento en que el Verbo se hizo carne, se ha eliminado la distancia insalvable entre lo finito y lo infinito: el Dios eterno e infinito de Dios ha dejado su cielo y ha entrado en el tiempo, se ha sumergido en la finitud humana.
"El hombre --escribe el papa Benedicto XVI--, fue hecho por un Dios infinito que se hizo carne, que asumió nuestra humanidad para atraerla a la altura de su ser divino". Por ello, subrayó, "No debemos tener miedo de lo que Dios nos pide a través de las circunstancias de la vida.(...) El Señor, llamando a algunos a vivir totalmente para Él, convoca a todos a reconocer la esencia de la naturaleza misma del ser humano: hecho para el infinito". Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María porque Él es el nuevo Adán que inaugura la nueva CreaciónLa participación de la vida divina, el nuevo nacimiento de los hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe.
Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre”. Con el credo Niceno-Constantinopolitano respondemos confesando El acontecimiento más grande de la Historia, la Unión de Dios con el hombre. 
Yo soy El Amor de Cristo.
Dios nos ama con un amor inmenso, infinito, de otra manera no hubiera dado la vida de su único Hijo por nosotros. En Jesús de Nazaret, Dios se vuelve cercano y carga con nosotros nuestro sufrimiento.  Jesús se hace cargo, hace suya nuestra deuda y la paga, asume la responsabilidad porque somos algo suyo, responde por nosotros porque nos ama a pesar de todo y por eso, hecho uno de nosotros expía con su muerte nuestros pecados. Así de real es el amor de Dios, que participa no solo en nuestro ser, sino en nuestro sufrir y morir.
La voluntad misericordiosa de Dios, su diseño de amor que en Jesucristo se ha revelado plenamente : Dios nos ha predestinado, nos ha elegido para ser "hijos adoptivos por medio de Jesucristo"a ser incorporados en su Hijo unigénito. "En él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia"
1.6   La Segunda Persona de la Santísima 
Trinidad
El Verbo eterno de Dios hecho carne, único salvador y mediador entre Dios y el hombre, es el fundamento de toda la realidad. El Prólogo de san Juan afirma con relación al Logos divino, que « por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho »
Jn 1,3); en la Carta a los Colosenses, se afirma también con relación a Cristo, «primogénito de toda criatura » (1,15), que «todo fue creado por él y para él » (1,16).
Este anuncio es para nosotros una palabra liberadora. En efecto, las afirmaciones escriturísticas señalan que todo lo que existe no es fruto del azar irracional, sino que ha sido querido por Diosestá en sus planesen cuyo centro está la invitación a participar en la vida divina en Cristo.
La creación nace del Logos y lleva la marca imborrable de la Razón creadora que ordena y guía. Los salmos cantan esta gozosa certeza: « La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos » (Sal 33,6); y de nuevo: « Él lo dijo, y existió, él lo mandó, y surgió » (Sal 33,9). Toda realidad expresa este misterio: « El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos » (Sal 19,2). Por eso, la misma Sagrada Escritura nos invita a conocer al Creador observando la creación
En la Pascua, Dios se revela a sí mismo y la. potencia del amor trinitario que aniquila las fuerzas destructoras del mal y de la muerte.
Teniendo presente estos elementos esenciales de nuestra fe, podemos contemplar así la profunda unidad en Cristo entre creación y nueva creación, y de toda la historia de la salvación. Por recurrir a una imagen, podemos comparar el cosmos a un « libro » –así decía Galileo Galilei– y considerarlo « como la obra de un Autor que se expresa mediante la “sinfonía” de la creación. Dentro de esta sinfonía se encuentra, en cierto momento, lo que en lenguaje musical se llamaría un “solo”, un tema encomendado a un solo instrumento o a una sola voz, y es tan importante que de él depende el significado de toda la óperaEste “solo” es Jesús... El Hijo del hombre resume en sí la tierra y el cielo, la creación y el Creador, la carne y el EspírituEs el centro del cosmos y de la historiaporque en él se unen sin confundirse el Autor y su obra ».
1.7   El centro de la Historia
El Verbo eterno de Dios hecho carne, único salvador y mediador entre Dios y el hombre, es el fundamento de toda la realidad. El Prólogo de san Juan afirma con relación al Logos divino, que « por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho »
Jn 1,3); en la Carta a los Colosenses, se afirma también con relación a Cristo, «primogénito de toda criatura » (1,15), que «todo fue creado por él y para él » (1,16).
Este anuncio es para nosotros una palabra liberadora. En efecto, las afirmaciones escrituristicas señalan que todo lo que existe no es fruto del azar irracional, sino que ha sido querido por Diosestá en sus planesen cuyo centro está la invitación a participar en la vida divina en Cristo.
La creación nace del Logos y lleva la marca imborrable de la Razón creadora que ordena y guía. Los salmos cantan esta gozosa certeza: « La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos » (Sal 33,6); y de nuevo: « Él lo dijo, y existió, él lo mandó, y surgió » (Sal 33,9). Toda realidad expresa este misterio: « El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos » (Sal 19,2). Por eso, la misma Sagrada Escritura nos invita a conocer al Creador observando la creación
En la Pascua, Dios se revela a sí mismo y la potencia del amor trinitario que aniquila las fuerzas destructoras del mal y de la muerte.
El Verbo eterno de Dios hecho carne, único salvador y mediador entre Dios y el hombre, es el fundamento de toda la realidad. El Prólogo de san Juan afirma con relación al Logos divino, que « por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho »
Jn 1,3); en la Carta a los Colosenses, se afirma también con relación a Cristo, «primogénito de toda criatura » (1,15), que «todo fue creado por él y para él » (1,16).
Este anuncio es para nosotros una palabra liberadora. En efecto, las afirmaciones escriturísticas señalan que todo lo que existe no es fruto del azar irracional, sino que ha sido querido por Diosestá en sus planesen cuyo centro está la invitación a participar en la vida divina en Cristo.
La creación nace del Logos y lleva la marca imborrable de la Razón creadora que ordena y guía. Los salmos cantan esta gozosa certeza: « La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos » (Sal 33,6); y de nuevo: « Él lo dijo, y existió, él lo mandó, y surgió » (Sal 33,9). Toda realidad expresa este misterio: « El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos » (Sal 19,2). Por eso, la misma Sagrada Escritura nos invita a conocer al Creador observando la creación
En la Pascua, Dios se revela a sí mismo y la potencia del amor trinitario que aniquila las fuerzas destructoras del mal y de la muerte.
2. CUÁL ES SU MISIÓN
PORQUE EL VERBO SE HIZO CARNE.
2.1   La gloria del Padre
Al bajar a la tierra no tuve otro fin, sino el de glorificar a mi Padre, a toda la Trinidad, con la esplendidez y magnificencia de mi Iglesia en sus ministros, y el de que por esos mismos medios se salvaran las almas. Quería glorificar a mi Padre en un cuerpo del que Yo fuera la cabeza y en cuyos miembros me viera a Mi, su eterna delicia. Quise perpetuar en la tierra mi imagen , lo que lo extasía, lo que lo reproduce, lo que inefablemente forma su dicha: !su Verbo!. Ese Verbo engendrado por El eternamente ya quien ama con toda la potencia con que un Dios puede amar.

Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo he dado a conocer tu nombre a los que me has dado, y ellos han conocido que tú me has enviado... Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, a ti y a Jesucristo tu enviado... En ellos he sido glorificado... Yo en ellos y tú en mí, porque tú los has amado como me has amado a mí...
San Juan XVII,25-3-23

“Tú, Trinidad eterna, eres el hacedor y yo la creatura, por lo que, iluminada por Ti, conocí que en la recreación que de mi hiciste por medio de la sangre de tu Hijo Unigénito,  estas lleno de amor de la belleza de tu hechura”.

El mismo Jesús, el Verbo de Dios hecho hombre es "el camino, la verdad y la vida." 
La adoración, el amor del Padre y hacer su voluntad Santísimo, fue la vida de Jesús y de ser nuestra vida, y debe ser nuestra verdadera devoción al Padre: Adorar al Padre en Espiritu y en Verdad es la mayor participación que se le da al 
la criatura al recibir la Vida de Dios.


2.2   La redención de la humanidad

La anunciación.
Maria en su virginidad perpetua proclama lo que el hombre era antes del pecado. Ella es la imagen divina, pero intacta. No rota y vuelta a armar.
Por eso Ella es la única con quien Dios puede negociar la Redención del Mundo.

La anunciación es el momento del pacto, del arreglo, del concertar. El FIAT  de María tiene toda la trascendencia del primer “Hagase” de Dios. Ahi se esta jugando la Redención del mundo.
Su entrega incondicional no tiene nada de pasiva. Ella lo sabe. No ha habido ni habrá otra colaboracion con Dios mas importante en toda la historia. María es para siempre inseparable de Cristo y de todo que a Él atañe.

En el año 431 en Efeso las multitudes enardecidas atravesaban la noche con innumerables procesiones de antorchas proclamando a María, la TEOTOKOS. la Madre de Dios. El aroma de María flota como un delicado perfume en torno a la Iglesia por todos los siglos. Mil cien años después en el Tepeyac en 1531 la Virgen de Guadalupe se valió de la misma expresión para darnos a conocer L Identidad Divina y nuestra propia Identidad. “Yo soy la madre del Verdadero Dios por quien se vive”, y después refiriéndose a nosotros: “No estoy Yo aquí que soy tu madre”.....  para después  entregar a los pueblos de América la Fe, El amor, la Esperanza cristianas: La Vida Divina, sobrenatural y eterna que nos trajo Jesús. Por eso es nuestra amorosa Madre : No temas esta enfermedad, ni otro mal alguno, no estoy Yo aquí que soy tu Madre no estas en mi regazo y corres por mi cuenta.
María es Madre de los hombres porque es la Madre de Jesús. El Verbo de Dios se unió Hipostáticamente únicamente con la humanidad sacratísima de Jesús; pero como una consecuencia dichos de aquella unión única, quedamos unidos a Jesús con una unión de gracia y de amor.

La historia del mundo será Adviento hasta venida de Cristo para el juicio final. Pero antes de que llegue la plenitud de Cristo, tendremos siempre en la Anunciación a María el resplandor definitivo que procede del “si” de la criatura. La anunciación a María es “La anunciación a toda creatura”, pero representada en María.

A QUIÉN SE DIRIGE
 A las ovejas perdidas de Israel
  A su Iglesia
  A la humanidad entera
2.3   Llevarnos a Dios
DIOS ES EL PASTOR DE LA HUMANIDAD
Palabras de Benedicto XVI en el Ángelus
CASTEL GANDOLFO, domingo 22 julio 2012 (ZENIT.org).- Esta mañana, a las 12 horas, Benedicto XVI se asomó al balcón del patio del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo y recitó el Ángelus junto a los fieles y a los peregrinos presentes. Ofrecemos las palabras del papa al introducir la oración mariana.
*****
¡Queridos hermanos y hermanas!
La Palabra de Dios de este domingo nos vuelve a proponer un tema clave y siempre fascinante de la Biblia: nos recuerda que Dios es el pastor de la humanidad. Esto significa que Dios quiere para nosotros la vida, quiere guiarnos hacia buenos pastos, en el que podemos alimentarnos y reposarno quiere que nos perdamos y que muramos, sino que lleguemos al destino de nuestro camino, que es precisamente la plenitud de la vida. Eso es lo que cada padre y cada madre quiere para sus hijos: el bien, la felicidad, la realización. En el Evangelio, Jesús se presenta como el Pastor de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Su mirada sobre la gente es una mirada "pastoral". Por ejemplo, en el Evangelio de este domingo, se dice que "al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tiene pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas" (Mc. 6, 34). Jesús encarna a Dios Pastor con su forma de predicar y con su obra, cuidando de los enfermos y de los pecadores, de los que están "perdidos" (cf. Lc. 19,10), para traerlos de vuelta a salvo, en la misericordia del Padre.
Entre las "ovejas perdidas" que Jesús ha salvado hay también una mujer llamada María, de la localidad de Magdala, en el lago de Galilea, y por eso llamada Magdalena. Hoy es su memoria litúrgica en el calendario de la Iglesia. Dice el evangelista Lucas que de ella Jesús hizo huir siete demonios (cf. Lc. 8,2), es decir, la rescató de una total esclavitud al mal.
¿En qué consiste esta profunda sanación que Dios obra a 
través de Jesús? Se trata de una paz verdadera, completa, fruto de la reconciliación de la persona con sí misma y en todas sus relaciones: con Dios, con los demás, con el mundo. En efecto, el Diablo siempre está tratando de arruinar la obra de Dios, sembrando la división en el corazón humano, entre el cuerpo y el alma, entre el hombre y Dios, en las relaciones interpersonales, sociales, internacionales, e incluso entre el hombre y la creación. El mal siembra la guerra; Dios crea la paz. De hecho, como dice san Pablo: Cristo «es nuestra paz: el que de dos pueblos hizo uno, derribando el muro divisorio, la enemistad, a través de su carne" (Ef. 2,14). Para llevar a cabo esta obra de reconciliación radical Jesús, el Buen Pastor, ha debido convertirse en Cordero, "el Cordero de Dios… que quita el pecado del mundo" (Jn. 1,29). Sólo así ha podido llevar a cabo la maravillosa promesa del Salmo: "Bondad y amor me acompañarán todos los días de mi vida, / y habitaré en la casa de Yahvé / un sinfín de días" (22/23, 6).
Queridos amigos, estas palabras nos hacen vibrar el corazón, porque expresan nuestro deseo más profundo, diciendo para lo que hemos sido creados: ¡para la vida, la vida eterna! Son las palabras de aquellos que, como María Magdalena, han experimentado a Dios en sus vidas y conocen su paz. Palabras más que que nunca verdaderas en los labios de la Virgen María, que vive ya para siempre en los pastos del Cielo, donde la ha conducido el Cordero Pastor. ¡María, Madre de Cristo, nuestra paz, ruega por nosotros!
BENEDICTO XVI.
La  Misericordia de Jesús.
Es preciso que en estos días santos miremos al Corazón traspasado de Cristo en la cruz. Es un corazón lleno de amor. La lanza que traspasó este costado nos ha abierto de par en par las puertas de la misericordia de Dios, nos ha declarado hasta dónde llega el amor de Dios por nosotros. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). El Corazón de Cristo es el lugar donde se han reciclado nuestras miserias en la turbina de un amor más grande, que se llama misericordia. La misericordia de Dios es más fuerte que nuestro pecado y es capaz de hacer de nosotros hombres nuevos.
COMO LA REALIZA
3.1    Haciéndose hombre.
3.2    Uniéndose a la humanidad

CRISTO UNIDO A TODO HOMBRE.

Mediante la Encarnación, el Hijo de Dios se ha unido en cierta manera a todo hombre.
El cometido fundamental de la Iglesia es lograr que tal unión pueda actuarse y renovarse constantemente.  
A través de la experiencia de la familia humana que aumenta ahora continuamente a ritmo acelerado, comprendemos con mayor claridad la Base de todos estos caminos que la Iglesia debe reunir en un solo camino.
La Iglesia desea servir a este único fin: Que todo hombre pueda encontrar a Cristo, para que Cristo pueda recorrer con cada uno el camino de la vida.
Cristo es el camino principal de la Iglesia. Es nuestro camino hacia la casa del Padre y es también el camino hacia cada hombre. Aquí se trata del hombre en toda su verdad, en su plena dimensión. No se trata del hombre abstracto, sino real, concreto, de cada hombre, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención. Y con cada uno se ha unido Cristo para siempre por medio de esa Redención de la que todo hombre se ha hecho partícipe desde el momento en que es concebido en el seno de su madre.
La Iglesia no puede abandonar al hombre cuya “suerte” esta tan estrecha e indisolublemente unida a Cristo. Su elección, su llamada, su nacimiento y su muerte,   la salvación o la perdición.

A este hombre en toda la verdad de su vida, en su conciencia, en su continua inclinación al pecado y ala vez en su continua aspiración a la verdad, al bien, a la belleza, a la justicia, al amor. Este hombre es el camino de la Iglesia, camino que conduce la origen de todos aquellos caminos, porque todo hombre, sin excepción alguna, ha sido Redimido por Cristo, se ha unido a Cristo de algún modo, incluso cuando ese hombre no es consciente de ello.

“Cristo muerto y Resucitado por todos, da siempre al hombre – a todo hombre y a todos los hombres – su luz y su fuerza para que pueda responder a su máxima vocación”. (Vat.II- Gaudium et spes). La vocación del hombre en Cristo. El misterio de la Redención donde el problema del hombre esta inscrito con una fuerza especial de verdad y de amor.
No en vano el Apóstol habla del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia y el Concilio Vaticano II enseña que esto significa que “todo hombre esta penetrado por aquel soplo de vida que proviene de Cristo”.
En realidad el misterio del hombre sólo se esclarece en el
misterio del Verbo Encarnado. Porque Adán el primer hombre era figura del que había de venir. El es la plenitud de la justicia en un corazón humano, solo El ha dado satisfacción al amor eterno del Padre para convertirse en justicia de los corazones de muchos hombres.

3.3     Formando su Iglesia
DIOS CUIDA AL MUNDO
Dios vela por el mundo. No es algo ajeno a Él: El lo creó,  Él lo Redimió.  Es su dueño. Quiere Reinar en él: Así lo demuestra la Antigua Alianza con al Promesa del Salvador; así lo demuestra la Nueva Alianza en Jesús y en su Iglesia.
Así lo muestran los grandes santos que han aparecido  en su Iglesia según  sus necesidades Así lo demuestra la intervención de María en los más grandes acontecimientos de la Historia.
Si quieren activar mis sacerdotes Mi reinado en el mundo de las almas, deben parecerse a su Rey, imitar sus virtudes y su amor al Padre. Formar esa vanguardia, y cuidar el trono de su Rey inmortal. 
Pero mi divisa es y ha sido siempre el amor, la caridad, la paz, unificando en un solo Pastor el rebaño que debe honrar con su fidelidad a mi Iglesia amada.
QUIERO REINAR
Quiero reinar en el mundo como Rey de paz y de amor, quiero que se proclame por todo el universo mi realeza , mi dominio de caridad y de unión ; quiero dominar pero con el cetro de la paz, pacificando naciones y corazones,  quiero reinar por el Espíritu Santo.
Mas para reinar crucificado y coronado de espinas, necesito vasallos santos que lo sea a mi imitación, que sean dignos de mi servicio; y esos primeros vasallos son y seran siempre mis sacerdotes, esa primera vanguardia que no me haga traición, sino que se desvele y cuide mis sagrados intereses como propios.
Esa legión de honor que constituye el eje de mi Iglesia debe levantar muy alto el estandarte de la paz que he traído a la tierra;
Mi Corazon completara su reinado a medida que tenga sacerdotes como Él, humildes, puros y sacrificados, santos e inmolados por la causa de su Soberano que reinó sobre la Cruz.
Este Reinado será universal y crecerá a medida de la santidad de mis sacerdotes. Y si Yo solo Reine en el mundo por la Cruz, mis sacerdotes también deben tener por trono la Cruz.
El gran ideal del sacerdote debe ser Jesús crucificado, y su único anhelo en la tierra debe ser imitarloparecerse a El interior y exteriormente.
Ningún sacerdote que tome el camino de la Cruz se perderá, y todos los sacerdotes que voluntariamente, que  amorosamente se abracen de la Cruz, se santificaron y alcanzaran eminentes grados de Unión Conmigo . ESte es el gran secreto de la santidad de un sacerdote, la Cruz; este es el gran antídoto  contra las tentaciones de todas clase, la Cruz.
3.4   Dejándonos su Doctrina
Mateo distribuye la enseñanza de Jesús en 5 grandes apartados.
La idea general de Mateo es hacer de Jesús un “Nuevo Moisés”. Si Moisés dio la Torah en sus 5 libros, las 5 secciones de su Evangelio pondrán a Jesús en esa línea:
!.-  El Sermón de la Montaña y los diez milagros que le siguen.
2.- El Sermón Apostólico.
3.- El Sermón Parabólico sobre el Reino de Dios
4.- El Sermón Eclesiástico con muchos detalles sobre la Vida de la Iglesia.
5,- El Sermón Escatologico del capitulo 24, sobre el destino final de Jerusalén y del mundo.
Mateo nos presenta a la Iglesia no como sustituyendo a la Sinagoga, sino como su precioso fruto, que ha brotado de Ella y va floreciendo poco a poco. 
3.5    Quedándose con nosotros 
Yo soy el sacramento de su amor.
Yo soy La Eucaristia prodigio de amor. La redención no es todavía completa --lo escuchamos--, pero encontrará su plena realización cuando aquellos que Dios ha adquirido sean totalmente salvos. Nosotros todavía estamos en el camino de la redención, cuya realidad esencial se ha dado con la muerte y resurrección de Jesús. Estamos en el camino a la redención definitiva, hacia la plena liberación de los hijos de Dios. Y el Espíritu Santo es la certeza de que Dios llevará a cumplimiento su plan de salvación, cuando conduzca "a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra"  –”mi Cuerpo entregado, mi Sangre derramada”– El Señor anticipa de forma sacramental el sacrificio que va a consumar al día siguiente en el Calvario. Y deja la humanidad sacratísima de Jesús y su Persona Divina con nosotros, para nosotros y en nosotros cuando lo hemos recibido. Y ¿quien lo dijera?. Por medio de vosotros , mis amados sacerdotes, transformados en Mi en el momento de la consagración.
La Eucaristía es el mayor tesoro de la Iglesia porque es 
el sacramento del sacrificio de Cristo, del que hacemos memoria, y es también su presencia viva entre nosotros. No solo simboliza y comunica la gracia, como hacen los demás sacramentos, sino que contiene al Autor de la gracia. De por sí la Misa es el acto de adoración más grande de la Iglesia, pero la adoración fuera de la Misa prolonga e intensifica lo que ha tenido lugar en la celebración y hace posible una verdadera y profunda acogida de Cristo.
Tu Hijo único, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el sacrificio nuevo y eterno, sacramento de su amor. Es entonces cuanto enuncia el Mandamiento Nuevo, proclamado, por otra parte, en cada página del Evangelio.Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amadoLlega la 
hora del “amor (agape) hasta el final. 
Cada uno de nosotros es amado por Jesús “hasta el final”, o sea hasta la donación total de Sí mismo en la cruz, cuando gritó “¡Todo está cumplido!” (Jn. 19,30). Dejémonos alcanzar por este amor, dejémonos transformar, para que realmente se realice en nosotros la resurrección. ¡Los invito por lo tanto a vivir con intensidad el triduo pascual y les deseo a todos una santa Pascua! Gracias. “Para que el amor con que Tu me amaste esté en ellos y Yo en ellos”.
3.6    Dejándonos los sacramentos
Todos los sacramentos purifican, porque llevan algo divino: llevan Mi Sangre, llevan nada ,menos que la influencia viva y palpitante de la Trinidad; en todos campe muy principalmente el Espíritu Santo.
El Padre Fecundando; el Hijo Redimiendo; el Espíritu Santo santificando.
Y los sacerdotes que apliquen estos sacramentos, deben estar sin mancha, porque imparten tesoros del cielo sobre los cuerpos y sobre las lamas; ponen Mi Sello Divino en los corazones; lavan con Mi Sangre y dan eficaces auxilios de gracias a quienes los reciben.
3.7    Incorporándonos a Él como cuerpo suyo 

Yo soy el Bautismo.

Por la participación en la muerte y Resurrección de Cristo, hemos sido hechos miembros de la Iglesia, la familia de Dios, pueblo que, como dice el Concilio Vaticano II, aparece «unido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo»
El apóstol Pablo nos ha recordado que en el bautismo hemos recibido el Espíritu Santo, que nos une a Cristo como hermanos y como hijos nos relaciona con el Padre, de tal manera que podemos gritar: «¡Abba, Padre!» (cf. Rm 8, 15.17). En aquel momento se nos dio un germen de vida nueva, divina, que hay que desarrollar hasta su cumplimiento definitivo en la gloria celestial. La solemnidad litúrgica de la Santísima Trinidad, que celebramos hoy, nos invita a contemplar ese misterio, pero nos impulsa también al compromiso de vivir la comunión con Dios y entre nosotros según el modelo de la Trinidad.

Por último, la bendición divina se cierra con una referencia al Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones; el Paráclito que hemos recibido como un sello prometido: "Él --dice Pablo--, es prenda de nuestra herencia, para redención del Pueblo de su posesión, para alabanza de su gloria"
Tenemos que aceptar que el camino de la redención es también nuestro camino, porque Dios quiere criaturas libres, que digan libremente que sí;ahora es pero es sobre todo y primero, Su camino, Estamos en sus manos  nuestra libertad  es el ir en el camino abierto por Él. Vamos por este camino de la redención, junto con Cristo, y sentimos que la redención se realiza. 
Esta certeza --Dios está por nosotros, y ninguna criatura podrá separarnos de Él, - porque su amor es más fuerte-, tenemos que insertarla en nuestro ser, en nuestra conciencia de cristianos.
"Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?.
La visión que nos presenta san Pablo en esta gran oración de bendición, nos ha llevado a contemplar la acción de las tres Personas de la Santísima Trinidad: el Padre que nos ha elegido antes de la fundación del mundo, ha pensado en nosotros y nos ha creado; el Hijo que nos ha redimido por su sangre, y la promesa del Espíritu Santo, prenda de nuestra redención y de la gloria futura.
       
3.8    Muriendo y Resucitando
La Pascua de Cristo.
SU PLENITUD EN EL NUEVO TESTAMENTO.
A los grandes acontecimientos divinos se sigue Siempre el fruto de que se derrame la Voluntad del Padre en favor nuestro:
A La pasión, muerte y Resurrección de Cristo, la Eucaristía 
adelantada y continuada y actualizada por siempre en cad Misa. Y que Celebramos especialmente en Semana Santa.
A La efusión del Espíritu Santo en Pentecostés, se sigue EL triunfo definitivo. La fiesta de Cristo Rey, que celebramos al final  del año Litúrgico.
Al Domingo de Pascua le sigue le sigue la Fiesta de la Divina  Misericordia El Segundo domingo de Pascua,.
Después de la Fiesta de Cristo Rey, viene la de los fieles difuntos y un día después la todos los santos  
SUS COROLARIOS.
De el hecho de darnos a su Hijo hecho hombre, se sigue también que existiera la Santísima, Virgen María como Madre suya, pero también  como Madre nuestra..
De La decisión del Espíritu Santo de llevar el Evangelio a todos los hombres, hizo que existiera la Iglesia.
El deseo del Hijo de quedarse con nosotros en la Eucaristia, hizo que hubiera Sacerdotes.
EL Amor de toda la Santísima Trinidad por la humanidad pecadora, hizo que existiera la Cruz.
A la Ascensión del Señor que culmina el triunfo Pascual, le sigue la Asunción de María primicia de nuestra propia resurrección y estra llegada a Dios. 
3.9    Participandonos su pureza
No comprenden, no, los sacerdotes, la ternura y la inmensidad de mi amor hacia ellos!... Como el Padre  no ama mas que a su Verbo que lo refleja y que es una cosa con Él, por la Divinidad; así Yo amo mas que a nadie a mis sacerdotes que me reflejan a Mi, que me representan y que deben ser otros Yo mismo.
La santísima Virgen María nos envuelve con su pureza y su amor en cada Misa. El Espíritu Santo fuente de toda pureza nos la comunica por la Cruz. “Mi luz los limpia, mi cercanía los purifica, mi amor los transforma y une”.
La pureza positiva es UNA PARTICIPACIÓN de Dios, es algo 
divino que llevamos en el alma. Y eso divino no es otra cosa que la gracia con el cortejo de virtudes y de dones, que purifica el alma de las manchas del pecado y la diviniza. Viene de Dios su principio y no tiene fin. Solo en el cielo se comprenderá la pureza, porque solo en el cielo se contemplara sin velos a Dios.
Notemos muy bien que la pureza positiva hace dos cosas: 
purifica y diviniza. No solamente quitando las manchas del pecado, sino que también y sobretodo diviniza, es decir, hermosea, engrandece y pone algo divino en le alma y en todas las facultades.
Acaso en la Comunión no recibe el alma, a través del cuerpo, la pureza del Padre, la fecundidad Virginal del Padre para que reproduzca a Jesús y se angeliza. Con la pureza se ve a Dios, se siente a Dios y se LOS 
Es una propiedad sólo de Dios producirlo todo con su virginal fecundidad. Teniendo el sacerdote que ser de padre de las almas dándoles el cieloDepositarios de la inefable Fecundidad del Padre para formar a Jesús en la Eucaristía, en nuestra pobre alma y en la de los demás. tiene que ser puro. Ser un trasunto de la virginal pureza de Jesus.
El sacerdote que corresponde a su vocación, de ser todo amor y toda pureza que sele comunicaron al engendrar en Jesucristo, Sacerdote eterno, su vocación sacerdotal.
Nace y crece en el amor y la pureza y aunque quiera sustraerse a su influencia -y aunque lo haga- siempre aquella santa inclinación se impone y le grite que nació para el cielo y no para la tierra que no se manche con el fango del mundo y que sea amante y puro.
Se da la pureza en la medida del amor y se enciende el amor con la vida interior, las virtudes y la oración.
Y ¿como se borra en mis sacerdotes lo machado?. Se borra con la fecundidad de pureza en Mi hecho hombre, al transformarse en otro Jesús. Esta transformación cubre ante mi Padre, y aun borra con la intensidad de mi virginal pureza, toda mancha, toda sombra, y les comunica mis substancia de luz y de pureza, infinitas en Mi.  Si se convierten, se arrepienten y se humillan los lavo con mi sangre.
El Espíritu Santo es el dador de toda gracia cuyo origen esta en la divina Fecundidad del Padre. Siente el impulso del Espíritu Santo que lo llama, que lo atrae, que no lo deja hasta restaurar en su alma el santo sello de su consagración sacerdotal.
Todo aquel que se enamore de la pureza y que la posea entrar en esos grados fecundos y ascendentes de la transformación en Jesús.
3.10   Dejándonos una Madre
Antes de su muerte, Jesús había adelantado a sus Discípulos         “Que era necesario, que el Hijo del Hombre, fuere entregado en manos de los hombres”, que padeciera y fuera muerto, pero al tercer dia resucitare.
Clavado en la Cruz, Cristo establece el contacto entre Maria y Juan, entre la Virgen y la Iglesia: “ Mujer, he ahí a tu hijo”, ahora en Juan tienes tu a Tu Hijo. “ He ahí a tu Madre”. No te dejaré huérfano, una madre te cuida en tu nacimiento.
Ella fue solidaria en el amor por el fruto de sus entrañas y se hace también solidaria de los hijos que con su muerte a alcanzado Jesus.

VER  LOS OJOS DE LA VIRGEN
DE GUADALUPE
Análisis por Computadora.

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3.11   Transformándonos en El por el Espíritu  
Es tiempo de gracia, es tiempo de misericordia.
“Quiero espiritualizar a las almas que viven ahora materializadas. La fe se hunde, solo reina la vida animal, y la generaliadad de las almas olvidan su origen y su fin, Más para espiritualizar al mundo, necesito almas interiores de sacerdotes, poseídas del Divino Espíritu; almas como mi Alma, cuerpos como mi Cuerpo, corazones como mi Corazón, sacerdotes como el Sumo y eterno Sacerdote”.
Ha llegado el tiempo de impulsar el Reinado del Espíritu Santo y de poner una barrera inexpugnable a Satanás, espiritualizando las almas. Para esto tengo que valerme de los instrumentos que más íntimamente me pertenecen _de mis sacerdotes, que son los indicados para salvar al mundo; pero transformados en Mi por el 
Espíritu Santo.
Yo soy la Encarnación Mística.
“Voy a hablar ahora de ese amor divino de paternidad que me enajena, que me subyuga, que me hace estremecer aun en mi ser de Hombre-Dios y que hace la eterna felicidad del Verbo: !El amor de mi Padre!.
Esa fibra de ese amor, ese reflejo del amor del Padre al Verbo, ese germen santo de su fecundidad  que ha puesto en el alma de las encarnaciones místicas, me atrae, me enamora, y en la tierra causa mis más especiales delicias.
El reflejo de la fecundidad del Padre, que comunica al alma el matiz y colorido, y algo, en cierto sentido, del amor mismo del Padre.

Cierto que con mis sacerdotes tengo una fraternidad especial por ese vínculo con María y por tener un mismo Padre en los cielos; pero en razón del sacerdocio conferido y afirmado por el Espíritu Santo, reciben en poder como de concebir, en cierto sentido, al Verbo hecho carne, En la Misa, en donde se renueva mi Encarnación, mi Pasión y mi muerte.

Así es que todo sacerdote que reproduce a Cristo lleva el reflejo de María más marcado que nadie; y por tanto debe ser como un trasunto de María , la criatura de la tierra más transformada en Mi.
Nadie que no tenga esta transformación puede recibir ampliamente la encarnación mística en su Corazón; y el sacerdote esta obligado, por esta circunstancia más, a transformarse en Mi, si tiene que ser María, si quiere acariciarme con la ternura y el amor y pasión divina y humana de María.
Cada Obispo, cada sacerdote participa en cierto grado y sentido de la maternidad de María.
Cierto que el germen de esta gracia insigne la tienen todos los sacerdotes, la llevan en su sangre, por decirlo así, al recibir la ordenación, el soplo fecundo del Espíritu Santo; porque ese soplo siempre comunica al Verbo, única cosa que Dios puede producir, y en el Verbo todas las cosas.
Una simple visita al Santísimo Sacramento, un tiempo de oración, una adoración, dejan indudablemente huellas en nuestra alma, no huellas del recuerdo, sino un germen de actividad, una chispa de fuego, un rayo de luz, algo de perfume divino de Jesús, un germen divino.

Pero este germen se desarrollará mas y mas  por las gracias especiales y gratuitas del Espíritu Santo. Llevan los sacerdotes el germen; pero el desarrollo de esta gracia solo la efectúa el Espíritu Santo, y exige del alma ciertas condiciones, y extiende su realización plena y su eficacia como don regalado al alma escogida a quien le place darlo.

Quiero una reacción poderosa en los sacerdotes actuales, y para esta reacción les he ofrecido estas confidencias (Cristo a sus sacerdotes a través de Conchita Cabrera de Armida) poderosos medios para su transformación en Mi”.
Y aun para darme futuros sacerdotes santos según el ideal que persigo deben formar ese ideal en si mismos; deben perfeccionar más y más su transformación en Mi, ahondar los puntos de intimidad Conmigo, de recogimiento y oración, de pureza de alma y de metrificación, de hijo perfectos de María, ser otros Jesús en la tierra, formar en la unidad un solo Jesús Salvador conmigo.
Todas las almas deben formar esa comunidad; pero, !cuanto más mis sacerdotes, unos Conmigo y destinados a formar un solo cuerpo en Cristo, una sola alma en el Espíritu Santo!.
3.12  Volviendo glorioso El último dia.
La Venida gloriosa de Cristo para Juicio final es la armonía perfecta entre La Justicia y La Misericordia. 
Hacía falta una acto de amor supremo, total de entrega absoluta para que el Padre mire a la historia restaurada en Jesús que destruye el pecado del hombre y abre la posibilidad del encuentro con la Misericordia de Dios. 
El Hijo de Dios es también hijo del Hombre y por eso el ha tomado sobre Sí mismo las consecuencias del pecado del hombre.
La Cruz La muerte y la vida lucharon entre sí de una manera admirable.
La Cruz no es el cumplimiento de un programa, es la manera de hacer transparente el sentido definitivo del Amor. Dios derrama su Misericordia sobre todos, porque más allá de su Justicia esta su Misericordia.
Sin Cruz no hay Fe, no hay REINO, no hay paz. Por eso no hay nada más allá del crucificado. No hay nada más que dar. No hay nada más que exigir. Dios está escondido en Jesús tomando sobre Sí el peso de la Justicia para que triunfe la Misericordia. Y desde ahora la misericordia que hemos usado con los demás se convertirá en premio de Vida Eterna.
Palabras de Benedicto XVI en la Audiencia General
CASTEL GANDOLFO, miércoles 12 septiembre 2012 (ZENIT.org).- La audiencia general de esta mañana se realizó a las 10,30 horas en el Aula Pablo VI, en donde el santo padre Benedicto XVI --proveniente en helicóptero desde la residencia de Castel Gandolfo- ha encontrado grupos de peregrinos y fieles llegados desde Italia y de todas las partes del mundo.
En su discurso en idioma italiano el papa, siguió el ciclo de catequesis sobre la oración, y centró su meditación en el Libro del Apocalipsis.
Queridos hermanos y hermanas:
El miércoles pasado hablé sobre la plegaria en la primera parte del Apocalipsis, hoy pasamos a la segunda parte del libro, y mientras en la primera parte la oración está orientada hacia el interno de la vida eclesial, la atención en la segunda está dirigida al mundo enteroLa Iglesia de hecho, camina en la historia, es parte del proyecto de Dios.
La asamblea tiene entonces que saber leer en profundidad la historia que está viviendo, aprendiendo a discernir con su fe los acontecimientos para colaborar con el Reino de Dios. Y esta obra de lectura y de discernimiento, como también de acción, está relacionada con la oración.
Hoy quisiera hablar de la oración en el libro del Apocalipsis, que, como ustedes saben, es el último del Nuevo Testamento. Es un libro difícil, pero que contiene una gran riqueza. Este nos pone en contacto con la oración viva y palpitante de la asamblea cristianareunida "en el día del Señor" (Ap. 1,10); es esta, en efecto, la traza de fondo en el que se mueve el texto.
Queridos amigos, el Apocalipsis nos presenta una comunidad reunida en oración, porque es justamente en la oración donde experimentamos siempre en aumentola presencia de Jesús con nosotros y en nosotros. Cuanto más y mejor oremos con constancia, con intensidad, tanto más nos asemejamos a Él, y Él realmente entra en nuestra vida y la guía, dándole alegría y pazY cuanto más conocemos, amamos y seguimos a Jesús, más sentimos la necesidad de permanecer en oración con Él, recibiendo serenidad, esperanza y fuerza en nuestra vida. Gracias por su atención.
¿De qué manera el Señor guía a la comunidad cristiana a una lectura más profunda de la historia? Antes de todo invitándonos a considerar con realismo el presente que estamos viviendo. El Cordero abre entonces los cuatro primeros sellos del libro, y la Iglesia ve el mundo en el cual está insertada, un mundo en el que existen varios elementos negativos. Existen los males que realiza el hombre, como la violencia, que nace del deseo de poseer, de prevalecer unos sobre los otros, al punto de llegar a asesinarse (segundo sello); o la injusticia, porque los hombres no respetan las leyes que se han dado (tercer sello).
A estos se agregan los males que el hombre tiene que sufrir, como la muerte, el hambre, la enfermedad (cuarto sello). A estas realidades, muchas veces dramáticas, la comunidad eclesial viene invitada a no perder nunca la esperanza, a creer firmemente que la aparente omnipotencia del maligno choca con la verdadera omnipotencia que es la de Dios.
Para nosotros seria muy comodo que Dios quitara los males, sobretodo los que nos causan los demás. Pero su Amor no puede arrancar la cizaña antes de tiempo, “no sea que los segadores al arrancar la cizaña arranquen también el trigo”. El Juicio final es la armonía perfecta entre La Justicia y La Misericordia. Y entonces la misericordia que hemos usado con los demás se convertirá en premio de Vida Eterna: “Venid benditos de mi Padre a poseer el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo: “porque tuve hambre y me diste de comer”, “estuve desnudo y me vestiste ... enfermo y me visitaste”.
Querría concluir con alguna alusión al diálogo final (cfr Ap 22,6-21). Jesús repite varias veces: "He aquí que vuelvo pronto" (Ap 22,7.12). Esta afirmación no indica sólo la perspectiva futura del fin de los tiempos, sino también la presente: Jesús viene, pone su morada en quien cree en Él y lo acoge. La asamblea, entonces, guiada por el Espíritu Santo, repite a Jesús la invitación urgente a hacerse cada vez más cercano: "Ven" (Ap 22,17a). Es como la "esposa" (22,17) que aspira ardientemente a la plenitud de la nupcialidad. Por tercera vez hace la invocación: "Amén. Ven, Señor Jesús" (22,20b); y el lector concluye con una expresión que manifiesta el sentido de esta presencia: "La gracia del Señor Jesús esté con todos" (22,21).
CUAL ES EL PAPEL DE JESÚS

Dios ha querido, de verdad, ser nuestro hermano, pertenecer a la especie humana Dios ha querido ser uno de los nuestros y ya no puede dejar de amar y de preocuparse por esta humanidad en la que se ha encarnado y a la que El mismo pertenece.

Para nosotros, éste es el acontecimiento decisivo de toda la historia. El nacimiento del Salvador de los hombres. No ha sucedido ni podrá suceder en el mundo nada más importante. Y con la particularidad de salvarlos de sus propios errores.

Para conocer el misterio de Cristo, para conocer la caridad de su Corazón, es preciso vislumbrar siquiera sus dolores internos; para eso se necesita estar corroborados en el hombre interior, que Cristo habite por la fe en nuestros corazones, que estemos arraigados y fundamentados en la caridad.

Por la Encarnación del Verbo María trajo de nuevo al mundo el amor y la pureza, dejando en el amor y pureza, pureza y amor.

Si la sangre de los mártires ha dado vida a la Iglesia y ha hecho germinar cristianos; la sangre de las almas , los ocultos martirios, la prolongación del Verbo hecho carne y martir de amor en otras almas, ha dado y dará sacerdotes santos en la Iglesia de Dios.

“Yo - el Verbo – y el Espíritu Santo, estamos empeñados en esta última etapa del mundo en levantar a la Iglesia con sacerdotes santos; y por este medio divino del Verbo y del Espíritu Santo con María, se hará esa reacción universal”.

4.1    El papel de María
Se expresa En Una frase del Vaticano II, densa y rigurosa:  “Asi María, hija de Adán, aceptando la palabra divina, fue hecha Madre de Jesús y abrazando la Voluntad Salvífica de Dios, con generoso corazón y sin impedimento de pecado alguno, se consagró totalmente a si misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la Redención con Él y bajo Él, por la gracia de Dios  omnipotente.
!Que hermoso texto!. que pone de manifiesto la actitud de María:
Aceptando la palabra de Dios: actitud de fe y confianza.
Abrazando la voluntad salvífica de Dios: Actitud de disposición y de amor.
Sirviendo al misterio de la Redención: actitud de obediencia y humildad.
La anunciación es el momento del pacto, del arreglo, del concertar. El FIAT  de María tiene toda la trascendencia del primer “Hagase” de Dios. Ahi se esta jugando la Redención del 
mundo.
Su entrega incondicional no tiene nada de pasiva. Ella lo sabe. No ha habido ni habrá otra colaboracion con Dios mas importante en toda la historiaMaría es para siempre inseparable de Cristo y de todo que a Él atañe.
En el año 431 en Efeso las multitudes enardecidas atravesaban la noche con innumerables procesiones de antorchas proclamando a María, la TEOTOKOS. la Madre de Dios. El aroma de María flota como un delicado perfume en torno a la Iglesia por todos los siglos. Mil cien años después en el Tepeyac en 1531 la Virgen de Guadalupe se valió de la misma expresión para darnos a conocer La Identidad Divina y nuestra propia Identidad. “Yo soy la madre del Verdadero Dios por quien se vive”, y después refiriéndose a nosotros: “No estoy Yo aquí que soy tua madre”.....  para después  entregar a los pueblos de América la Fe, El amor, la Esperanza cristianas, La Vida Divina, sobrenatural y eterna que nos trajo Jesús. Por eso es nuestra amorosa Madre :No temas esta enfermedad, ni otro mal alguno, no estoy Yo aquí que soy tu Madre no estas en mi regazo y corres por mi cuenta.
María es Madre de los hombres porque es la Madre de Jesús. El Verbo de Dios se unió Hipostáticamente únicamente con la humanidad sacratísima de Jesús; pero como una consecuencia dichos de aquella unión única, quedamos unidos a Jesús con una unión de gracia y de amor.
La historia del mundo será Adviento hasta venida de Cristo para el juicio final. Pero antes de que llegue la plenitud de Cristo, tendremos siempre en la Anunciación a María el resplandor definitivo que procede del “si” de la criatura. La anunciación a María es “La anunciación a toda creatura”, pero representada en María.
4.2    El papel del Espíritu Santo
Pide  esta reacción,  este  "nuevo Pentecostés‰",  que  mi  Iglesia  necesita: sacerdotes  santos  por  el  Esp€ritu  Santo.  El  mundo  se  hunde  porque  fallan sacerdotes de fe que lo saquen del abismo en que se encuentra; sacerdotes de luz para iluminar los caminos del bien: sacerdotes puros para sacar del fango a tantos corazones: sacerdotes de fuego que llenen de amor divino al universo entero.

 Vendrá una nueva redención, no por mi pasión humana, sino por mi pasión en las almas crucificadas; y un nuevo Pentecostés por el impulso vivo y ardiente del Espíritu Santo, para honra del Padre, que es el fin que nos proponemos el Espíritu Santo y Yo”.

El Espíritu de Jesús debe Reinar en el mundo y aunque actualmente por todas partes reina en el mundo el espíritu del mal, este Reinado de Jesús en su Santo Espíritu llegara al mundo y llegará pronto por medio de María. Su primer paso es el Pleno Reinado del Espíritu Santo en los sacerdotes, por medio del cual Jesús “se hará presente de nuevo” para salvarlo, luego reinará en las almas, en las naciones y en el mundo entero,  para gloria del Padre, honor de su Iglesia, espiritualización del mundo materializado, regreso a Dios de muchas almas que Satanás tiene en sus garras, santificación universal de sus sacerdotes, una nueva resurrección superior a la resurrección de Lázaro, la de todos sus sacerdotes  a favor de toda la Iglesia.
4.4    El  papel de los sacerdotes
El Verbo, Yo hecho hombre, he regalado mi sangre y mi vida en una cruz, y mi cuerpo y mi alma y Divinidad en la Eucaristia, y me doy y regalo en todos los sacramentos.
Y el Espíritu Santo se da también a todas las almas por la gracia, se derrama a torrentes en favores y carismas, en dones y frutos y se convierte Él mismo en Don.
El Padre da nada menos que a su Hijo divino, se lo regala al hombre de mil maneras, para su servicio, su imitación, su consuelo, su salvación eterna.
Mi Iglesia regala cuanto tiene, Ella da siempre, aunque no reciba, Regala cuanto tiene,  hasta el cielo y no quiere tener en su seno a almas egoístas, almas tacañas que se cuidan mucho de dar y menos de darse como debieran, en su sagrado ministerio, a las lamas. 
“Ellos son , como el Espíritu Santo, como mi Padre, padres de 
los pobres y no solo deben dar, con toda buena voluntad, los 
auxilios espirituales, pero aun es de su obligación dar, y aun buscar auxilios materiales hasta donde sus fuerzas y haberes se lo permita”.
SACERDOTES SANTOS
Quiero en mis sacerdotes la perfecta transformación en Mí para que su vida entera sea un acto de amor continuado a mi Padre Celestial, porque esa fue mi vida en la tierra y la que ellos deben continuar.

Transformarse en Jesús es llevar grabada en el alma, con rasgos de luz divina la imagen de Jesús, Sabiduría Increada.

Estar unido a Jesús, identificado con El para poder El fin de la santificación de las almas es la gloria del Padre, la
esencia de esa obra maravillosa es la transformación en Jesús.

Continuar su dulce misión de Salvador, pero más que todo, imitar su vida interior.: Amar, venerar, dar gusto al Padre y tener una sola voluntad con la suya. Aqui esta lo mas alto de la transformación. Un sacerdote necesita ser santo para santificar, estar poseído, compenetrado de mi Santo Espíritu. Y Cual es mi Espíritu sino el Espíritu Santo.

Pidan y ofrescan todos sus sacrificios y dolores en Mi unión por el esplendor de mi Iglesia, en sus sacerdotes santos. Vendrá una reacción más fecunda en ella, por la transformación de sus sacerdotes en Mi, que abrirá nuevos horizontes de perfección a las almas por el Espíritu Santo.

Mi Padre entonces derramara muy abundantes bendiciones sobre la Iglesia, al contemplarme a Mí en los sacerdotes;  entonces se realizará aquel ideal preconcebido en mi mente divina eternamente, de la extensión del Verbo divino hecho hombre en su Iglesia, para la gloria de la Trinidad. Entonces los sacerdotes unificados en Mi, su Cabeza suprema, formaremos un solo sacerdote y seremos uno en la unidad de la Trinidad.

Mi eterna mirada sobre los sacerdotes, mirada purísima de amor, de elección, los envolvió eternamente y abarcó no sólo 
a su alma predilecta, sino a miles de almas también, pues que cada sacerdote es cabeza de otras muchas almas.
Yo al mirar eternamente a un sacerdote vi en el un escuadrón 
de almas por él engendradas con la fecundación del Padre, por el redimidas en unión de mis méritos, por el formadas santíficadas y salvadas, que me darían gloria eternamente.
Esa mirada de la Trinidad, al engendrar en su mente un alma de sacerdote, producida en Mí por el Padre y el Espíritu Santo, ya abarcaba en el tiempo -por el concurso del sacerdote-, un mundo de otras almas que a su tiempo emgendraría él espiritualmente en mi Iglesia para darme gloria.
Cada sacerdote, eternamente concebido en el Padre, tiene una especie de eterna generación unida al Verbo. No es cualquier cosa la vida de un sacerdote, tiene un origen espiritual y divino; tiene un germen del cielo, tiene concurso de la Trinidad; tiene algo de infinito procedente del Padre y de su fecundidad que comunica al sacerdote para que le de almas. Por eso es tan sublime tan santa, tan sobrehumana la vocación de un sacerdote y su misión en la tierra.
No hay idea en el mundo material ni en el intelectual de la 
grandeza de un sacerdote. Yo fui y soy el Sacerdote eterno, y como Yo vengo del Padre, los sacerdotes -hermanos míos- vienen también de ese Padre amado, y por el Espíritu Santo (que procede del Padre y del Hijo) son sublimados.
Toda la Trinidad concurre en la formación de un sacerdote, y no hay altura en el cielo y en la tierra, después de la Trinidad y de María, comparable con la del sacerdote.
Ya se verá si tiene por derecho, por consanguinidad -si cabe decirlo- con la Trinidad por sus inmensas prerrogativas, si tiene que ser santo.
4.5    El papel de su Iglesia
Yo soy la Iglesia esposa de Cristo.
Depositaria de los tesoros de su redención, nacida del costado herido de Jesús en la cruz, vivificada y regida por el Espíritu Santo que la conduce hacia el Padre hasta consumarla el último día, en Jesús, en la unidad de la Trinidad.

“Yo vine al mundo para salvarlo por el divino medio de mi Iglesia, Esposa muy amada del Cordero; y por eso les deje mi doctrina en relación con mis ejemplos y le di mi sangre y mi vida y mi Madre y cuanto era y tenía un Dios hombre, un hombre Dios. Deje trazado el camino con mis ejemplos y mi cruz. Y para consolar a esa Iglesia amada, envié al Espíritu Santo para completar mi obra redentora y salvadora; y El es la luz y el alma de la Iglesia amada, obsequio para mi Padre, que viene a prepararle en la tierra, con el fin de darle adoración, almas, sacerdotes, ¡gloria!.”
  
“En mi Iglesia tengo mi asiento en la tierra; en la Iglesia tiene sus delicias un Dios humanado; en la Iglesia se veneran los misterios de su vida, pasión y muerte. Ella tiene mis Evangelios que son mi palabra latente y con vida. En los sagrarios estoy Yo; en los sacramentos estoy Yo que doy, que me derramo e infiltró en los corazones puros. Nada existe para Mi mas bello que mi Iglesia, que baja al purgatorio y se remonta al cielo. Mi Padre la mira complacido por lo que tiene de MI, por lo divino que contiene, por ser obra mía y del Espirita Santo”.

En la Iglesia mora la Trinidad beatísima y el Espíritu Santo es su alma y su vida. Posee a la Trinidad que la rige y le da vida.
¿Que otra cosa es el soplo del Espíritu Santo sino la fecundidad del Padre?.
Todo lo divino que encierra la Iglesia se debe a la santa fecundidad del Padre, fecundidad asombrosa que El ama y que, comunicandola a los sacerdotes, no quiere verla inactiva y olvidada; antes bien, por la virtud  quiere que me reproduzca a Mi, el Verbo Encarnado, en las almas, en los grados de transformación ascendente que las asemeje a Mi.

“María recibió directamente del Padre, por el Espíritu Santo, esta sublime y santísima fecundidadnada menos que dándole a su Verbo, a la segunda Persona de la Santísima trinidad, para hacerlo hombre en su purísimo seno”.
Esta gracia estupenda y singular en la tierra fue solo para María, la sin mancha, escogida desde la eternidad para la maternidad divina.
Por eso María fue tan pura, tan inmaculada, tan limpia de toda sombra e mal, porque fue preconcebida en el seno del Padre, Virgen y Luz; porque el Espíritu Santo la cubrió con su sombra de Luz, pero de Luz fecunda, de aquella Luz eterna e increada, propia de la fecundidad del Padre, cuya esencia es la Luz, es la Virginidad, es la Pureza.
Ahora bien, si el Padre comunica a los sacerdotes su fecundidad para que ejerzan en el mundo  la paternidad en las almas, dándoles vida para el cielo, ellos también, por la virtud de esta fecundidad divina, deben ser luz, porque han recibido, en el germen divino de la fecundidad del Padre, su ser de luz, de virginidad, de limpìdez, de pùreza que los hará verdaderos padres que tienen que engendrar en la Iglesia almas de luz, de claridad de pureza.
4.6    El de los fieles.
BENEDICTO XVI. 
La participación de los laicos en la misión sacerdotal de Cristo.
“Los laicos, consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, están maravillosamente llamados y preparados para producir siempre los frutos más abundantes del Espíritu. En efecto, todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, e incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, se convierten todos en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo, que ellos (los laicos) ofrecen  con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la eucaristia, uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta manera, también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan una conducta sana, consagran el mundo mismo a Dios” (LG 34).
De manera particular, los padres participan de la misión de santificación “impregnando de espíritu cristiano la vida conyugal y procurando la educación cristiana de los hijos.
5.   IDENTIDAD SACERDOTAL 

Mons. Leopoldo Ruiz y Flores, en el mensaje que escribió como prólogo al libro  ¨A mis sacerdotes¨ en su primer edición dice: Llegó a creer, sin vacilar que “Habéis bendecido a Dios con toda vuestra alma” al descubrir en este opúsculo una prueba patente de la Bondad y Misericordia de Dios que ha si ha querido confortarnos en esta prueba y suplir de manera admirable los medios de santificacion de que careceis en la actualidad.
Estas  confidencias por su contexto general tienen un sentido clarísimo de amor de predilección  para los sacerdotes... amados, elegidos, socios de Jesús en su obra redentora y salvadora.

“El Sacerdote y la Encarnación tienen entre sí mutuas y misteriosas relaciones”.
En el altar, el sacerdote unido al Dios hombre, opera el misterio de la transubstanciación. Entonces el Dios hecho carne, al servirse del sacerdote para la transubstanciación como se sirvió de su propia humanidad para instituir la Eucaristía refleja en el místicamente y en cierto grado el misterio de la Encarnación.
Lo que no debe extrañar, pues en realidad todos los misterios se reflejan en el corazón del sacerdote a la hora de la consagración. El misterio de unidad muy especialmente, porque, al transformarse en Mi en aquella hora solemne del sacrificio, viene a ser uno conmigo, en la unidad de la Trinidad.
También se refleja en el el misterio de la Eucaristia, porque al transformarse en Mi, participa en la unidad de la Eucaristia, cuya sustancia es una, aunque se multipliquen las especies.
Y si todos los cristianos desde el Bautismo son templo del Espíritu Santo, los sacerdotes no sólo son su templo, sino su poseción. Porque el Padre se los dedico eternamente al Espíritu Santo; porque Yo, el Hijo, los conquiste por mis infinitos méritos;  porque el mismo Espíritu Santo cuando obro la Encarnación del Verbo en María virgen se gozó también en divinazar la vocación sacerdotal con el contacto del Verbo y puso en esa vocación una fibra de la fecundacion del Padre y un reflejo de su Inmaculada Esposa, imagen de la Iglesia.
Y aquí hemos llegado al punto final de la transformación en Mi, a lo más elevado de ella, a la perfecta unidad en la Trinidad. Aquí está también el secreto de la atracción del sacerdote respeto de las almas, de la fecundidad de su apostolado, de la comunicación de pureza, de unión, de luz, de virtudes, de lo divino; porque no es el sacerdote el que vivesino Yo en él con todas mis virtudes, carismas y dones, y aun con la comunicación de los esplendores eternos de la Trinidad.
Hasta este punto final de la fusión de las almas sacerdotales con Dios y en Dios, quiero que lleguen mis sacerdotes. Este es el punto final de la mas elevada unión y del ideal bellísimo de mi Padre al engendrar la Iglesia eternamente en su entendimiento, con todos,los miembros que la formarían, hasta endiosarlos por medio de su trasnformación en Mi, Dios hombre. Este fue también el hermoso ideal del Padre al engendrar en María el Verbo, por medio del Espíritu Santo, este fue su fin: no hacer muchos dioses, sino un solo Dios y a todos los sacerdotes en Él, por su unidad perfecta en la Trinidad.
Esa unidad en la Trinidad que he pedido a mi Padre, y que en 
un arranque de amor infinito hacia el Hijo, hacia Mi,                    Dios-hombre, me ha concedido: El que sean uno Conmigo y con El, por medio de su transformación en Mi. Yo en ellos, el Padre y el Espíritu Santo en Míformando todos una sola unidad.
¿Se ve ahora claro porque tiendo en estas coinfidencias a esa unidad eterna?, ¿porque quiero a mis sacerdotes unos conmigo y tan hechos Yo en Mi, que nos perdamos todos en la Trinidad, volviendo al seno santísimo y divino del Padre, en donde fuimos - ellos y Yo, con la Iglesia - eternamente engendrados?
¿No es de justicia  que Yo anhele y pida en estos últimos tiempos la reacción por fin  de mis sacerdotes en Mi, por puro amor y con el objeto de devolver al Padre lo del Padre, lo suyoa su Jesús ya no solo, sino a todos los sacerdotes en Él, formando un Salvador único - los sacerdotes en Mi -, con todos los sacerdotes transformados?
“ Y es un hecho que hasta allá puede llegar un sacerdote transformado en Mi, hasta ese grado de elavación, hasta fundirse en la Trinidad, pasando por Mi, Jesucristo, Dios y hombre; porque nadie sube al Padre ni lo conoce, si Yo no se lo doy a conocer ”.
Porque no fueron ellos los que me eligieron, mi amor se 
adelantó a su amor,  y aun antes de darles el ser y con él la vocación al sacerdocio para que sirvieran a mi Iglesia, ya mi Padre de toda la eternidad los había engendrado en su mente con singular elección, con mirada eterna de amor de Padre. Desde aquel principio, ya el Padre me miraba a Mi en los sacerdotes ya los sacerdotes en Mi.


Y al sacerdote le pide la inmensa gratitud por el DON recibido,
configurarse a Jesús en quien ha sido injertado, y corresponder a ese amor ganando almas para Dios. Ser signo visible, palpable, vivo de Cristo. El gran ideal del sacerdote debe ser Jesús crucificado.

Juan Pablo II.
Quisiera añadir unas elevadas consideraciones que el Beato Juan Pablo II formuló en una numerosa ordenación en Brasil sobre la actuación de Cristo en el sacerdote, en sus palabras y gestos, destacando la íntima e inseparable unión que entonces se realiza entre el sacerdocio de Cristo y el sacerdocio ministerial: «Jesús –decía el Beato Pontífice– nos identifica de tal modo consigo en el ejercicio de los poderes que nos confirió, que nuestra personalidad es como si desapareciese delante de la suya, ya que es Él quien actúa por medio de nosotros.

“Por el sacramento del orden —dijo alguien acertadamente (el Papa cita a san Josemaría)—, el sacerdote se capacita efectivamente para prestar a Nuestro Señor la voz, las manos, todo su serEs Jesucristo quien, en la Santa Misa, con las palabras de la Consagración, cambia la sustancia del pan y del vino en su Cuerpo y en su Sangre” . Y podemos añadir: Es el propio Jesús quien, en el sacramento de la penitencia, pronuncia la palabra autorizada y paterna: “Tus pecados te son perdonados” (Mt 9,2; Lc 5,20; 7,48; cf. Jn 20,23). Y es Él quien habla, cuando el sacerdote, ejerciendo su ministerio en nombre y en el espíritu de la Iglesia, anuncia la Palabra de Dios. Es el propio Cristo quien cuida a los enfermos, los niños y los pecadores, cuando les envuelve el amor y la solicitud pastoral de los ministros sagrado.
Su único anhelo en la tierra debe ser imitarlo, parecerse a El 
interior y exteriormente.
Ningún sacerdote que tome el camino de la Cruz se perderá, y todos los sacerdotes que voluntariamente, que  amorosamente se abracen de la Cruz, se santificaron y alcanzaran eminentes grados de Unión Conmigo . ESte es el gran secreto de la santidad de un sacerdote, la Cruz; este es el gran antídoto  contra las tentaciones de todas clase, la Cruz.
EL SECRETO PARA ATRAER A LAS ALMAS
En el Evangelio, Jesús se presenta como el Pastor de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Su mirada sobre la gente es una mirada "pastoral". Por ejemplo, en el Evangelio de este domingo, se dice que "al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tiene pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas" (Mc. 6, 34). Jesús encarna a Dios Pastor con su forma de predicar y con su obra, cuidando de los enfermos y de los pecadores, de los que están "perdidos" (cf. Lc. 19,10), para traerlos de vuelta a salvo, en la misericordia del Padre.
¿Y como atraer los sacerdotes al mundo de las almas que se pierden, arrebatadas por la corriente de la impureza,de la vanidad, de la soberbia y de las malas pasiones? Solo siendo otro Yosolo transformándose plenamente en Mí, para tener esa virtud divina de atracción divina que sólo Yo poseo por haberla recibido del Padre, una sola Divinidad Conmigo.
Solo Yo tengo ese atractivo santo que santifica, ese imán divino que atrae a lo puro, a lo recto, a lo elevado a lo santo.
Solo Yo comunico el alejamiento de la tierra y se elevar a las almas a regiones superiores.
Solo Yo tengo el poder de transformar a las almas y de trazarles el camino que soy Yo mismo, para que entrando por e camino que conduce al cielo se salven.
Solo Yo tengo influjo divino para subyugar a los corazones.
Solo Yo tengo medios y riquezas desconocidas para atraer, para convencer, para convertir, para transformar.
Pero si los sacerdotes son otros Yo, si se transforman en Mí, también ellos tendrán todas las prerrogativas que Yo tengo; y sin salir de Mi, unificados en Mi y por lo mismo en la Trinidad, obraran cosas estupendas, milagros verdaderos de conversiones; y su palabra tendrá eficacia, porque sera Mi palabra; y sus obras serán mis obras, todas sobrenaturales y divinas; y su querer sera el mio; y su voluntad, mi voluntad y la de mi Padre.
!Oh! !y que grandes tesoros, muchos que se ven y otros que la inteligencia humana no alcanza a comprender en la tierra, sele ofrecen al sacerdote transformado en Mi!
Entonces sele comunicará esa virtud de atracción, ese atractivo santo que, cautivando a las almas por lo que es mio, las santifique y las salve, Volveré entonces a la tierra en mis sacerdotes, como tanto lo anhelo y cambiará la faz del mundo y de los corazones.
Y es necesario que esto sea un hecho; es de todo punto 
indispensable que yo no solo me refleje en mis sacerdotes, sino que ellos sean Yo mismo, unos Conmigo, para evangelizar de nuevo a las multitudes, pero que exhalen ellos el perfume de su divino Maestro.
!Quiero apóstoles, quiero mártires, no tan solo de sangre, sino por el cumplimiento de sus deberes; martirios de amor, martirios de paciencia y de abnegación en mi servicio! Vendrán legiones de sacerdotes santos que santifiquen, de sacerdotes otros Yo, todos impregnados del Espíritu Santo!
Sin duda que ya los hay, de lo contrario,se hubiera hundido el mundo,puesto que son los pararrayos de mi justicia y los que compensan -en lo posible- las faltas, los pecados, las miseria e ingratitudes de la tierra. ¿No he dicho que ya los siente mi pecho, que ya recibo el incienso de sus sacrificios y el aroma de su fervor?
Unos sacerdotes suplen lo que a otros les falta; pero no me satisface, sino que quiero a todos mis sacerdotes puros, santos y perfectos.
Quiero a todos mis sacerdotes transformados en un solo Sacerdote, en Mi; quiero hacer de todas sus almas una sola alma con la mía, un solo corazón con el mio, un mismo espíritu de atracción que es el mio; porque es el Espíritu Santo, todo amor, el que atrae y el que suavisimamente subyuga, el que derrama un ambiente de unción divina, de virtud sobrenatural que fascina a las almas y las convierte.




LA LÓGICA DE DIOS ES SIEMPRE 'OTRA' RESPECTO A LA NUESTRA

Palabras del santo padre en el rezo del Ángelus
CASTEL GANDOLFO, domingo 23 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Al mediodía de hoy, el santo padre Benedicto XVI se asomó al balcón del patio interior del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos presentes. Estas son las palabras del papa al introducir la oración mariana.
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¡Queridos hermanos y hermanas!
En nuestro camino a través del evangelio de san Marcos, el domingo pasado entramos en la segunda parte, es decir, el último viaje a Jerusalén y hacia la cumbre de la misión de Jesús. Después de que Pedro, en nombre de los discípulos, ha profesado la fe en Él, reconociéndolo como el Mesías (cf. Mc. 8,29), Jesús comenzó a hablar abiertamente sobre lo que le pasaría al final.
El evangelista muestra tres predicciones sucesivas de la muerte y la resurrección, en los capítulos 8, 9 y 10: en ellos Jesús proclama cada vez más claro, el destino que le espera y su necesidad intrínseca. El pasaje de este domingo contiene el segundo de estos anuncios. Jesús dice: "El Hijo del hombre --una expresión con que se designa a sí mismo--, será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará" (Mc. 9,31). Los discípulos "no entendían lo que les decía y temían preguntarle" (v. 32).
De hecho, leyendo esta parte del relato de Marcos, está claro
que entre Jesús y los discípulos hay una profunda distancia interior; están, por así decirlo, en dos longitudes de onda diferentes, por lo que los discursos del Maestro no son comprendidos, o lo son solo de modo superficial. El apóstol Pedro, inmediatamente después de haber manifestado su fe en Jesús, se permite regañarlo porque predijo que deberá ser rechazado y asesinado. Después del segundo anuncio de la pasión, los discípulos discutían sobre quién era el más grande entre ellos (cf. Mc. 9,34); y después, en el tercero, Santiago y Juan le piden a Jesús, el poder sentarse a su derecha y a su izquierda, cuando esté en la gloria (cf. Mc. 10,35-40).
Pero hay otras diversas señales de esta distancia: por ejemplo, los discípulos no logran curar a un muchacho epiléptico, que después Jesús sana con el poder de la oración (cf. Mc. 9,14-29); o cuando le presentan los niños a Jesús, los discípulos le reprochan, y al contrario Jesús, indignado, les hace quedarse, y afirma que solo los que son como ellos pueden entrar en el Reino de Dios (cf. Mc. 10,13-16).
¿Qué nos dice esto? Nos recuerda que la lógica de Dios es siempre "otra" respecto a la nuestra, según lo revelado por Dios a través del profeta Isaías: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros proyectos son mis proyectos" (Is. 55,8). Por ello, seguir al Señor le exige siempre al hombre una profunda conversión, de todos nosotros, un cambio en el modo de pensar y de vivir, le obliga a abrir el corazón a la escucha para dejarse iluminar y transformar interiormente.
Un punto-clave en el que Dios y el hombre se diferencian es el orgullo: en Dios no hay orgullo, porque Él es toda la plenitud y está siempre dispuesto a amar y a dar vida; en nosotros los hombres, sin embargo, el orgullo está profundamente arraigado y requiere una vigilancia constante y una purificación.
Nosotros, que somos pequeños, aspiramos a vernos grandes, a ser los primeros, mientras que Dios que es realmente grande, no teme de abajarse y ser el último.
Solo la Virgen María está perfectamente "sintonizada" con Dios: invoquémosla con confianza, a fin de que nos enseñe a seguir fielmente a Jesús en el camino del amor y de la humildad.
JUAN PABLO  I
CONSEJOS PRÁCTICOS A LOS SACERDOTES
ROMA, Domingo 26 agosto 2012 (ZENIT.org).- 
El verano de 1978 no fue un verano cualquiera para la Iglesia católica. El 6 de agosto, después de quince años de pontificado, falleció Pablo VI. El 26 de agosto, después de un rapidísimo cónclave —dos días y cuatro votaciones— fue elegido Papa el patriarca de Venecia, que tomó el nombre de Juan Pablo I: Albino Luciani, «el Papa de la sonrisa», «el Papa humilde», «el Papa catequista», «el Papa párroco del mundo», «la sonrisa de Dios».
Amablemente se dirigió a todos los hombres, viendo en ellos «únicamente» a amigos y hermanos «sedientos de vida y de amor».
Su discurso se articuló en seis puntos programáticos, presentados con una palabra cargada de fuerza e inusual en el lenguaje de un Papa: «Queremos». Salta a la vista una programación de ideas originales: fe y cultura encuentran una feliz síntesis.
Teniendo nuestra mano asida a la de Cristo, apoyándonos en Él, hemos tomado también Nos el timón de esta nave, que es la Iglesia, para gobernarla; ella se mantiene estable y segura, aun en medio de las tempestades, porque en ella está presente el Hijo de Dios como fuente y origen de consolación y victoria.
Nos disponemos a asumir esta tremenda misión consciente de que la Iglesia católica es insustituible, de que su inmensa fuerza espiritual es garantía de paz y de orden, como tal está presente en el mundo, y como tal la reconocen los hombres esparcidos por todo el orbe.
Y mientras camina a través de peligros y tribulaciones, es confortada por la fuerza de la gracia divina que el Señor le prometió, para que a pesar de la debilidad humana no falte a su fidelidad absoluta, antes bien, se mantenga esposa digna de su Señor y no cese de renovarse a sí misma, bajo la acción del Espíritu Santo, hasta que por la cruz llegue a la luz sin ocaso » (Lumen gentium, 9)
La Iglesia, llena de admiración y simpatía hacia las conquistas del ingenio humana, pretende además salvar al mundo, sediento de vida y de amor, de los peligros que le acechan.
La tentación de sustituir a Dios con la decisión autónoma que prescinde de las leyes morales, lleva al hombre moderno al riesgo de reducir la tierra a un desierto, la persona a un autómata, y la convivencia fraterna a una colectivización planificada, introduciendo no raramente la muerte allí donde en cambio Dios quiere la vida.

Y abrazamos con amor también a todos los sacerdotes, especialmente a los párrocos y a cuantos se dedican a la cura directa de las almas, en condiciones muchas veces de penuria o de auténtica pobreza, pero sostenidos al mismo tiempo luminosamente por la gracia de la vocación y por el seguimiento heroico de Cristo, «pastor y guardián de vuestras almas» (1 Pe 2, 25).

-Pero queremos enviar un saludo particular a cuantos sufren en el momento presente; a los enfermos, a los prisioneros, a los emigrantes, a los perseguidos, a cuantos no logran tener un trabajo o carecen de lo necesario en la dura lucha por la vida; a cuantos sufren por la coacción a que está reducida su fe católica, que no pueden profesar libremente sino a costa de sus derechos primordiales de hombres libres y de ciudadanos solícitos y leales. Pensamos de modo particular en la atormentada región del Líbano, en la situación de la Tierra de Jesús, en la faja del Sahel, en la India tan probada, y en todos aquellos hijos y hermanos que sufren dolorosas privaciones, sea por las condiciones sociales y políticas, sea a consecuencia de desastres naturales.
« Pedro, por su naturaleza, era simplemente un hombre; por la gracia, un cristiano; por una gracia todavía más abundante, uno y a la vez el primero de los Apóstoles »
« No deja de presidir su sede San Pedro, y está vinculado al Sacerdote eterno en una unidad que nunca falla... Y por eso todas las demostraciones de afecto que, por complacencia fraterna o piedad filial, habéis dirigido a Nos, reconoced con mayor devoción y verdad que las habéis dirigido conmigo a aquel cuya sede nos gozamos no tanto en presidir, como en servir » (S. LEÓN MAGNO, Sermo V, 4-5; PL 54, 155-156).
El Papa comienza su ministerio apostólico invocando a la Virgen y con la atención centrada en Cristo Rodeado de vuestro amor y sostenido por vuestra oración, comenzamos nuestro servicio apostólico invocando, cual espléndida estrella de nuestro camino, a la Madre de Dios, María, Salus populi romani y Mater Ecclesiae, que la liturgia venera de manera particular en este mes de septiembre.


Quizá hayáis advertido que ya cuando hablé a los cardenales en la Capilla Sixtina, aludí a la « gran disciplina de la Iglesia » que debía «mantenerse en la vida de los sacerdotes y de los fieles». Sobre este tema habló con frecuencia mi venerado Predecesor, y sobre lo mismo me permito hablaros brevísimamente con confianza de hermano en este primer encuentro.
Fomentar el recogimiento interior
Hay una disciplina « pequeña », que se limita a la observancia puramente externa y formal de normas jurídicas. Pero yo quisiera hablar de la disciplina « grande ». Esta existe sólo cuando la observancia externa es fruto de convicciones profundas y proyección libre y gozosa de una vida vivida íntimamente con Dios. Se trata --escribe el abad Chautard-- de la acción de un alma, que reacciona continuamente para dominar sus malos inclinaciones y para ir adquiriendo poco a poco la costumbre de juzgar y de comportarse en todas las circunstancias de la vidasegún las máximas del Evangelio y los ejemplos de Jesús. « Dominar las inclinaciones » es disciplina. La frase « poco a poco » indica disciplina, que requiere esfuerzo constante, prolongado, nada fácil. Incluso los ángeles que vio Jacob en sueños no volaban, sino que subían los escalones uno a uno; ¡figurémonos nosotros, que somos pobres hombres sin alas! La « gran » disciplina requiere un clima adecuado. Ante todo, el recogimiento. Una vez sucedió en la estación de Milán que vi a un maletero durmiendo pacíficamente junta a una columna y apoyada la cabeza en un saco de carbón... los trenes partían silbando y llegaban chirriando con las ruedas; los altavoces daban sin cesar avisos que aturdían; la gente iba y venía con ruido y jaleo, pero el hombre seguía durmiendo y parecía decir: « Haced lo que os plazca, porque yo tengo necesidad de quietud ». Algo parecido deberíamos hacer los sacerdotes: a nuestro alrededor hay movimiento incesante y las personas, los periódicos, las radios, las televisiones no paran de hablar. Con mesura y disciplina sacerdotal debemos decir: « Más allá de ciertos límites, para mí, que soy sacerdote del Señor, vosotros no existís; yo tengo que reservarme un poco de silencio para mi alma; me alejo de vosotros para unirme a mi Dios ».
Dialogar con Dios y dialogar con los hombres.

Comprobar que su sacerdote está habitualmente unido a Dios es hoy el deseo de muchos fieles buenos. Estos razonan como el abogado de Lión, cuando volvía de visitar al Cura de Ars. « ¿Qué ha vista usted en Ars? », le preguntaron. Respuesta: « He visto a Dios en un hombre ». Análogos son los razonamientos de San Gregorio Magno. Este desea que el pastor de almas dialogue con Dios sin olvidar a los hombres, y dialogue con los hombres sin olvidar a Dios. Y dice: « Huya el pastor de la tentación de querer ser amado por los fieles en vez de por Dios, o de ser demasiado débil por miedo a perder el afecto de los hombres; no sea que corra el riesgo de que Dios le reprenda así: '¡Ay de los que se hacen cintajos para todas las articulaciones de las manos!' (Ez 13,18). El pastor --termina diciendo-- debe procurare ser amado, claro está, pero a fin de ser escuchado, no buscando este afecto para provecho propio » (cf. Regula pastoralis 1, II, c. VIII).


Ejercer el gobierno pastoral como servicio
Los sacerdotes son todos guías y pastores en un cierto grado; pero ¿tienen todos concepto cabal de lo que supone ser verdaderamente pastor de una Iglesia particular, es decir, obispo? Jesús, Pastor supremo, dijo de sí mismo por una parte: « Me ha sido dada todo poder en el cielo y en la tierra » (Mt 28,18), y por otra añadió: « He venido a servir » (cf. Mt 20, 28), y lavó los pies a sus Apóstoles. Por tanto, en él iban unidos a la vez poder y servicio. Algo parecido se dice de los Apóstoles y de los obispos: Praesumas --decía Agustín--si prossumus (Miscellanea Augustiniana, Romae 1930, t. I, pág. 565).

Nosotros los obispos gobernamos sólo si servimos: nuestro gobierno es cabal si se concreta en servicio o se ejerce con miras al servicio, con espíritu y estilo de servicio. Sin embargo, este servicio episcopal fallaría si el obispo no quisiera ejercer los poderes recibidos. Sigue diciendo San Agustín: « el obispo que no sirve a la gente (predicando, guiando) es sólo un foeneus custos, un espantapájaros colocado en los viñedos para que los pájaros no piquen las uvas » (ib. 568). Por ello está escrito en la Lumen gentium: « los obispos gobiernan... con los consejos, las exhortaciones, los ejemplos, pero también con la autoridad y la sacra potestad » (Lumen gentium, 27).


Cumplir la voluntad de Dios
Otro elemento de la disciplina sacerdotal es el amor al propio puesto. Lo sé, no es fácil amar el puesto y seguir en él cuando las cosas no van bien, cuando se tiene la impresión de no ser comprendido ni alentado, cuando la inevitable confrontación con el puesto asignado a otros nos llevaría a sentirnos tristes y desanimados. Pero ¿es que no trabajamos por el Señor? La ascética nos enseña: no mires a quién obedeces, sino por Quién obedeces.


El reflexionar también ayuda.
Yo soy obispo desde hace veinte años: muchas veces he sufrido por no poder premiar a alguno, que lo merecía de verdad; pero o no había puesto-premio, o no sabía cómo sustituir a la persona, o sobrevenían circunstancias adversas. Por otra parte, San Francisco de Sales ha escrito: « No hay ninguna vocación que no tenga sus contratiempos, sus amarguras y sus disgustos. Aparte de los que están plenamente resignados a la voluntad de Dios, cada uno desearía cambiar la propia condición por la de los otros. Los que son obispos no querrían serlo; los que están casados querrían no estarlo, y los que no lo están desearían casarse. ¿De dónde nace esta inquietud generalizada de los espíritus, sino de una cierta alergia a lo que es obligación y de un espíritu no bueno que nos lleva a suponer que los otros están mejor que nosotros? » (SAN FRANCISCO DE SALES, Oeuvres, edic. Annecy, t. XII, 348-9). He hablado a la llana y os pido disculpas por ello. Pero os puedo asegurar que desde que he llegado a ser Obispo vuestro os amo mucho. Y con el corazón lleno de amor os imparto la bendición apostólica.

6.  EL REINADO UNIVERSAL DEL ESPÌRITU 
SANTO

“Hace mucho tiempo que vengo insinuando este mi deseo de que se consagre el universo al Espíritu  Santo, para que se derrame en la tierra como un nuevo Pentecostés”.
       “Entonces, cuando esto llegue, el mundo se espiritualizara con la unción santa de pureza y de amor con que lo bañara el Soplo vivificante y puro, el Purísimo Espíritu. Barrera este santo Soplo todas las impurezas en los corazones, y todos los errores en las inteligencias que correspondan a su influjo. La faz del mundo se renovará y todas las cosas se restaurarán en Mi. Pero sobre todo, mis sacerdotes serán los primeros en esa restauración universal.
       No siempre mi Iglesia ha de estar postergada. Tendrá siempre enemigos y guerras y persecuciones hasta el fin de los siglos, pero tendrá treguas también, tendrá honrosos triunfos. Yo lo aseguro. Pero he vinculado estos triunfos a un sola cosa: a la consumación transformante en la tierra de sus sacerdotes en Mí.
Con esto vendrá el Reinado del Espíritu Santo,  en las almas de mis sacerdotes y en las almas después y en las naciones y traerá la paz por medio de la unidad en el amor, en la Caridad.
    Quiero en mis sacerdotes la perfecta transformación en Mí para que su vida entera sea un acto de amor continuado a mi Padre Celestial, porque esa fue mi vida en la tierra y la que ellos deben continuar. Todos sus pensamientos sus palabras, sus obras, sus anhelos, sus ilusiones, sus trabajos exteriores, su vida interior, etc.,etc., deben tener en ellos un solo fin, el de glorificar a mi Padre.
       Que pidan los fieles para que se apresure, para mi mayor gloria, esta santificación de los sacerdotes en el Santificador único, esa evolución santa por el amor, ese ser todos de María, y todos  para las almas en Mí Para que Yo en ellos, en la tierra, alivie, edifique, perdone y salve.
       ¡Como mi Corazón palpita y ansia esta época de transformación en Mi y de triunfo para mi Iglesia!. ¡Como mis ojos se empañan con lágrimas de emoción, de dicha, de triunfo, de gratitud para con mis amados sacerdotes!.
       Que no piensen en lo que fueron, si desgraciadamente me han sido infieles. ¡Los amo tanto!. Fue, después de mi Madre, lo que mas ame en la tierra, a mis apóstoles; y en ellos vi ya a todos mis sacerdotes futuros y en ellos los ame, y en Mi mismo los amo porque son parte de mi mismo ser.
      
¿No saben que mi Padre los ve como a Mi mismo y que los siento Yo como cosa mía; como si fueran Conmigo un mismo cuerpo, una misma alma, un mismo corazón?.
       Este es mi Corazón para el Sacerdote; su principio amoroso en el seno del Padre, un mar doloroso desde el seno de María y su ocaso glorioso en la bienaventuranza eterna.

Si los sacerdotes transformados en Mi aman con el amor infinito con que Yo amo a mi Padre, con el amor mismo con que El se ama a sí mismo, es decir con el Espíritu Santo; serán perfectos y participaran de la sola y única fecundidad del Padre con más intensidad, con más plenitud,  y serán padres en el Padre, por el Verbo hecho hombre y Sacerdote eterno, y enlazaran esa celestial unión transformante con el infinito y eterno amor, el Espíritu Santo.
La perfección Cristiana es obra por excelencia del Espíritu Santo.
La devoción al  Espíritu Santo está hecha de luz, de confianza y de amor. Como no ha de ser luz, si por ella nos  transformamos en Jesús. Como no ha de ser confianza si nos hace hijos del Padre. Como no ha de ser amor, si el Espíritu Santo Amor produce en nosotros una imagen de su propio Amor. Si lo que busca es establecer en las almas el dichoso reinado del Amor.
      El Espíritu Santo  se da a las almas, produce en ellas la gracia Santificante que nos hace participar de la misma naturaleza divina, infunde la Caridad sobrenatural, imagen suya, y derrama en las almas todas las Virtudes sobrenaturales y todos los Dones de Espíritu Santo.
      
     
Por las virtudes primero,  el Espíritu Santo purifica a las almas para que pueda desarrollarse en ellas la Caridad. Cuando el alma ha sido purificada por las virtudes, el Espíritu Santo la purifica mas hondamente por los Dones, armonizando todo en ella de manera admirable, hasta que el alma perfectamente pacificada, penetrada por la Caridad y poseída plenamente por el Espíritu Santo, se transforma en Jesús por la plenitud del Don de Sabiduría.
       El Ideal, el Principio Ejemplar de la obra del Espíritu Santo, es El Padre, de cuyo Seno viene el Espíritu Santo trayéndonos la divina fecundidad. La luz del cielo se difundirá en el alma purificada e irán apareciendo en ella rasgos dispersos, pálidos esbozos del Ideal. Después se va armonizando todo: todas las luces dispersas se unifican en un solo tema divino. Todos los anhelos se funden en la unidad de un amor que avasalla.
       La obra va a aparecer en su magnifica belleza :La imagen del Padre, la reproducción creada de aquella imagen única, infinita y substancial del Padre que es su Verbo, que al venir con nosotros a tomar nuestra carne se llama Jesús.
       Esta transformación que es fruto del Amor es esencialmente una transformación de Luz.  La cumbre de esta divina ascensión es la Unión Transformante  que se caracteriza por una unión muy íntima con el Verbo de Dios.
  El fin de la santificación de las almas es la gloria del Padre, la esencia de esa obra maravillosa es la transformación en Jesús. Transformarse en Jesús es llevar grabada en el alma, con rasgos de luz divina la imagen de Jesús, Sabiduría Increada.
       La transformación en Jesús es una obra de luz, de sabiduría, porque el Verbo de Dios es la Sabiduría del Padre.   Transformarse en Jesús es participar plenamente del Don de  Sabiduría. Por el Don de Sabiduría el alma se hace semejante al Verbo y lo posee, pues por ese don hay una misión del  Hijo de Dios alma feliz que se hace su dueña.
Pero ese Don tiene sus raíces en la Caridad: es luz que brota del amor, luz que crece cuando se acrecienta el amor y que llega a su plenitud cuando la Caridad a llegado a su pleno desarrollo.
La sabiduría que es don tiene ciertamente su causa en la voluntad, esto es, en la Caridad, pero tiene su esencia en el entendimiento. La Caridad, semejanza creada por el Espíritu Santo a su imagen, nos conduce a la sabiduría. Nos da la imagen, la posesión y la intimidad del Verbo de Dios. El Espíritu Santo nos lleva a Jesús, nos hace Jesús transformándonos en El.  
Para transformarse en Jesús es preciso amar, amar sin medida. Amar por la Caridad que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones.
       Este es el ciclo divino de la santificación de las almas: Nadie puede ir al Padre sino por Jesús, nadie puede ir a Jesús sino por el Espíritu Santo. Por Jesús, con Jesús, en Jesús, las almas glorifican al Padre en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
      
Esta vida de Jesús en las almas es como una prolongación mística de su vida mortal. El alma transformada en Jesús puede realizar la obra de Jesús, la que glorifica al Padre, y así Jesús lleva las almas al Padre, donde toda perfección se consuma.
       Dios es una verdad que nunca se abarca. Un bien que nunca se agota. Una hermosura que es siempre nueva. Un "no se que" que es majestad infinita y ternura inefable. Y el homenaje que le rinde nuestra alma es  al mismo tiempo respeto y confianza, adoración y amor.
       Para Comprender su lenguaje divino es necesario el alejamiento de lo terreno y la adquisición del  "sentido de lo divino" que corresponde a los limpios de corazón. Saberlo mirar por la pureza, Dejarse arrastrar por el soplo de su Espíritu. No poner resistencia, darse, entregarse a las divinas exigencias. Unión de voluntades, fusión de afectos, identidad de tendencias. Abandono a las disposiciones y a la acción del amado.
       Borrarse, anonadarse, desaparecer para fundirse en el amado. Este dulce abandono a todos los movimientos del Amor es el rasgo característico de nuestra devoción al Espíritu Santo. Amar al Espíritu Santo es dejarnos arrastrar por Él como una pluma ligera se deja arrastrar por el viento. Dejarnos poseer por El como la rama seca se deja poseer por el fuego. Dejarse animar por El, como las cuerdas de una Lira maravillosamente sensible, parecen tomar vida por la inspiración del artista que las hace vibrar.
       Los grados de abandono, no solo son los grados de amor, sino los grados de la Perfección Cristiana.  La cumbre de ella, se caracteriza precisamente por la extensión y la constancia de las mociones del Espíritu Santo sobre el alma que El posee.
El Entendimiento de esta alma es entendimiento de Dios; la voluntad suya es voluntad de Dios; su memoria, memoria de Dios y; su deleite, deleite de Dios. Y la substancia del alma aunque no es substancia de Dios porque no puede sustancialmente convertirse en El,  pero estando unida como esta con Él, y absorta en Él, es Dios por participación de Dios. Sin ser Dios esta de tal modo fundida en El, que participa de todas las características de Dios.

Yo soy El cielo.
Ese es el cielo, la eterna unión de la Trinidad de la que participan los hijos de Dios.
Y para eso gozo, para ese cielo del Padre que formo Yo 
mismo, cree mi Iglesia; la funde en al tierra, para que sus hijos, incorporados con el Hijo único EN QUIEN TODOS LOS BIENAVENTURADOS SE UNIFICAN, GOCEN DEL GOZO DE MI PADRE, QUE SOY YO MISMO: Y Transformados en Mi, su Cabeza, FORMEN ESE UNO CONMIGO  y consigan su eterno fin: La perfecta unión por medio del Espíritu Santo en la Unidad de la Trinidad.
Vivir en el cielo es “estar con Cristo”Tomar plena posesión de los frutos de la Redención realizada por Cristo. Los elegidos “viven en Él”,  encuentran ahí su verdadera identidad, su propio nombre. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven “tal cual es”. Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con Ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados sobrepasa toda comprensión y toda representación. La escritura nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del Reino, casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso“Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman”. CIC 1027
Son mis vasos de elección, mis escogidos, mis apóstoles, mis mártires en muchas formas,. Son los lirios que deben perfumar los altares, son las cruces vivas en donde mi Corazón descansa, son el consuelo de mi Padre en la tierra, porque en ellos me contempla a Mi, su Hijo muy amado en quien se complace.
Son los verdaderos nidos del Espíritu santo, como Yo, y quienes lo poseen en forma especial.
Nosotros  somos los sacerdotes.
Continuadores del sacerdocio de Jesús y de su obra redentora y salvadora. Partícipes de su misión y de su suerte.

Si no hubiera sacerdotes en la tierra, no habría en el mundo Eucaristia. Pero nosotros somos también su cruz, la más pesada, la más amarga cuando no somos lo que debemos. “Su Cruz Interna”.
Nuestro origen y nuestro glorioso ocaso esta en el divino y eterno -en cuanto es divino- Corazón de Jesús.

Un sacerdote no esta solo sino asistido por el Espíritu Santo, envuelto en la Trinidad, que atraída hacia el sacerdote por la fibra de la fecundacion del Padre - al hacerlo padre de las almas - vive en él y lo acompaña en todos sus ministerios sagrados.
El día de su ordenación el Espíritu Santo grabó con su fuego la Imagen de Jesús. Los hizo hijos en el Hijo Sumo y Eterno Sacerdote y además nos hizo padres, comunicándonos la divina Fecundidad del Padre para con los demás.
Porque no fueron ellos los que me eligieron, mi amor se adelantó a su amor,  y aun antes de darles el ser y con él la vocación al sacerdocio para que sirvieran a mi Iglesia, ya mi Padre de toda la eternidad los había engendrado en su mente con singular elección, con mirada eterna de amor de Padre. Desde aquel principio, ya el Padre me miraba a Mi en los sacerdotes ya los sacerdotes en Mi.

Y al sacerdote le pide la inmensa gratitud por el DON recibido,
configurarse a Jesús en quien ha sido injertado, y corresponder a ese amor ganando almas para Dios. Ser signo visible, palpable, vivo de Cristo. Hacerlo presente.

!Sacerdotes del Señor Bendecid al Señor!

Ser Jesús crucificado.
El gran ideal del sacerdote debe ser Jesús crucificado, y su único anhelo en la tierra debe ser imitarlo, parecerse a El interior y exteriormente.
Ningún sacerdote que tome el camino de la Cruz se perderá, y todos los sacerdotes que voluntariamente, que  amorosamente se abracen de la Cruz, se santificaron y alcanzaran eminentes grados de Unión Conmigo . ESte es el gran secreto de la santidad de un sacerdote, la Cruz; este es el gran antídoto  contra las tentaciones de todas clase, la Cruz.
El amor a mis sacerdotes va más allá de lo que puede concebir la mente humana, porque es divino. Los amo desde la eternidad, en el seno de mi Padre, con amor entrañable, con delicadeza inconcebible, con toda la potencia de un Dios  salvador.
Son míos por doble donación de mi Padre y del Espíritu Santo, que me ungieron con el Sacerdocio eterno, y todos dependen de Mi y todos son uno en Mi, su Cabeza, su Corazón, su principio de acción y de vida, y Yo debiera ser su vida misma.
Todo eso y mas son para Mi y para toda la Trinidad: para el Padre, para el Verbo hecho carne, que soy Yo, y para el Espíritu Santo alma de la Iglesia, que ansía poseer a sus  sacerdotes mas y mas plenamente, porque de manera muy especial le pertenecen.
No se aprecia el infinito valor de la vocación sacerdotal, no se estudia su origen, no se valora su precio. Se le ve como una gracia grande, pero no en su verdadera santidad, se le aprecia superficialmente y se le desprecia y sele mancha con facilidad. Tantas almas desertoras, cuantas otras profugas de su divina vocación y cuanta infieles a ella.
!Oh si compredieran mis sacerdotes a fondo, con seriedad, con luz divina el valor de su vocación sacerdotal y que me costó a mi dolores y sangre en la cruz, pero sobretodo crueldades y desgarradoras amarguras en lo íntimo de lo íntimo, en la cruz interna de mi Corazón, de que distinto modo se portarian muchos!.
Con que ya ven la profunda intimidad de esta confidencia. Ahora ayudenme a alcanzar con sus penas, sacrificios y oraciones lo que tanto anhelo y he pedido en mil formas, la transformación plena y consumada de los sacerdotes en Mi.

Quiero que haya almas dedicadas a pedir por los sacerdotes”.
¿Qué son los sacerdotes?
¿No son acaso las almas de elección , tus almas predilectas, en las que tiene la Trinidad su asiento y su esperanza en la tierra para salvar a las almas?
Son otros Yo mismo y más perfectamente lo son los sacerdotes transformados en Mi.
Son los conductos por donde se derrama en las almas la misma Trinidad, son la imagen de Dios en la tierra, son la fecundacion del Padre en las almas.
Son mas de Maria que los demás hombres, son mis representantes en la tierra  para con las almas, y los que perdonan, y los que salvan, los que evangelizan y los que forman a Jesús en los corazones.
Son mis vasos de elección, mis escogidos, mis apóstoles, mis mártires en muchas formas,. Son los lirios que deben perfumar los altares, son las cruces vivas en donde mi Corazón descansa, son el consuelo de mi Padre en la tierra, porque en ellos me contempla a Mi, su Hijo muy amado en quien se complace.
Son los verdaderos nidos del Espíritu santo, como Yo, y quienes lo poseen en forma especial.
El amor a mis sacerdotes va más allá de lo que puede concebir la mente humana, porque es divino. Los amo desde la eternidad, en el seno de mi Padre, con amor entrañable, con delicadeza inconcebible, con toda la potencia de un Dios  salvador.
Son míos por doble donación de mi Padre y del Espíritu Santo, que me ungieron con el Sacerdocio eterno, y todos dependen de Mi y todos son uno en Mi, su Cabeza, su Corazón, su principio de acción y de vida, y Yo debiera ser su vida misma.
Todo eso y mas son para Mi y para toda la Trinidad: para el Padre, para el Verbo hecho carne, que soy Yo, y para el Espíritu Santo alma de la Iglesia, que ansía poseer a sus  sacerdotes mas y mas plenamente, porque de manera muy especial le pertenecen.
No se aprecia el infinito valor de la vocación sacerdotal, no se estudia su origen, no se valora su precio. Se le ve como una gracia grande, pero no en su verdadera santidad, se le aprecia superficialmente y se le desprecia y sele mancha con facilidad. Tantas almas desertoras, cuantas otras profugas de su divina vocación y cuanta infieles a ella.
!Oh si compredieran mis sacerdotes a fondo, con seriedad, con luz divina el valor de su vocación sacerdotal y que me costó a mi dolores y sangre en la cruz, pero sobretodo crueldades y desgarradoras amarguras en lo íntimo de lo íntimo, en la cruz interna de mi Corazón, de que distinto modo se portarian muchos!.

Con que ya ven la profunda intimidad de esta confidencia. Ahora ayudenme a alcanzar con sus penas, sacrificios y oraciones lo que tanto anhelo y he pedido en mil formas, la transformación plena y consumada de los sacerdotes en Mi.

Quiero que haya almas dedicadas a pedir por los sacerdotes”.
Gracias divinas para el sacerdote.
“El Sacerdote y la Encarnación tienen entre sí mutuas y misteriosas relaciones”.
En el altar, el sacerdote unido al Dios hombre, opera el misterio de la transubstanciación. Entonces el Dios hecho carne, al servirse del sacerdote para la transubstanciación como se sirvió de su propia humanidad para instituir la Eucaristía refleja en el místicamente y en cierto grado el misterio de la Encarnación.
Ahora bien, si el Padre comunica a los sacerdotes su fecundidad para que ejerzan en el mundo  la paternidad en las almas, dándoles vida para el cieloellos también, por la virtud de esta fecundidad divina, deben ser luz, porque han recibido, en el germen divino de la fecundidad del Padre, su ser de luz, de virginidad, de limpìdez, de pùreza que los hará verdaderos padres que tienen que engendrar en la Iglesia almas de luz, de claridad de pureza.
En su alocución previa al rezo de la oración mariana, el Papa  Benedicto XVI, afirmó que “el Evangelio ha transformado el mundo, y todavía lo está transformando, como un río que 
riega un inmenso campo”.
Explicando la primera lectura de este domingo, de la Carta a los Filipenses de san Pablo, destacó que esta carta contiene “un himno a Cristo que ya presenta una síntesis completa de su misterio: encarnación, kénosis, es decir, humillación hasta la muerte de cruz, y glorificación”.
Indicó que “este mismo misterio se hace una unidad con la vida del apóstol Pablo, que escribe esta carta mientras se encuentra en la cárcel, a la espera de una sentencia de vida o de muerte”.
“Él afirma: “Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia” -recuerda el Papa-. Es un nuevo sentido de la vida, de la existencia humana, que consiste en la comunión con Jesucristo vivo; no sólo con un personaje histórico, un maestro de sabiduría, un líder religioso, sino con un hombre en el que habita personalmente Dios”.
“Su muerte y resurrección es la Buena Noticia que, partiendo de Jerusalén, está destinada a llegar a todos los hombres y a todos los pueblos, y a transformar desde el interior todas las culturas, abriéndolas a la verdad fundamental: Dios es amor, se ha hecho hombre en Jesús y con su sacrificio ha rescatado a la humanidad de la esclavitud del mal dándole una esperanza fiable”, explicó.

Nuestra participación, como ministros de Dios en el Misterio de la Encarnación, de la Cruz y de la Eucaristía tiene puntos de gran semejanza con la participación de la Virgen Santísima en estos tres grandes Misterios.
Como la Santa Virgen, así el sacerdote es llamado por vocación a estar activamente presente en el Sacrificio de la Santa Misa, perpetuación del Santo Sacrificio de la Cruz.

Está presente en unión con Cristo en el ofrecimiento de sí mismo; está listo para aceptar, sufrir y ofrecer dificultades e incomprensiones, insultos y ofensas, el sufrimiento en general como Jesús ha hecho. Sin este ofrecimiento, la participación del Sacerdote resulta tan sólo exterior, material y por lo tanto infecunda.

El sacerdote, con las palabras de la Consagración, renueva el prodigio de la Encarnación: provoca, como la Virgen con su Fiat[1], la real Encarnación del Verbo en sus manos.
Amándolo, como María lo ha amado en su seno, recibiendolo en la Santa Comunión con la pureza de alma y de cuerpo con la que la Virgen lo concibió, con el ofrecimiento hecho en unión con Jesús al Padre, el Sacerdote se vuelve, como la Virgen, verdaderamente corredentor.

Si el sacerdote celebrante no está animado por esta fe y por estos sentimientos y propósitos, su Misa es estéril para él; no ha cumplido su misión de corredentor, no ha sido más que un protagonista material del más grande Misterio.

“Para cumplir su elevada tarea, el sacerdote debe tener una sólida estructura espiritual y vivir toda su vida animado por la fe, la esperanza y la caridad. Debe ser, como Jesús, un hombre que busque, a través de la oración, el rostro y la voluntad de Dios, y que cuide también su preparación cultural e intelectual.”
Unificación en la Voluntad Divina
“Para dar fruto en las almas, los sacerdotes tienen que estar injertados en Mi; mas aun, ser otro Yo mismo, unos en Mi en la unidad de la Trinidad, Sin lo cual, serán vanos sus esfuerzos, infecundos sus trabajos propios, porque les faltara la savia, santa y fecunda del Espíritu Santo”.
No tan solo quiero y he pedido en estas confidencias lo mas grande que tiene el hombre, lo único suyo y que persigo: su voluntad; sino que quiero llegar al límite, que esa voluntad se pierda en la Voluntad de mi Padre, como se perdió la mía, en cuanto hombre, siendo una sola voluntad en la Voluntad divina de la Trinidad.
Eso deben hacer mis sacerdotes, cabezas de mi Iglesia santa y de las almas: imitarme en ese punto capital, el mas santo y perfecto de su transformación en Mi: el identificarse plenamente con la voluntad santísima de mi Padre con el amor y el abandono, y el vivo deseo de hacer siempre y en cualquier circunstancia la divina voluntad de mi Padre hasta el heroísmo, hasta la muerte.
Si los fieles me aman, si quieren glorificarme,como es su deber de amor, nada más grande pueden hacer por Mi que lo que hagan por mis sacerdotes; pues ya saben que lo que a ellos les hacen, a Mi me lo hacen; aunque ahora en le sentido del bien. Y nada más grande pueden hacer por ellos que pedir esa unificación de sus voluntades en la de mi Padre, que es la Mía, que es la unidad en la Trinidad.
Que dificil es el papel del sacerdote! Los sacerdotes Germen fecundo de la Iglesia, engendrados por la divina fecundidad de la Trinidad Virgen, en el seno purísimo de la Virgen sin mancha. Creados expresamente a Mi imitación para salvar y santificar a las almas.
Deben ser santos para santificar. Debe ser amable sin rebajarse; dulce con energía; atractivo con límites; paciente con discreción; suave con limitación y prudente siempre. Pero Yo les ayudo en todos sus ministerios. 
Invocad a La Virgen María, para que en toda la Iglesia maduren vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales para el servicio de la nueva evangelización”, exhortó.
Afirmó que “hoy vivimos en una época de nueva evangelización”: “Vastos horizontes se abren al anuncio del Evangelio, mientras regiones de antigua tradición cristiana están llamadas a redescubrir la belleza de la fe”, constató.
Y especificó quiénes son los agentes de la nueva evangelización, destacando: “Son protagonistas de esta misión hombres y mujeres que, como san Pablo, pueden decir: “Para mí vivir es Cristo”. Personas, familias, comunidades que aceptan trabajar en la viña del Señor, según la imagen del Evangelio de este domingo”.
Según el Pontífice, las personas que deben llevar a cabo la nueva evangelización son “trabajadores humildes y generosos que no piden otra recompensa que la de participar en la misión de Jesús y de la Iglesia”.
Secreto.
Voy a revelar un secreto: Y es que al engendrar el Padre en el seno de María por obra del Espíritu Santo, engendró Conmigo en Ella,  el germen de los sacerdotes en el Sacerdote Eterno.  El divino Espíritu  comunicó a María una fibra divina de la fecundación de los sacerdotes futuros, engendrados en el seno del Padre, de toda la eternidad.
Por eso María es más madre de los sacerdotes, por estar conmigo, en su seno inmaculado, aquella fibra sacerdotal unida a mi naturaleza humana divinizada.
Y por eso María tiene mucho de sacerdote; y por eso María busca  por justicia a su Jesús en cada sacerdote,  concebido Conmigo en su virginal seno, al encarnar el Verbo en sus  entrañas purísimas. Por eso se les exige a los sacerdotes la pureza, por descender de la luz del Padre y de María virgen, Reina de la Iglesia y Madre del Sacerdote Eterno, en el Verbo encarnado, y de los sacerdotes, - germen fecundo de la Iglesia, engendrados por la divina fecundidad del Trinidad Virgen, en el seno purísimo de la Virgen sin mancha -.
Y si los hijos deben parecerse a las madres y gozar de sus prerrogativas, ¿ no comprenden que los sacerdotes deben ser como un reflejo de María, deben también ser madres, y llevar en sus almas la “encarnación mística” del Verbo en su Madre; y por esto, el más estricto deber de parecerse a Mi, o mas bien, de tras formarse en Mi?.
!Hasta donde hemos llegado!, !hasta donde nadie se lo figuraba! Que reales y certísimas consecuencias hemos sacado a la vista y que Yo llevaba en el fondo del alma para hacerlo patente hoy,en estos tiempos en que más que nunca necesita la Iglesia de sacerdotes Yo, transformados en Mi.
En el Calvario proclame a María Madre universal de todos los hombres; el privilegio particular del Padre para con mis sacerdotes, en su asombrosa fecundacion divina,  data del día en que el Verbo encarnó en Maríaaunque este designio del Padre en la Trinidad, que tuvo en cuenta eternamente a su Iglesia, no tiene principio. Fueron concebidos, como lo fue el Verbo en María, la vocación y el ser espiritual y divino de mis sacerdotes, por la fecunda profusión del Padre, por el amor purísimo del Espíritu Santo.
Unión de voluntades.
“Yo vine al mundo con el fin de hacerme amar del hombre, de orientar su amor a lo divino; porque el hombre se puede decir que es amor, nacio del amor y lleva en su ser el amor”.
Pero ese amor lo falsifica, lo vulgariza, lo mancha, cuando el amor es lo más noble del hombre y del alma del hombre.
Y en realidad el amor que pido al hombre y el que el hombre me pude dar es derivación del Amor eterno, del divino amor. Pero lo que busco en ese amor es lo mas hermoso de él: la voluntad de amarme.
Esa voluntad libre del alma es la que persigo, la que vine a buscar a la tierra, la que quiero poseer plenamente, la que me satisface. Y unir esa voluntad con la mía en todos sus grados, en toda su plenitud, esta el punto culminante de su transformación en Mi.
Necesito la voluntad del sacerdote, porque sin ella nada 
puedo hacer en su favor ni en bien de las almas; necesito esa voluntad de seguir mis huellas, de imitarme, de pertenecerme absoluta y plenamente, y de amarme, para tomarlo como mio, para su transformación en Mi.
Quiero la voluntad del sacerdote, y ¿saben porque?, porque su voluntad es amor, es la esencia del amor.
Y aquí voy a descubrirles una cosa: que la falta de esa voluntad es la causa más poderosa que impide su transformación en Mi.
Ya he señalado en estas Coincidencias muchos obstáculos, pero hoy he puesto a su vista el principal para mi unión con esos sacerdotes amados: !su voluntad! Quiero esa voluntad pura, firme, generosa, absoluta, fiel y amante.
Con esas cualidades, el Espíritu Santo procederá al trabajo dulce y ansiado de la transformación de los sacerdotes en Mi.
Ofrecer a Cristo.
Ofrecer a Jesús es nuestra tarea. En la Misa y en las almas.Y ofrecernos a nosotros mismos y ofrecer a las almas en unión con El.
En la Eucaristia, el sacrificio de Cristo es también el sacrificio de los miembros de su cuerpo. La vida de los fieles,  su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo.
Toda la Iglesia se une a la ofrenda y la intersección de Cristo por medio del ministerio de los Presbíteros y se realiza a la perfección el sacrificio espiritual de los fieles en unión con el sacrificio de Cristo, único Mediador. Este, en nombre de toda la Iglesia, por manos de los presbíteros, se ofrece incruenta y sacramentalmente en la Eucaristia, hasta que el Señor venga.
“Les deje mi Cuerpo para que se hicieran con él un mismo cuerpo, les deje mi Sangre para que formaran con ella una misma Sangre,  mi sacrificio incruento, que se repetirá hasta el fin de los siglos, para que se unieran mis sacerdotes a él en un solo sacrificio y oblación”.
Que el Espíritu Santo tomé plena procesión de nosotros, que nuestras almas se pierdan en el océano de pureza y de Amor que es el Espíritu Santo y así transfigurados nos ofrezca a Dios como ofreció a Jesús.
Que oren por mis sacerdotes, que se sacrifiquen por ellos 
en mi unión; y por este medio, con María, se apresurara la realización de mis deseos en mis sacerdotes y en mi Iglesia.
CONSUMACIÓN EN LA UNIDAD
“A las almas sacerdotales  son a las que mas amo en la tierra 
por el reflejo que en sí llevan de la fecundacion de Mi Padre: en El los amo y por El los salvo. Esas almas llevan en si el germen comunicado del cielo para producirme a Mi en las almas; y por mi las virtudes que deben santificarlas y salvarlas de mil peligros que Yo se.
Pero las almas sacerdotales impresindiblemente tienen que ser victimas; tienen que convertirse en donrenunciando se y ofreciéndose  puras a mi Padre en Mi unión, y entregándose también en donación a las almas, como Yo, dentro de mi Iglesia y doctrina.
Pero el alma del sacerdote que abraza y cultiva con su correspondencia a la gracia este Don de Dios, es el más dispuesto a a recibir y ensanchar la gracia sin precio de la “encarnación mística” en el alma, que es gracia sacerdotal en todas sus partes, gracia por excelencia de donación mutua , gracia insigne transformante y unitiva que atrae a la Trinidad; porque el Verbo no puede apartarse en su divinidad ni del Padre ni del Espíritu Santo, una sola esencia con El.
Y si esa alma llega a la transformación - y mas por el rápido camino de la encarnación mística-  llega naturalmente a la unidad en la Trinidad, que es lo que pido, lo que anhelo, lo que ofrezco hoy a mis sacerdotes.
Las almas sacerdotales son las más aptas y a propósito para recibir esta gracia en toda su plenitud . Pero claro esta que necesitan retener este reflejo que en las Misas reciben; y con el concurso de sus virtudes, y con el esfuerzo de su santidad, preparar el terreno para recibir esta incomparable gracia en toda su perfección,
Ya se puede ver si en un sacerdote estará permitida la ociosidad cuando tiene que llenar estos deberes ineludibles de su vocación: la salvación de las almas.
Si el sacerdote alcanza fruto en las almas, no es por él, sino por lo divino y sobrenatural que hay en el de Mi; y tanto más moverá y tantas más almas salvara y perfeccionará, cuanto as perfecta y elevada sea su transformación en Mi, Dios hombre.
Es evidente que los tesoros celestiales de mi doctrina y de mis sacramentos les pertenecen y por ellos salvan a las almas; más la fuente de esos tesoros esta en Mi, como Dios. Yo los escogí para el altar, para difundir mi doctrina y para continuar mi dulce misión de salvar a las almas. Pero Yo quiero ir mas adelante y no me conformo con que sus manos sacerdotales repartan mis riquezas, sino que quiero poseer sus almas, su voluntad, sus facultades íntimas, los latidos de su corazón, esa unión  absoluta y compenetrante de todo el sacerdote en Mipara transfundir, por decirlo así, todo mi Ser en el.
Al transformarse el sacerdote en Mi, no solamente se transforma en el Jesús hombre, sino que - como Yo soy Dios y hombre y el hombre en Mi no puede separarse de lo divino -, se transforma también en el Jesús divino; porque aunque en Mi hay dos naturalezas, solo hay una Persona Divina que envuelve a esas dos naturalezas, que las penetra, que hace de Mi un Ser divino humano.
Los sacerdotes pueden completar al Dios-hombre, no en el sentido de que a Mi me falte algo, sino en le sentido de  continuar en la tierra al Salvador, de transformarse en Mi; y si ellos no son Dios, si se divinizan, y entran en poseción más o menos íntima - aunque velada- de la Divinidad.
UNIÓN DE JESÚS CON LOS SACERDOTES
“Al ofrecerme Yo al Padre en la Misa, al inmolarme en el altar, al honrar con mi sacrificio a mi amado Padre, desde que lo 
establecí en mi Iglesia en la última Cena, no me ofrecí, no me ofrezco en las Misas solosino que Conmigo ofrezco a todos los sacerdotes de el mundo, porque todos estan en Mi, Único Sacerdote, por razón de mi unidad”.
Aquella plegaria de la consumación de la unidad en mi Padre y en Mi, no quedo estéril, sino que vinieron sus frutos a la tierra 
especialmente SOBRE MIS SACERDOTES, y por eso ELLOS SON 
OTROS YO.
Y más aún; desde que encarne en María; desde que me puse a la disposición amorosa de mi Padre, diciéndole: Aquí estoyno me puse a su disposición solo, sino con todos los sacerdotes en Mi, creados por mi Padre, por obra del Espíritu Santo en María. Y diré más: a mi paso por la tierra, tenía presente el porvenir y representaba ante mi Padre el presente y el futuro; y viendo a todos los sacerdotes en Mi, con ellos nací en Belén, trabaje en Nazaret, convertí en Galilea, sufrí en Jerusalén, morí en el Calvario y resucite.
Siempre he llevado en mi Corazón esa fibra santa y fecunda de mi Padre, mis sacerdotes.
Eternamente ya estaban conmigo; en María no se apartaron de Mí; y en mi vida, y en mi muerte, y en mi resurrección, y 
en mi Iglesia, y en el cielo, siempre los he llevado adheridos a mi alma; son como partes de mi ser humano divinizado y los tengo como otros Yo; como carne de mi carne y almas de mi alma y espíritus de mi Espíritu.
Nunca esta solo el sacerdote, sino que la Trinidad misma lo acompaña a todas partes de una manera especial, lo proteje a todas horas y lo ama siempre.

Y en la primera Misa que se celebro en el mundo, en el arranque más grandioso del amor de un Dios a sus criaturas, se obró la perfecta transformación del sacerdote en Mi, haciéndolo otro Yo, por las palabras divinas y operativas de la consagración; y me quede Yo en ellos y ellos en Mi, en momentos tan elevados y sublimes, que, aun después de tantos siglos, hacen temblar de adoración al cielo y conmueven terriblemente al infierno.

Este es el secreto:  En Mi están los sacerdotes místicamente transformados desde que mi Padre ideo la Iglesia, que fue eternamente. El poso en Mi una mirada de infinita ternura; y en esa mirada eterna, que Yo vi y sentí, germinaron los sacerdotes en el Sacerdote Eterno, y !ay! desde entonces los amo en Mi mismo, como Dios; y al venir Conmigo, como he explicado, en la Encarnación, los ame y los amo como Dios-hombre.
Tienen el germen de la unidad todas las almas salidas de las manos de Dios; pero en escala muy superior, los sacerdotes; y a todos ellos principalmente quiero consumarlos en la unidad. Esta es mi plegaria al Padre desde que me hice hombre y que he continuado en el cielo.
Es necesario que los sacerdotes e penetren de esa unión, íntima profunda,  indisoluble por parte de Dios, que tiene conmigo; que entiendan y se penetren y se impregnen bien de este secreto que he llevado en mi alma; el secreto de que no van a ser transformados en Mi, sino que en la mente del Padre ya lo están, lo han estado siempre, porque Él, no ve muchos sacerdotes en todas las jerarquías de la Iglesia, no ve en ellos más que a Mi, Sacerdote único, y a todos los sacerdotes en Mi, por razón de su unidad.
!Si la unión ya se obró, repito, si la transformación viene de muy atrás!!Si ya lo están, pero no lo comprenden, no ayudan con todas las energías de su alma a consumar esa transformación cuyo germen bendito ya han recibido!. ¿como había Yo a pedirles una cosa imposible y que no fuera para su mayor bien?
Pero debo aclarar un punto importante: la transformación, o sea la unificación de ellos en Miesta hecha en cuanto a los designios de mi Padre, que los eligió eternamente para servicio de mi Iglesia; pero la transformación no se realiza ni se consuma sin la voluntad, el trabajo, el sacrificio y el amor de mis sacerdotes.
Pero esta consumación necesita la ayuda eficaz, generosa y constante del sacerdote, repito, su voluntad, sus sacrificios, su amor, un inmenso amor que los transforme en Mi todo amor, para perderse Conmigo uno, en la unidad pura y divina de la Trinidad.
Incorporación.
Somos Jesús ¡ Admiraos ! , somos sarmientos introducidos en la Vida de Jesús para ser partícipes de su savia y de su vida. Los sacerdotes somos ya continuadores de Jesús aquí en la tierra y en el cielo todos vamos a convertirnos en Cristo.
“La incorporación en Mi es el cielo, que comienza en la tierra por mi Iglesia en sus sacramentos, que continúa en la transformación y que tiene su plenitud en el cielo. Allá todas las almas y aún los cuerpos serán una sola cosa conmigo, y la complacencia de mi Padre se extenderá hacia ellos, solo porque en ellos ve mi imagen sacratísima”.
“En todo lo que he dicho no he tenido más fin que conmover el corazón del sacerdote para su transformación en Mi. Siempre mis planes y mis fines son de amor, y mas, mucho mas cuando se trata de lo que mas amo en la tierra, de mis sacerdotes. A las almas que más amo, después de ellos, son a las que por misión o por gracia especial reflejan algo del sacerdocio.
Pues bien, estas Confidencias han tenido por objeto unir a todos los sacerdotes en la unidad de la Trinidad, pero transformados en Mi; llevan el fin de hacer de todos ellos un solo Jesús, Yo en ellos; no muchos Jesús , sino uno solo, en donde estaré y me mostraré Yo para volver al mundo desorientado, hacia la divina brújula que conducirá las almas al cielo; para iluminar con la luz del cielo las sombras y nieblas en las que están envueltas.
Volveré a la tierra más visiblemente, más sensiblemente, en mis sacerdotes que se presten a esta reacción espiritual, y el mundo recibirá el impulso divino y mi Iglesia dará sus frutos de vida eterna, y glorificar con esto a la Trinidad.

Pero voy a decirles una cosa muy importante. A muchos de mis sacerdotes tentará Satanás de diversos modos: a unos con escrúpulos, a otros con desalientos, a otros con humildades falsas, a otros haciéndoles ver un enorme peso en su augusta y santa vocación, etc. Que no hagan caso al enemigo; porque este al sentir la divina reacción, bramara, esgrimirá todas sus armas, pondrá en juego todas sus baterías, y Yo necesito esforzados campeones, almas valientes que triunfen de sus astucias y tentaciones infernales.
Ha llegado el tiempo de que los sacerdotes sacudan de sí mismos toda pusilanimidad; con aire guerrero y sin miedo a los combates, levanten la frente pura y peleen y venzan al infierno; que si se transforman en Mi. no serán ellos solos los que venzan, sino Yo en ellos el que triunfe y enarbole la victoria en mi Iglesia, en mi Religión santa y en las almas.
Con el  Espíritu Santo y con María, con mi Corazón y con la Cruz, ¿que temer? Valor y confianza, y una entrega total y absoluta de la voluntad de los sacerdotes a la Mía: eso es lo que Yo necesito para que el  Espíritu Santo obre en los corazones
“Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed de mí a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia (esto incluye la Gracia Santificante; amor, afecto, favores) que esto me basta”.
UNIDAD DE LOS SACERDOTES
Y adviertase que un solo sacerdote transformado en Mi detendrá en su carrera  no solo a un demonio, sino al infierno junto. Y es que no sera el sacerdote solo, sino todos los sacerdotes en Mi.
Porque aquí se encierra un misterio: YO no puedo dividirme, y puesto que los sacerdotes en su principio y en su fondo no son sino un solo sacerdote en Mi, por eso un solo sacerdote transformado repreguntaría, ante mi Padre, a todos los sacerdotes en Mi.
De igual manera pasa cuando un sacerdote peca; no todos los sacerdotes pecan en el, personalmente, pero si todos cargan, en cierta manera, la macha y el crimen, para expiarlo.
Y ¿como?. Como se expía todo: Conmigo, por Mi en ellos, como hostia de expiación, de perdón, de redención, de impetración.
!Cuántos misterios se encierran en el misterio de la UNIDAD de los sacerdotes entre ellos y ellos en Mi. Lo bueno y lo malo lo cargan ellos en Mi; porque soy Yo en ellos el glorificado y el ofendido; el injuriado como Dios, y el que perdona como Dios; el único Sacerdote que lleva en si mismo a todos los sacerdotes.
Así es que cuando un sacerdote peca, me ofende, no como cosa extraña a Mi, sino como dentro de Mi, Dios hombre, en razón de la transformación en Mí que trae desde la eternidad y desde su ordenación sacerdotal.
Claro esta que las ofensas que se me hacen siempre son dentro de Mi, en cuanto que estoy presente en todas partes; pero esas ofensas de mis sacerdotes son aparte; porque están injertados en Mi, Sacerdote único; en Mi que formo con ellos ante mi Padre un solo Sacerdote en el que ve a todos los sacerdotes.
Y de este secreto de mi Corazón, que aumenta la gravedad de sus crímenes, de su indiferencia y de su poco amor, no se dan cuenta los sacerdotes; y esta es una de las espinas más dolorosas de mi Corazón. Porque no me ofenden de lejos o aparte, como los demás hombres, en cierto sentido, sino que me ofenden a Mi dentro de Mi, ofenden a Dios dentro de Dios, !y esto es terrible!.
Esta sola consideración debería detenerlos y trocar sus pecados, deslealtades e ingratitudes, en amor, en desagravios, en ternura. Me ofenden a Mi y se ofenden a si mismos en Mi, por la transformación de ellos, sacerdotes, en el eterno Sacerdote, porque somos todos uno, Yo en ellos, en la unidad de la Trinidad.
Que los sacerdotes mediten y difundan estas verdades para que cesen sus ofensas, sus debilidades culpables y sus múltiples ingratitudes.
!Como mi Corazón palpita y ansia esta época de transformación en Mi y de triunfo de mi Iglesia! !Como mis ojos se empañan con lágrimas de emoción, de dicha, de triunfo, de gratitud para con mis amados sacerdotes!.
Fue después de mi madre lo que mas ame en la tierra, a mis Apóstoles;  y en ellos vi ya a todos mis sacerdotes futuros, y en ellos los ame, y en Mi mismo los amo, porque son como parte de mi mismo ser.
¿No saben que mi Padre los ve como a Mi mismo y que los siento Yo como cosa mía; como si fueran conmigo un mismo cuerpo, una misma alma, un solo corazón?.
Si ahondaran mis sacerdotes en este pensamiento que es una feliz realidad, si siquiera se percataran de ella, !ay! jamás me ofenderían, y respetarían su cuerpo y su ser como si fuera el Mio, por esa unión íntima y amorosa con que mi Padre los vínculo, como sacerdotes en el único Sacerdote, en el Sumo y Eterno y Verdadero Sacerdote.
No se dan cuenta muchos de mis sacerdotes que son otros Yo, y por esto no se preocupan de no lastimarme. No piensan que me ofenden y ofenden a mi Padre dentro de Mi, y hacen que Yo en ellos contriste al Espíritu Santo todo amor, que formó y asiste en todas sus palpitaciones a mi Corazón de amor.
Todo esto lo quiero establecer e iluminar, lo quiero traer a la memoria y !ay! reformar trayendo a las almas a la verdad, para bien de mis sacerdotes y de la Iglesia.
Hasta lo más hondo, hasta lo mas intimo, quiero hacer la luz en le corazón de mis sacerdotes, para que reparen, para que espíen lo propio y lo de sus hermanos sacerdotespara poder acercarme a ellos sin intermediarios, sin nada que estorbe a la perfecta unión de amor y de dolor, de completa y consumada transformación en Mi.
“Ya quiero pulir esas almas que me pertenecen; y no por no sufrir Yo, sino por ellos, porque no acumulen, cuando menos, purgatorio; porque las miradas con que mi Padre los mira a ellos en Mi, no encuentren mancha, sino que todos luz, todos limpieza, todos otros Yo, atraigan esas miradas de mi Padre, y Él se complazca contemplándolos”.
“Quiero en mis sacerdotes la perfecta transformación en Mi, para que su vida entera sea un acto de amor continuado, de gratitud continuada a mi Padre Celestial. Que honren al Padre en todos sus actos, que lo glorifiquen con una intensa vida interior y que se esfuercen por hacer que todos lo conozcan, lo amen y sometan su voluntad a la suya, como lo pedimos en el Padre Nuestro al decir: “santificado sea tu nombre, venga tu reino, hagase tu voluntad en la tierra como en el cielo”,  porque esa fue mi vida en la tierra, y la que ellos deben continuar.
Todos sus pensamientos, sus palabras, sus obras, sus anhelos, sus ilusiones, sus trabajos exteriores, su vida interior, etc., debe tener en ellos un solo fin, el de glorificar a mi Padre.
Nada deben hacer mis sacerdotes, como Yo en la tierra, sin levantar antes su alma hacia mi amado Padre ofreciéndome y ofreciéndose en cada acción, sobretodo del sagrado ministerio.
Así, Yo en ellos y ellos en Mi, glorificaremos al Padre en una sola alabanza, y con las almas formaremos una sola unidad perfecta en la Iglesia que debe honrar a la Trinidad.
Ya toda la Trinidad se goza viendo presente esta unidad, esa transformación de los sacerdotes en el Sacerdote por excelencia, único digno de ofrecerse al Padre, de glorificar al Padre; pero todos los sacerdotes en Él deben formar ese UNO con El que es el fin del cristianismo, del Evangelio, de la misión divina que me trajo al mundo: unificar todas las cosas en el UNO  en esencia; traer lo divino de las almas a lo divino; volver a Dios lo que es de Dios; todo lo demás es secundario, es medio para llegar a este fin.
El sacerdote transformado refleja al Padre
“He aquí otra prerrogativa insigne que llevan en sí mismos mis sacerdotes, sin que piensen en ella”.
Si Yo estoy en el Padre y el Padre esta en Mi, si verme a Mi es ver al Padre, si solo Yo lo puedo dar a conocersi el que me conoce a Mi lo conoce a El; se deduce que, si los sacerdotes son otros Yo, , por su transformación en Mi, ellos, en cierto sentido, también representan a mi amado Padre.
Y no es que mis sacerdotes sean el Padre, pero sí que siendo Yo, pareciéndose a Mi, se parezcan al Padre y den a conocer la hermosura del Padre, la Divinidad del Padre, y los rasgos de su unidad con el Hijo, por el Amor que une, por el Espíritu Santo que difunde esa única fisonomía divina, la misma del Padre en el Hijo, la misma del Hijo en el Padre.
Pues este altísimo fin quiero y pretendo al ansiar esa consumación transmormante de mis sacerdotes en Mi; que reflejen la imagen sacrosanta y bendita de mi Padre, al parecerse a MI.
Por tanto, ya se comprende más el porque los quiero perfectos como mi Padre celestial es perfecto; para que no desvirtúen esa Belleza, esa hermosura divina, para que no la manchen ni con el menor soplo de tierra. !Como deben protegerla, cuanto deben cuidarla, como deben evitar que esta  santísima fisonomía de mi Padre Celestial se desvirtúe por su culpa en las almas!.
Por esto mismo, ya se puede comprender lo que me duelen las faltas de mis sacerdotes, sus pecados e ingratitudes, su indiferencia y frialdad, que me causan mil heridas en mi alma; !porque al despreciarme a Mi, desprecian a mi Padre, y evitan el conocimiento de mi Padre, la honra de mi Padre, el amor a mi Padre. Por su falta de transformación en Mi, por no ser otros Yo para dar a conocer al Padre en Mi y en ellos; porque el que me conoce a Mi, conoce a mi Padre; y el que conoce a un sacerdote transformado en Mi, igualmente conoce a mi Padre.
Y allá en el cielo, cuando un alma de sacerdote sale del purgatorio, mi Corazón late con más violencia, y los recibo y los contemplo con inefable amor, y hago que el cielo se estremesca de alegría. Y mi Padre ve en ellos algo Mío, muy Mío, a Mi mismo reproducido en ello, y en ellos a su Imagen amada, en la que eternamente se complace y es feliz mi Padre amado.
Y este es otro secreto: el que se transforma en Mi, no solo lleva la fisonomía de mi Padre en lo divino, sino que recibe una luz superior, una luz sobrenatural, con la que me ve más perfectamente a Mi, me conoce más, y al conocerme conoce a mi Padresele abren las puertas de su conocimiento,y lo enajena su hermosura y lo absorbe su Divinidad.
Porque nadie puede acercarse a Dios sin sentir la atracción de Dios que lo aspira, que lo pierde en El, y en esa feliz pérdida del alma en Dios, ahí ve y conoce, ahí palpa y siente el alma con mayor o menor intensidad lo divino.
Aquí esta el secreto atractivo de los santos; en su parecido conmigo, en el conocimiento de mi Padre, en su amor a la Trinidad.
Solo el que me conoce a Mi puede darme a conocer a las almas; solo el que conoce a mi Padre, puede darle honra y gloria en las almas.
Pues bien, que vengan a Mi todos los sacerdotes, que me conozcan como hombre y como Dios que soy. Que se enamoren de Mi y pasen por Mi al conocimiento que les traerá la felicidad en la tierra y les asegurara el cielo. Mi Padre, no tan solo me verá a Mi en ellos, sino que se verá a Él en ellos y cuando esto llegue a suceder, cada corazón sacerdotal será un cielo porque estará absorbido por la Divinidad y endiosado en el mismo Dios.; que hasta esta altura tienen que estar por derecho y por justicia mis sacerdotes que son otros Yo, que reflejan en si mismos el parecido del Padre, a la misma Divinidad.
Oración.
“Tu oración es un coloquio con Dios. Cuando lees, Dios te habla; cuando oras, hablas tú a Dios” . Orígenes, uno de los maestros en este modo de leer la Biblia, sostiene que entender las Escrituras requiere, más incluso que el estudio, la intimidad con Cristo y la oración. En efecto, está convencido de que la vía privilegiada para conocer a Dios es el amor, y que no se da una auténtica scientia Christi sin enamorarse de Él» (VD 86).
Esta lectura orante adquiere un especial relieve en la liturgia, la «acción» del «Cristo total» (Christus totus), que llevando al hombre más allá de los signos le hace participar de la liturgia del cielo, «donde la celebración es enteramente Comunión y Fiesta»
Nuestra oración debe ser, ante todo, escucha de Dios que nos habla. Inundados de tantas palabras, no estamos acostumbrados a escuchar, sobre todo ponernos en la disposición del silencio interior y exterior para estar atentos a lo que Dios nos quiere decir. Estos versículos nos enseñan también que nuestra oración, a menudo solo de súplica, debe ser ante todo de alabanza a Dios por su amor, por el don de Jesucristo, que nos ha traído la fuerza, la esperanza y la salvación.
La oración constante despierta en nosotros un sentido de la presencia del Señor en nuestra vida y en la historia
Es el camino para saber leer los hechos de la historia y de nuestra misma vidaLevantando los ojos al Cielo de Dios, en la relación constante con Cristo, abriéndole a Él nuestro corazón y nuestra mente con la oración personal y comunitaria, aprendemos a ver las cosas de una manera nueva y a aferrarnos el sentido más verdadero. La oración es como una ventana abierta que nos permite tener la mirada vuelta hacia Dios, no solamente para recordarnos la meta hacia la cual nos dirigimos, sino también para dejar que la voluntad de Dios ilumine nuestro camino terreno y nos ayude a vivirlo con intensidad y empeño.
Nuestra oración llega a Dios: En el Apocalipsis un ángel tiene en la mano un incensario de oro en el que mete continuamente los granos de incienso, es decir nuestras oraciones, cuyo suave olor es ofrecido junto a las oraciones que suben a la presencia de Dios (cfr Ap 8,1-4). Es un simbolismo que nos dice que todas nuestras oraciones --con todos los límites, la fatiga, la pobreza, la aridez, las imperfecciones que puedan tener- son casi purificadas y llegan al corazón de Dios.
Debemos estar seguros de que no hay oraciones superfluas, inútiles; ninguna se pierde. Y encuentran respuesta, aunque a veces sea misteriosaporque Dios es Amor y Misericordia infinita. A menudo, frente al mal, se tiene la sensación de no poder hacer nada, pero es justamente nuestra oración la primera respuesta y más eficaz que podemos dar y que hace más fuerte nuestro cotidiano compromiso por defender el bien. La potencia de Dios hace fecunda nuestra debilidad (cfr Rm 8,26-27).
6.  EL REINADO UNIVERSAL DEL ESPÍRITU 
SANTO   

EL REINADO POR MARÍA Y POR LA CRUZ
La Cruz es el camino para  La unión con Cristo.  El abandono a la Voluntad e Padre. La fidelidad a las inspiraciones del Espíritu  Santo. María es el camino para llegar a Jesús.
     La obra de la Encarnación es obra de amor y solo de amor. Por eso el Espíritu Santo la produce. El no produce al Verbo que es Persona Divina, distinta de El, Produce el amor en el Verbo que lo inclina a amar al hombre, a unirse a el, a dar su vida por el y salvarlo, y aun a encarnar, vivir y crecer en su alma, no porque el Verbo pueda crecer, siempre es, sino en gracias, en estrechez, en transformación en el Espíritu Santo, en amor...
     El amor de Dios al hombre, se deriva del que me tiene a Mi; y el amor del hombre a mi Padre debe derivarse del que Yo le tengo a El. Un Dios feliz,  tiende a darse, a comunicar su felicidad, a hacer feliz a todo cuanto toca, y como toca todo, a todo purifica, santifica con su mirada y comunica su propia fecundidad. Se complace, se recrea en las almas transformadas, porque Dios ama a Dios y a todo lo que lo refleja con mayor o menor intensidad.
       El Padre se complace en el Hijo y en el Espíritu Santo que son con El, un solo pensamiento, una sola voluntad, un solo ser en la unidad de Dios. Por eso el Verbo se hizo carne, trayendo el fin primordial de la extensión de El mismo en sus sacerdotes, y por medio de sus sacerdotes, ser engendrado, alimentado y crecido en las almas.
       ¿Que deben ser los cristianos en la Iglesia sino Cristos incorporados en Mí por la gracia y el dolor?. Y que representa Jesús crucificado, sino sufrimiento, odio de los hombres, y hasta el abandono -aparente- de Dios.
       “Quiero que seas la Imagen de Jesús crucificado para que la mirada del Padre descanse en ti "- Dijo Jesús a su sierva M. Concepción- “Y si esto deben ser los fieles, ¿que deberán ser los sacerdotes cabezas de los fieles y representantes de Mí en la tierra, otros Yo en los altares y en todos sus actos ministeriales y ordinarios?”.
       Ya veras si la Iglesia tendrá un sublime y santísimo fin en sus sacerdotes; nada menos que la extensión de un Dios hecho Hombre en ellos, y por ellos, usando la misma fecundación divina en las almas. El fin principal del establecimiento de la Iglesia es esa glorificación del Padre en sus sacerdotes transformados en su Hijo único, formando, con El y en El, aquella unidad que lo entusiasma, diré, y lo enamora.
       Que me amen, que se inmolen en mi unión, que se transformen en Mi tal cual soy: Todo amor, todo dolor. Comenzar con todo ardor, generosidad y perseverancia a hacer lo que Yo hice: Amarlo como Verbo;  servirlo, amarlo, invocarlo y adorarlo como hombre.  Honrar, servir glorificar a mi Padre, rendirle el vasallaje debido. Todo lo refería a El y solo me preocupaba porque las almas lo conocieran y lo glorificaran.
       Que hagan habitual el pensamiento de mi Padre, el honor de mi Padre, ofreciéndome y ofreciéndose en mi unión en todo momento y ocasión. Glorificarlo con una intensa Vida Interior. Convertir toda su vida en un acto de amor al Padre. Hacer que las almas lo adoren y hagan de su santa voluntad su ser y su vida.

EL DON DEL ESPÍRITU SANTO
       Al formar eternamente el Plan de la Redención, el 
Espíritu Santo tuvo parte activisima, obrando a su tiempo la Encarnación, después de haber iluminado a los  profetas anunciándolo.  Durante mi vida, me sostenía en cuanto hombre, ofreciendo al Padre mi expiación infinita, tocando y atrayendo a las almas a la Verdad que soy Yo.
      Ofrecí enviarlo y lo hice, teniendo el Espíritu Santo el primer puesto en mi Iglesia en todos sus actos, sacramentos y acción inefable. Todos los movimientos de mi alma en cuanto hombre, fueron inspirados y movidos por el Espíritu Santo. El movía mis potencias, sentidos y voluntad, poseyéndolos para glorificar al Padre a quien Yo todo lo refería.
       El Espíritu Santo me inspiró la muerte de Cruz que fue obra del infinito amor a mi Padre y hacia las almas, pero con el noble fin de asociar muy especialmente a mi Cruz, a una vida de sacrificio, a todos mis sacerdotes futuros, que siendo otros Yo, unos en Mi, perpetuaran mis sacrificio en si mismos y en los altares, y todo para honra de mi Padre, ofreciéndome y ofreciéndose transformados en mi como una sola Víctima santa y pura que lo glorificara.
       Yo merecí para dar al mundo este Santo Espíritu, me costo, en cuanto hombre, el valor inapreciable de mis dolores a favor de mi Iglesia amada; y hasta que fui glorificado, hasta que entre en el cielo triunfante y victorioso, tuve como derecho para enviarlo a la Iglesia para que con la fecundidad del Padre ese divino Espíritu la hiciera fecunda.
       
No, hija mía, no séle da el culto que séle debiera dar, en cada corazón y en la Iglesia entera, y la mayor parte de los males que se lloran en la iglesia y en al campo de las almas es por eso. Séle ama con tibieza, se le invoca sin fervor, y en muchos corazones aun de los míos, ni siquiera séle recuerda, hija mía, y esto lastima muy hondamente mi Corazón.
En muchos corazones se tiene relegado al Espíritu Santo, siendo que es la Persona divina sin la cual la criatura no sería capaz de moverse en el orden sobrenatural de la gracia. Y aun para muchos de mis sacerdotes es como secundario su recuerdo, siendo que El es la acción divina del sacerdote, como la sangre de sus venas; debe impregnar sus pensamientos, palabras y obras. Debe ser su mismo Espíritu como lo fue Mío.
      
¿Quién los ungió para el sacerdocio?. ¿Quién les dio la virtud a sus palabras en la consagración?  ¿Quién opera EN ELLOS ese reflejo de la Encarnación del Verbo que se renueva en cada Misa con mi pasión y muerte?.¿Quién LOS OFRENDA  constantemente a mi Padre desde la tierra en mi unión, envolviendo este presente en Amor, transformándolos en Mí?
       
Si, Concha, si dame a los sacerdotes, regalándome a ellos, crucifícame e inmólame en el altar de tu alma, que mucho necesitan de mi. Quiero volver al mundo para salvarlo como te dije pero en mis sacerdotes, haciéndolos otros Yo, otro Jesús en donde el Padre se refleje, y opere la salvación de las almas. Sacrifica tu corazón, sacrifícame en su favor, martiriza tu corazón de madre dándome a los culpables, para conmoverlos renovando mi pasión por el dolor, lavando sus crímenes. Ámame tu también con la fuerza, la luz, la pureza, el amor de mi mismo Santo Espíritu.



EL ESPÍRITU SANTO EN  LOS SACERDOTES
  
“Allá eternamente sonrío el Padre en su mente divina al contemplar, extasiado en Sí mismo y en sus perfecciones infinitas, un rasgo de Él mismo en la tierra; unos seres predilectos que lo prolongarían, creados expresamente para su gloria ".
  Al formar en su mente - hablando en lenguaje humano - esa visi
ón de amor, su Iglesia amada, atrajo hacia Si, al Amor mismo, al Espíritu Santo para que la formara; esta Persona Divina reflejo en si misma el designio del Padre y en aquel reflejo de ambas Personas en un solo amor, afocado a la Iglesia futura, pero presente para Dios, el Verbo se hizo Carne en aquella eternidad de pensamiento. Y esa encarnación se realizó de hecho en María en el tiempo fijado por Dios.
   En esa Virgen se afocó aquel Amor eterno y sin principio, procedente del Padre y del Hijo, para formar un cuerpo santísimo, un corazón de carne en el seno purísimo de María, para que de este saliera en el tiempo, lo que había tenido principio en la eternidad.
         
Por eso muy principalmente El Verbo se hizo Carne, como para formar en la tierra esa legión santa de los sacerdotes ideal de mi Padre, engendrados en su mente. Frutos del Espíritu Santo en su fruto Jesús. Yo  primer sacerdote, formados y crecidos y "envueltos en mi corazón de Hombre-Dios”.  Ahí esta su cuna, repito: engendrados en la mente del Padre, formados en Mi, en el seno de María - con la fibra sacerdotal del Padre en sus vocaciones - por el Espíritu Santo.

Ellos mis sacerdotes presentes, pasados y futuros están preconcebidos en la mente del Padre, y acariciados en el amor sustancial del Espíritu Santo en el Hijo.  Nacen en la tierra, pero no para la tierra, sino con un destino sublime, celestial, divino: para representarme a Mi, para ser otros Yo, para honrar a mi Iglesia, y hacer que continúe la sonrisa divina en mi Padre, que en cada sacerdote se proyecta y que no debe quedar estéril, sino que debe reproducirme a Mi en ellos y en las almas, para hacer de la Iglesia una Imagen de la Trinidad, palpitante y perpetua, que como manantial divino riegue el campo espiritual y salve almas.
             Engendrados en la mente del Padre, frutos del Espíritu en su fruto Jesús, con mi propia sangre compre su vocación y solo con ella se las puedo recuperar.
             Acariciados por el amor sustancial del Espíritu en el Hijo, les comunica su Santidad, una fibra de la fecundidad del Padre para reproducirme a Mi en ellos y en las almas. Representarme a Mi, ser otros Yo. Da virtud a sus palabras,  los hace dignos por la ordenación de transformarse en Mi, Opera ese reflejo de la Encarnación del Verbo que se opera en cada Misa con mi pasión y muerte. Hace que continúe la sonrisa divina en mi Padre al prolongarme a Mi, honrar a la Iglesia, salvar a las almas.
             Como Hombre los amo, venero y cuido el reflejo de la Santísima Trinidad que el Espíritu Santo a puesto en ustedes. Son míos, me pertenece su alma, sus sentidos, sus potencias, todo. Mi amor no depende de su cambiante fragilidad de su miseria, sino de mi Bondad divina, infinita, eterna. Los amo con amor abrasador, infinito, divino.
            
Los amo con El Espíritu Santo, ¿con que otro amor podría amarlos, si no tengo otro?. Y otro de los fines que Yo tengo en las almas al amarlas así, es que ellas también me amen con el mismo amor con el que Yo amo a mi Padre y con el que mi Padre me ama a Mi, es decir, con el mismo Espíritu Santo.

HE AHÍ A TU MADRE
La página inmortal del Evangelio donde Jesús clavado en la Cruz nos da a María por madre en la persona de Juan, encuentra en el Tepeyac su más extensa aplicación  a las necesidades inmensas de un pueblo que nacía a la fe.
Hijo, mio a quien amo tiernamente, !María, nos ama!. Nos ama tiernamente, como a pequeños y delicados. La Madre del Verdadero Dios por quien se vive, la Siempre Virgen María madre de Dios y madre nuestra, la más bella, la más pura, la más santa de todas las creaturas, nos ama porque es nuestra madre.
¨No te aflija ni esta enfermedad, ni cosa alguna, ¿No estoy Yo aquí que soy tu madre? ¿No estas en mi regazo y corres por mi cuenta ? ¿No soy Yo tu salud?.
Yo soy vuestra madre, luego Jesús es vuestro hermano, el Padre nuestro Dios , y en Cristo todos somo hermanos y nuestro Padre es Dios.
Todo en las obras de Dios es unidad y armonía, porque el Señor pone en ellas el vestigio de su Ser inefable, que es unidad simplisima e infinita plenitud.
Y en el inefable misterio de la Encarnación se enlazan todos los misterio cristianos; el cuerpo que por nosotros fue inmolado en la cruz es carne de nuestra carne y hueso de nuestros huesos, porque fue formado de la sustancia purísima  de María, que es de nuestro linaje. Y su inmolación tiene valor infinito porque se inmoló  el Verbo de Dios hipostaticamente unido a ese Cuerpo santísimo. La sangre derramada por nosotros tuvo su origen en María, pero es sangre divina por su unión con el Verbo.
Si María es la Madre de Dios, el misterio de Cristo, el sacramento escondido durante los siglos en el Seno de Dios, se ilumina con la luz de los cielos. Si el Verbo no hubiera tomado un cuerpo real, María no hubiera sido madre de Dios, pero si en Jesús hay una sola persona, la del Verbo, y esta divina Persona tomó en el tiempo una naturaleza humana, verdadera e íntegra en el Seno de María, esta dulce Virgen es verdadera Madre de Dios, porque Ella dio a Jesús lo que toda madre da a su hijo, y el hijo no es la naturaleza, sino la persona.
La doctrina sobre Jesús tiene un prodigioso corolario, la doctrina sobre María. Una misma luz ilumina al Hijo y a la Madre y una misma gloria los envuelve; porque los dos, como lo enseña su Santidad Pío IX en la bula “Ineffabilis”, fueron concebidos en el mismo decreto eterno; los dos nacieron de la misma mirada del Padre, del mismo latido de su corazón, de la misma efusión de su misericordia.
Como no puede separarse la aurora y el dia, Jesus y Maria no se puede separar jamás.
Juntos están eternamente en la mirada de Dios; unidos aparecieron en la plenitud de los tiempos; enlazados están en la fe y el amor de la Iglesia, y bañados en el cielo por la misma gloria.

LA REALEZA DE MARÍA ES SERVICIO A DIOS Y A LA HUMANIDAD

Palabras de Benedicto XVI en la Audiencia General
CASTEL GANDOLFO, jueves 23 agosto 2012 (ZENIT.org).- A las 10,30 de este miércoles, en el patio interior del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, el santo padre Benedicto XVI se encontró con los fieles y peregrinos llegados para la Audiencia General del miércoles. En el discurso en lengua italiana, el papa centró su meditación en la memoria litúrgica del día, dedicada a Santa María “Reina”. Ofrecemos el texto íntegro de las palabras del papa.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy es la fiesta de la Santísima Virgen invocada con el título de "Reina". Es una celebración de reciente creación, aunque sea antiguo el origen y la devoción: fue establecida por el Venerable Pío XII, en 1954, al final del Año Mariano, fijando la fecha en el 31 de mayo (cf. Carta Encíclica Ad caeli Reginam, 11 octubre 1954: AAS 46 [1954], 625-640). En esta ocasión, el papa dijo que María es Reina más que cualquier otra criatura por la elevación de su alma y por la excelencia de los dones recibidos. Ella nunca deja de otorgar todos los tesoros de su amor y su preocupación por la humanidad (cf. Discurso en honor a María Reina, 1 de noviembre 1954).
Ahora, después de la reforma postconciliar del calendario litúrgico, se colocó a ocho días de la solemnidad de la Asunción para hacer hincapié en la estrecha relación entre la realeza de María y su glorificación en cuerpo y alma junto a su Hijo. En la Constitución sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, leemos lo siguiente : "María fue asunta a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo" (Lumen Gentium, 59).
Es esta es la raíz de la fiesta de hoy: María es Reina porque está asociada de modo único a su Hijo, tanto en el camino terreno, como en la gloria del cielo. El gran santo de Siria, Efrén el Sirio, dice, acerca de la realeza de María, que viene de su maternidad: ella es la Madre del Señor, el Rey de reyes (cf. Is. 9,1-6) y nos muestra a Jesús como vida, salvación y esperanza nuestra. El Siervo de Dios Pablo VI recordaba en la Exhortación apostólica Marialis Cultus"En la Virgen María todo es referido a Cristo y todo depende de El: en vistas a El, Dios Padre la eligió desde toda la eternidad como Madre toda santa y la adornó con dones del Espíritu Santo que no fueron concedidos a ningún otro." (n. 25).
Pero ahora nos preguntamos: ¿qué significa María Reina? ¿Es solo un título junto a los otros?, la corona, ¿un ornamento como los demás? ¿Qué quiere decir? ¿Qué es esa realeza? Como ya se ha indicado, es una consecuencia de su ser unida al Hijo, de su estar en el cielo, es decir, en comunión con Dios; Ella participa en la responsabilidad de Dios por el mundo y del amor de Dios por el mundo.
Hay una idea corriente, común, sobre el rey o la reina: que sería una persona con poder y riqueza. Pero este no es el tipo de la realeza de Jesús y de María. Pensemos en el Señor: la realeza y el ser rey en Cristo, está tejido de humildad, de servicio, de amor: es sobre todo servir, ayudar, amar. Recordemos que Jesús fue proclamado rey en la cruz con la siguiente inscripción escrita por Pilato: "rey de los Judíos" (cf. Mc. 15,26). En ese momento sobre la cruz se demuestra que Él es rey; ¿y cómo es rey?, sufriendo con nosotros, por nosotros, amando hasta el final, y así gobierna y genera verdad, amor, justicia. O pensemos también en otro momento: en la Última Cena se inclina para lavar los pies de los suyos.
Por lo tanto, el reino de Jesús no tiene nada que ver con el de los poderosos de la tierra. Es un rey que sirve a sus siervos; así lo ha demostrado en toda su vida. Y lo mismo vale para María: es reina en el servicio a Dios, a la humanidades la reina del amor que vive el don de sí misma a Dios para entrar en el plan de salvación del hombre. Al Ángel le dice: He aquí la esclava del Señor (cf. Lc. 1,38), y canta en el Magnificat: Dios ha puesto los ojos en la humildad de su sierva (cf. Lc. 1,48). Nos ayuda. Es reina justamente amándonos, ayudándonos en nuestras necesidades; es nuestra hermana, sierva humilde.
Y así hemos llegado al punto: ¿cómo ejercita María esta realeza de servicio y de amor?. Velando por nosotros, sus hijos: los hijos que se dirigen a Ella en la oración, para agradecerle o para pedirle su maternal protección y su ayuda celestial, tal vez después de haber perdido el camino, oprimidos por el dolor o la angustia por las tristes y agitadas vicisitudes de la vida.
En la serenidad o en la oscuridad de la existencia, nos dirigimos a María, encomendándonos a su continua intercesión, para que podamos obtener toda la gracia y misericordia necesarias para realizar nuestra peregrinación por los caminos del mundo.
A Aquel que gobierna el mundo y que tiene el destino del universo en sus manosnos dirigimos con confianza, por medio de la Virgen María. A Ella, desde siglos, se le invoca como celestial Reina de los cielos; ocho veces, después de la oración del santo Rosario, es implorada en las Letanías lauretanas como Reina de los Ángeles, de los Patriarcas, de los Profetas, de los Apóstoles, de los Mártires, de los Confesores, de las Vírgenes, de todos los Santos y de las Familias. El ritmo de estas antiguas invocaciones y oraciones diarias como la Salve Regina, nos ayudan a comprender que la Virgen Santísima, cual Madre nuestra al lado de su Hijo Jesús en la gloria del cielo, está siempre con nosotros, 
en el devenir diario de nuestra vida.
El título de reina entonces, es título de confianza, de alegría, de amor. Y sabemos que aquella que tiene en sus manos en parte, el destino del mundo, es buena, nos ama y nos ayuda en nuestras dificultades.
Queridos amigos, la devoción a la
Virgen es un elemento importante de la vida espiritual. En nuestra oración no dejemos de acudir confiados a Ella. María no dejará de interceder por nosotros ante su Hijo. Contemplándola a Ella, imitemos la fe, la plena disponibilidad al amoroso plan de Dios, la generosa acogida a Jesús. Aprendemos a vivir de María. María es la Reina del cielo cerca de Dios, pero es también la madre cercana a cada uno de nosotros, que nos ama y escucha nuestra voz. Gracias por su atención.
El Espíritu Santo y María salvaran al mundo.
Sólo el Espíritu Santo, sólo Él, únicamente Él, puede renovar la faz de la tierra y unir los corazones con el Verbo.
El Amor es el motor de la Iglesia y de los sacramentos; es el Amor el que engendró en el PADRE a los Sacerdotes.
El Amor forma a los sacerdotes, que sí fueron engendrados desde la eternidad en el entendimiento del Padre, nacieron a impulsos de los latidos amoroso y dolorosos de mi Corazón en la Cruz, y consumados en su fin y en su principio por el Amor.
Sólo el Espíritu Santo transforma, regenera, hermosea y llena de gracia a las almas, pero naturalmente para esta forma y reforme necesita la voluntad plena del sacerdote, el abandono amoroso y confiado en sus manos; y en su voluntad misma, el deseo vivo y ardiente de transformarse en Mi.
Necesita el  Espíritu Santo, Espíritu delicadisimo y santísimo, la cooperación del alma y la ejecución de sus santas inspiraciones.
Por derecho pues le pertenecen al Espíritu Santo, que desde la eternidad le deben favores inauditos y gracias  estupendas que muy pocos le agradecen.
¿Quien cuido de su vocación, hasta conducirlos al altar?
¿Quien los ha sostenido antes y después en sus luchas internas que solo Yo veo, y quien los ha elevado a la altura de su vocación y les ha dado la victoria?.
No siempre la Iglesia ha de estar postergada. Tendra siempre enemigos y guerras y persecuciones hasta el fin de los siglos; pero tendrá treguas también, tendrá honrosos triunfos. Yo lo aseguro.
Pero he vinculado estos triunfos en una sola cosa: la consumación transformante de sus sacerdotes en Mi.
Con esto vendrá el reinado del Espíritu Santo en las almas de mis sacerdotes, que es mi mismo Espíritu, y en las almas después y en las naciones y traerá la paz, por medio de la unidad en el amor, en la caridad.
Que pidan los files para que se apresure, para mi mayor gloria, esta santificacion de los sacerdotes en el Santificador único, esa evolución santa por el amor, ese ser todos de María, y todos para las almas en Mi para que YO EN ELLOS, EN LA TIERRA, alivie, edifique, perdone y salve. Solo Cristo enseña. Los demás en cuanto son portavoces suyos.
El sacerdote ignora toda la acción salvadora, reconfortante y glorificadora que le debe al Espíritu Santo y las luchas que este Santo Espíritu ha tenido y tiene con Satanás, para cuidar sus cuerpos y sus almas espuestas a ser desgarradas por el espíritu del mal.
Y sólo cuando la voluntad humana se ha revelado contra Él, el Espíritu Santo ha tenido que ceder el campo al enemigo, con gemidos inenarrables, pero pronto a volver a tomar poseción de lo suyo en el memento en que humildemente lo invoquen por el arrepentimiento.
El sacerdote por sus virtudes, por su fraternidad conmigo, debe transformarse en Mi, imitandome como hombre (lo que con mi cooperación alcanzara); y entonces no solo alcanzará a convertirse en Mi, hombre, sino en Mi, Dios hombre, participando más que nadie de lo divino que hay en Mi; y por esto solo, solo por esto, agradará a mi Padre, glorificara a mi Padre, por lo divino que ha recibido de MI ( recibiendolo Yo antes de mi Padre).
Si el sacerdote tiene tan alto origen - nada menos que en el seno amoroso de la Trinidad - tiene el deber ineludible de asemejarse a la Trinidad, muy principalmente en la unidad.
Y como la Iglesia ha sido creada para el, por la Trinidad, en ella debe aspirar y beber la unidad, simplificandose en mi voluntad manifestada por los superiores, es decir, por el Papa y los Obispos de quienes el sacerdote depende.
Al Padre debe el sacerdote imitarlo siendo padre, en su purísima fecundidad y caridad con las almas, con todas las cualidades de un padre, y del Padre que esta en los cielos, en cuyo entendimiento fue engendrado.
Debe imitar al Hijo que soy Yo, el Verbo hecho hombre y transformarse en Mi, que es más que imitarme: siendo otro Yo en la tierra, sólo para glorificar al Padre en cada acto de su vida y darle almas para el cielo.
LA CONSAGRACIÓN DEL MUNDO AL ESPÍRITU SANTO
En cierto sentido puede decirse que el Verbo recibió el ser del Padre por el amor; que el amor es la substancia del Verbo por ser la substancia del Padre; que el Padre engendró al Hijo y con El a su Iglesia, a los sacerdotes y a las almas por el amor.
Y debe imitar al Espíritu Santo siendo amorenamorando a las almas del amor; fundido en la caridad, endiosado en el amor, debe dar testimonio  del Verbo por amor y unificar a todas las almas en la Trinidad, que es amor en todos sus aspectos, en todas las infinitas consecuencias.
El amor salvará al mundo y la personificación del Amor es el Espíritu Santo. Vendrá el reinado universal del Espíritu Santo, porque es el dulcisimo nudo eterno; el que concilia, el que une, identifica y salva.
El Espíritu Santo con María, repito, harán que todo  se restaure en Mi, que soy su centro; harán que reine Yo como Rey Universal en el orbe entero; harán que mi corazón sea honrado en sus últimas fibras y dolores internos, y completaran las prerrogativas de María, Esposa del Espíritu Santo.
“El Espíritu Santo rige el mundo de la gracia”. Este divino Espíritu con su luz destruirá muchos errores en le mundo , espiritualizara los corazones, hará que el mudo se incline ante el estandarte salvador de la Cruz, y sobre todo, exaltará a su Iglesia con sacerdotes transformados en Mi, y así hará que vuelva Yo al mundo en ellos, como único Sacerdote, único digno de glorificar a mi Padre, con todos los sacerdotes en Mi, y toda la humanidad en ellos, formando por fin, no miembros dispersos y dislocados, sino un solo pastor, el Papa; y todos en Mi, en la Unidad de la Trinidad.


Consagración de México al Espíritu Santo
“ Hace mucho tiempo que vengo insinuando este mi deseo, de que se consagre el universo al Espíritu Santo, para que se derrame en la tierra como un nuevo PentecostésEntonces, cuando esto llegue, el mundo se espiritualizara con la unción santa de pureza y de amor con que lo bañara el Soplo vivificante y puro, el Purísimo Espíritu” 

ANTECEDENTES
Hace 84 años, es uno de los actos del Congreso Eucarístico Nacional de 1924, los Obispos consagraron nuestra patria al Espíritu Santo. Aunque la petición de esa consagración estuvo respaldada por más de doscientos mil católicos mexicanos adultos. El hecho pasó relativamente desapercibido entre las grandes solemnidades del Congreso Eucarístico. Por eso los Obispos resolvieron ratificar la consagración, rodeado cada uno de su pueblo en sus respectivas diócesis, el día de Pentecostés, 31 de mayo de 1925, día consagrado a la Santísima Virgen María Mediadora de todas las gracias.
Las vicisitudes históricas y políticas por las que México atravesó casi en seguida, lo llevaron a una seria persecución religiosa en la que muchos de nuestros hermanos derramaron su sangre por la confesión de la fe y por el amor a Cristo Rey y Señor. Y, ¿de quién, sino del espíritu Santo, recibieron la fuerza de lo alto para ser testigos de Cristo, aún a costa de sus bienes y de su vida?

SITUACIÓN HOY
Ante el grave momento que vivimos, marcado por la crisis económica, la violencia generalizada, la invasión del narcotráfico, los secuestros, la pérdida de los valores humanos, etc., el Episcopado Mexicano ha decidido renovar la consagración de nuestra patria al Espíritu Santo. Apreciamos como una verdadera gracia de Dios el hecho de que nuestra patria se haya consagrado entonces al Espíritu Santo y nos parece necesario renovar esa consagración en nuestros días.
Por lo mismo, deseamos vivamente que todos nuestros sacerdotes y fieles se hagan conscientes de la gracia que México recibió hace 84 años, que con nosotros den gracias a Dios y que, en la oración, el estudio y la reflexión personal y comunitaria, se dispongan a renovar, a nivel nacional, su Consagración al Espíritu Santo para que todos seamos verdaderos hijos de Dios, hermanos en Cristo de todos los hombres y actuemos con poder en la proclamación del Evangelio y en la salvación integral de México y el mundo.
Esta Consagración es un acto de fe y esperanza con el que manifestamos nuestra firme confianza en Jesucristo, el señor de la historia, que guía nuestros pasos con la sabiduría y fuerza de su Espíritu, en estos momentos de duras pruebas. Pues creemos, es imposible esperar de los solos esfuerzos humanos la solución  a tan grandes problemas; los creyentes estamos anclados en la esperanza que nos produce la Palabra del Señor: “Les daré un corazón nuevo y un Espíritu nuevo. Quitaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes y haré que se conduzcan según mis preceptos y observen y practiquen mis normas (Ez 36,25-27)”.
Esto es lo que esperamos de nuestro buen Dios con la Consagración de México al Espíritu Santo. Que a todos nos dé Dios un corazón lleno de amor y de perdón, y nos renueve y guíe con su Espíritu.


QUÉ ES UNA CONSAGRACIÓN
Consagrar nuestra patria al Espíritu Santo no es un acto piadoso son más, es tomar conciencia de que Dios nos ha elegido para Él, para su servicio, para dar frutos de santidad. Es proclamar a Jesucristo como el dueño y Señor de la historia. Es comprometernos en la tarea de hacer de México un templo donde vivan y reinen el amor, la paz, la concordia, los valores.
Consagrar es una acción de Dios con la que Él reserva para sí y destina a su servicio, por mediación de la iglesia, a la criatura que se le ofrece respondiendo a su llamado. De ahí que, consagrarnos al Espíritu Santo, es abrirnos a su divino influjo y ofrecernos para que nos consagre. En realidad, ya fuimos consagrados por Él en el bautismo y la confirmación y, la entrega que ahora queremos reiterar, significa aceptar consciente y libremente la Consagración de la cual fuimos objeto entonces, recibir con renovada fe el Don de Dios Altísimo, entregarnos a Él y comprometernos a ser dóciles a su acción para que manifieste en nosotros y a través de nosotros su divina eficacia, haciéndonos vivir como verdaderos cristianos para edificación de la Iglesia y el mayor bien de todos.

Esto supone una sincera conversión. Cada persona y cada grupo saben o deben tomar conciencia de cuáles con los aspectos de su vida en los que Dios les pide conversión,  tanto en la vida persona y familiar, como en la vida social y eclesial, sea que se trate de laicos o de religiosos y sacerdotes.

Convertirse es reconocerse pecador y arraigado en el
males renunciar al pecado y a las ataduras con que nos esclaviza; es pedir perdón y confiar en que se recibe; es conocer la Voluntad de Dios y dedicarse a cumplirla.

Convertirse, también es reconocer que no tenemos la capacidad  para vivir la nueva vida que Dios nos pide con la conversión. La experiencia nos da testimonio de que somos incapaces de cambiar nuestra conducta por nosotros mismos y que necesitamos el auxilio poderoso del Espíritu que cambie nuestros corazones. Cuando uno está más necesitado, tanto más debe acercase al que es la fuente perenne de luz, de fortaleza, de consuelo y de santidad.

Por consiguiente, la Consagración al Espíritu Santo, requiere que nos presentemos con humildad ante Dios, reconociendo que tenemos necesidad de ser salvados, insistiendo en una oración llena de confianza y dispuestos a ratificar nuestra entrega con acciones, mediante las cuales, la vida de Dios se haga presente en nosotros y en las circunstancias que vivimos.

No pensemos, por otra parte, que la Consagración al Espíritu Santo ha de ser un acto transitorio. Ha de ser un proceso permanente de conversión y de entrega en la fe viva y en un amor comprometido, mediante el cual secundemos la acción del Espíritu para que vaya transformando nuestra existencia hasta hacer aparecer la figura de Cristo en nuestras vidas y en las circunstancias familiares, educativas, económicas, políticas y religiosas de nuestra patria.



CONVOCATORIA
Por eso convocamos a la Iglesia católica de México, desde las 15:00 hrs. del día 20 de abril de 2008,  para que estén presentes, en espíritu y de corazón, en la Insigne Nacional Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, donde renovaremos la Consagración de nuestra nación al Espíritu de Santo.

A las 17:00 hrs. será la Eucaristía de apertura  de la LXXXVII Asamblea del Episcopado Mexicano y allí renovaremos la Consagración del país al Espíritu Santo, con la presencia de todos los señores Obispos de la CEM y de su Excelencia el Nuncio Apostólico; así mismo, celebraremos el Día del Papa.
Creemos que la acción del Espíritu Santo que renueva la paz de la tierra nos conducirá a confesar con la libertad de hijos de Dios que Jesús es el Señor, no sólo de nuestras personas, sino de la sociedad y sus estructuras, del mundo con sus bienes, y de todos los hombres con sus legítimas aspiraciones, con sus gozos y esperanzas.
Creemos que el Espíritu de caridad unificará los distintos grupos dentro de la iglesia, dará luz y generosidad a las familias cristianas para realizar su misión, iluminará a los responsables de la educación, moverá a llevar una vida económica según la enseñanza de la iglesia sobre la justicia social, impulsará a muchos a la práctica de una actividad política en consonancia con las exigencias de la fraternidad humana y del amor cristiano y llevará a  los religiosos y sacerdotes a vivir, en el gozo y gratitud al Señor, la entrega de su vocación, comprometidos más que nunca con la iglesia en su verdadera renovación.
Creemos que el Espíritu, que es exigente, nos saque de cualquier anquilosamiento y nos libere de toda pereza de corazón, de lo mediocre, de lo cansado, de lo lánguido y sin valor, con el fuego celestialmente vivo y nos haga sinceros y exigentes con nosotros mismos para estar a la altura de la hora presente.
Creemos que le soplo potente, animoso y seguro del Espíritu, nos dará creatividad para presentar el Evangelio de siempre ante un pensamiento y una sociedad en cambios constantes y nos infundirá la audacia necesaria para ser los cristianos que Dios quiere que seamos en las presentes circunstancias, decididos a las más radicales empresas ante una situación extrema.

Todo esto que creemos, lo esperamos de nuestra Consagración al Espíritu Santo, junto con nuestra renovación personal y con la gracia de ser transformados por el Espíritu  de Santidad en la imagen del  Hijo a fin de que todos los católicos mexicanos presentemos ante los ojos del Padre y a la mirada de los hombres, en toda circunstancia personal, familiar y social, el verdadero rostro de Cristo.

Que la Santísima Virgen María, que en el Cenáculo perseveró en oración con los Apóstoles implorando con sus ruegos el Dios del Espíritu, y que en su advocación de Guadalupe fue la mediadora de la Consagración Solemne de la Nación Mexicana, hace 84 años, ahora nos presida y nos ayude a renovarla a fin de que su Hijo Jesucristo derrame sobre la Iglesia en México y sobre todo el pueblo mexicano, una renovada plenitud de Espíritu Santo y dador de vida nueva.



José Leopoldo González González
Secretario General de la CEM

CONSAGRACIÓN DE MÉXICO AL ESPÍRITU SANTO 2009
NACIDO DE UNA TOMA DE CONCIENCIA HISTÓRICA
«La adoración a Cristo Rey y la celebración universal de su fiesta, la devoción eucarística, la consagración de México al Espíritu Santo, el amor a María de Guadalupe y al Papa, serán una parte esencial de nuestra identidad religiosa y nacional»
Una historia que estamos construyendo en tiempo difíciles
1924:   I Congreso Eucarístico Nacional
1925:   Solemnidad de Pentecostés
1975:   Renovación de la Consagración
Comunicado CEM, febrero 9, 2009
«En estos tiempos que plantean grandes retos, «los Obispos de América Latina hemos señalado que la sociedad actual experimenta un Cambio de Época, producto de un proceso de globalización que afecta prácticamente todos los ámbitos del desarrollo del ser humano: cultural, político, social, educativo, económico, religioso y tecnológico» (cf. Comunicado de prensa de la CEM, 9 febrero 2009), recordamos a Jesús, quien atento y bondadoso, repite su saludo de paz, muestra las insignias de su pasión y sopla sobre nosotros para entregarnos su Espíritu»  (cf. Jn 20,19-20).
«Ahora nos disponemos a renovar dicha consagración en cada una de las Arquidiócesis y Diócesis, el domingo de 
Pentecostés, 31 de mayo de 2009.
Deseamos que en nuestra patria, en nuestro continente y en el mundo entero, experimentemos la gracia de «un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente; una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza» (Aparecida 362).
«Invitamos a todos los fieles a prepararse  para la renovación que haremos  los Obispos de México,  de la consagración del País al Espíritu Santo,  el lunes 20 de abril»
Materiales de apoyo para la preparación  y la celebración:
La carta del Arzobispo u Obispo diocesano invitando a todas 
las personas que forman la Iglesia local a ser parte viva de esta celebración.
La invitación del Presidente a nombre de la Conferencia del Episcopado Mexicano.
Una síntesis histórica.
Cinco fichas para la reflexión, encaminadas a profundizar sobre el significado de la consagración al Espíritu Santo y los compromisos que de allí se desprenden.
Diversas fórmulas para hacer la consagración al Espíritu Santo.
SÍNTESIS HISTÓRICA
Introducción.
Antecedentes remotos y próximos.
Momentos de la Consagración (1924 y 1925),
Renovación de la Consagración 1975
Nuevo Proyecto 2009: abril 20 y mayo 31.
Conclusión.
FICHAS PARA LA REFLEXIÓN
Quien es el Espíritu Santo.
La acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en cada creyente.
¿En qué consiste la consagración al Espíritu Santo?
Urgencia de esta consagración al Espíritu Santo
Discípulos y misioneros de Jesucristo consagrados al Espíritu Santo.
FÓRMULAS  PARA LA CONSAGRACIÓN
Introducción: lineamientos generales.
Consagración de la Diócesis.
Consagración de la parroquia.
Consagración de la Vida Consagrada.
Consagración de la familia.
Consagración de cada persona.
Mons. Carlos Aguiar Retes, Presidente de la Conferencia del 
Episcopado Mexicano
La Era del Espíritu Santo.
“Hace mucho tiempo que vengo indicando este mi deseo de que se consagre el universo al Divino Espíritu para que se derrame en la tierra como un "segundo Pentecostés" (Diario T. 51, p. 135, marzo 11, 1928).
“Ha llegado el momento de que se acuda solo al único remedio para contrarrestar la satánica avenida que anega al mundo con el desenfreno infernal de las pasiones; y este remedio le corresponde a mi Iglesia en sus sacerdotes, y consiste en su transformación en Mi, como lo he explicado, en la consumación de esa transformación, que ahora no es solo un paso mas de perfección voluntaria, sino un sagrado deber, en el que va vinculada la salvación del mundo y la gloria de la Trinidad.  A esto se encuentra vinculada mi victoria sobre el infierno, mi triunfo y el de la Iglesia sobre las potencias infernales”.
Tomado de las Revelaciones hechas por el Señor a Concepción Cabrera de Armida o Conchita (nombre con el que fue  conocida). Nació el 8 de diciembre de 1862 en el seno de una familia acomodada en la Hacienda de Jesús María en San Luis Potosí, ciudad del norte de México. Contando con 21 años de edad firmó compromiso con Francisco Armida, contrayendo nupcias en el la Iglesia del Carmen el 8 de noviembre de 1884. El matrimonio tuvo entre 1885 y 1899 nueve hijos. El 17 de septiembre de 1901 muere Francisco Armida.
Concepción Cabrera se dedicó, tras quedar viuda, al estudio y al apoyo del estudio de sus hijos, nunca entró  a la vida religiosa. Esta mujer mexicana esconde en el fondo de su alma una extraordinaria vida apostólica, un ardor heroico para imitar a Jesús e identificarse con el Crucificado. Sin haber vivido nunca en un claustro, Concepción Cabrera de Armida es la inspiradora de la Obras de la Cruz. Prolífica escritora mística, Conchita ha dejado sesenta y seis volúmenes manuscritos, una obra tan amplia como la de Tomás de Aquino, un trabajo inmenso, un Diario espiritual que encierra tesoros de enseñanzas, de luz para toda la Iglesia y todos los hombres de hoy. Murió el 3 de marzo de 1937, a la edad de 75 años. Fue reconocida como Venerable el 20 de diciembre de 1999 por Juan Pablo II. He aquí pues estas revelaciones hechas por el Señor a Conchita sobre el Espíritu Santo, el segundo Pentecostés y la Era del Espíritu Santo; se contienen en el libro de M. M. Philipon, o.p., titulado : Conchita -Diario Espiritual de una Madre de familia.
Páginas 100 -103
Para muchos cristianos el Espíritu Santo es un desconocido. El Señor revela a Conchita su identidad personal en el seno de la Trinidad donde. El es el Amor, y su Misión  en la tierra: conducir a las almas al hogar del Amor; de aquí la necesidad del Reinado del Espíritu  Santo y la urgencia de una renovación de su culto.
La frase capital nos recuerda que .su misión en el cielo, su Vida, su Ser: es el Amor... Existe un tesoro escondido, una riqueza que no ha sido explotada ni se aprecia en su verdadero valor, siendo que es lo más grande del cielo y de la tierra: el Espíritu Santo.  No, ni el mundo de las almas lo conoce debidamente. El es la luz de las inteligencias y el fuego de los corazones;  y si hay tibieza, y si hay frio y debilidad, y tantos males que aquejan al mundo espiritual, es porque no se acude al Espíritu Santo.
Su misión en el cielo, su vida, su Ser, es el Amor; y en la tierra, llevar a las almas a ese centro del amor que es Dios. Con El se tiene cuanto se puede apetecer, y si hay tristeza es porque no se acude al divino Consolador, que es el gozo completo del espíritu; si hay flaqueza es porque no se acude a la fortaleza invencible; si hay errores es porque se desprecia al que es la luz; si se extingue la fe es porque falta el Espíritu Santo.
No, no se le da el culto que se le debiera dar en cada corazón, en la Iglesia entera, al Espíritu Santo; y la mayor parte de los males por los que se llora en la Iglesia y en el campo de las almas es porque no se le da toda la primacía que Yo le di a este Santo Espíritu, a esa tercera Persona de la Trinidad, que tuvo parte tan activa en la Encarnación del Verbo y en el establecimiento de la Iglesia. Se le ama con tibieza, se le invoca sin fervor y en muchos corazones, aún de los Míos, ni  siquiera se le recuerda y esto lastima muy hondamente a mi Corazón.
Es tiempo ya de que el Espíritu Santo reine, decía el Señor 
como conmovido, y no allá lejos, como una cosa altísima, aunque lo es; y no hay cosa más grande que El, porque es Dios, conjunto y consubstancial con el Padre y con el Verbo, sino acá cerca, en cada alma y corazón, en todas las arterias de mi Iglesia. El día que circule por cada Pastor, por cada sacerdote, como su sangre, así de íntimo, el Espíritu Santo, se renovaran las virtudes teologales, que languidecen aún en los que sirven a mi Iglesia, por la falta del Espíritu Santo. Entonces cambiara el mundo, pues todos los males que en el se lamentan hoy tienen por causa el alejamiento del Espíritu Santo, su remedio único.
Que reaccionen mis ministros en la Iglesia por medio del Espíritu Santo y todo el mundo de las almas sera divinizado. El es el eje en donde todas las virtudes giran,  y no hay virtud verdadera sin el Espíritu Santo.
El impulso celestial para levantar a mi Iglesia de cierta postración en que yace está en que se active el culto del Espíritu Santo, en que se le de su lugar, es decir, el primer lugar en las inteligencias y en las voluntades.  Nadie sera pobre con esta riqueza celestial, y el Padre y el Verbo que soy Yo deseamos la renovación palpitante, vivificante de su reinado en la Iglesia.
- Señor, pero si en la Iglesia si reina el Espíritu Santo, porque te quejas?
- Ay de ella si no fuera así!  El es el alma de esa lglesia tan amada. Pero de lo que me quejo es de que muchos no se dan cuenta de ese favor celestial, no le dan toda la importancia que se debe, lo hacen rutina; y languideciendo su devoción en los corazones es muy tibia, es secundaria, y esto trae males sin cuento, tanto a la Iglesia como a las almas en general. Por esto las Obras de la Cruz vienen a renovar su devoción y a extenderla por toda la tierra. Que impere en las almas este Santo Espíritu y el Verbo sera conocido y honrado, tomando la Cruz un impulso nuevo en las almas, espiritualizadas por el divino amor.
A medida que el Espíritu Santo reine se irá destruyendo el sensualismo que hoy inunda la tierra, y nunca enraizara  la Cruz si antes no prepara el terreno el Espíritu Santo. Por esto se apareció El primero a tu vista que la Cruz: por esto preside en la Cruz del Apostolado.
Uno de los principales frutos de la Encarnación mística  es el reinado del Espíritu Santo que debe consumir el materialismo.. (Diario T. 35, p. 66-71, febrero 19, 1911).
{…..}  .Creen las almas muy lejos al Espíritu Santo, muy elevado y por encima, y es, por decirlo así, la Persona divina más asistente con la criatura. La sigue a todas  partes, la impregna de Sí mismo, la llama, la cuida, la cobija, la hace su templo vivo, la defiende, la ayuda, la ampara del enemigo, y más cerca está que ella misma. Todo lo bueno que el alma ejecuta es por su inspiración, por su luz, por su gracia y auxilio.
Y no se le invoca y no se le nombra ni se le agradece la acción tan profunda e inmediata con cada alma!
Si llamas al Padre, si lo amas, es por el Espíritu Santo. Si te enamoras de Mi, si me conoces, si me sirves, si me copias, si te unes a mis quereres y a mi Corazón es por el Espíritu Santo.
Se le considera intangible, y lo es, pero no hay sin embargo cosa más sensitiva, más cerca y al alcance de la criatura en su miseria que la altura más grande, que el Espíritu santísimo que se refleja y es una misma santidad y poder con el Padre y con el Hijo.
Y los siglos han pasado siendo El siempre el principio de todas las cosas, el sello sagrado de las almas, el carácter del sacerdote, la luz de la fe, el que infunde todas las virtudes, el riego que fecundiza el campo de la Iglesia, y sin embargo ni se le estima, ni se le conoce, ni se le agradece su influencia siempre santificadora. Si hay ingratitud para M. en el mundo más la hay para con el Espíritu Santo. Por esto, al acabarse los tiempos quiero que se extienda su gloria. Uno de los dolores más crueles para mi corazón fue el de la ingratitud en todos los tiempos; el de la idolatría, entonces adorando ídolos,  y hoy adorándose los hombres a si mismoses decir, el alejamiento del Espíritu Santo.
En estos últimos tiempos ha puesto su trono la sensualidad en el mundo, esa vida de los sentidos que ofusca y apaga la luz de la fe en las almas. Y por eso más que nunca se necesita que el Espíritu Santo venga a destruir y a aniquilar a Satanás que en esta forma se va introduciendo hasta en la Iglesia. (Diario T. 40, p. 186-18, enero 26, 1915). Páginas 154 -155
Al enviar al mundo un como segundo Pentecostés quiero que arda, quiero que se limpie, ilumine e incendie y purifique con la luz y el fuego del Espíritu SantoLa última etapa del mundo debe señalarse muy especialmente por la efusión de este Santo Espíritu. Quiere reinar en los corazones y en el mundo entero; más que para su gloria, para hacer amar al Padre y dar testimonio de M., aunque su gloria es la de toda la Trinidad.(Diario T. 40, p. 180, enero 26, 1916).T
Dile al Papa que es mi voluntad que en todo el mundo cristiano se clame al Espíritu Santo implorando la paz y su reinado en los corazones.  Sólo este Santo Espíritu puede renovar la faz de la tierra y traer la luz, la unión  y la caridad a los  corazones.
El mundo se hunde porque se ha alejado del Espíritu Santo y todos los males que le aquejan tienen su origen en esto. Ahí está el remedio porque El es el Consolador, el autor de toda gracia, el lazo de unión  entre el Padre y el Hijo y el Conciliador por excelencia porque es caridad, es el Amor increado y eterno.
Que a ese Santo Espíritu acuda todo el mundo pues ha llegado el tiempo de su reinado y esta última etapa del mundo a El le pertenece muy especialmente para ser honrado y exaltado. Que la Iglesia lo pregone, que las almas lo amen,  que el mundo entero se le consagre y vendrá la paz,  juntamente con una reacción moral y espiritual más grande que el mal que a la tierra aqueja.
Que a la mayor brevedad se proceda a llamar con oraciones, penitencias, y lágrimas a este Santo Espíritu, suspirando por su venida. Y vendrá., Yo lo enviarée otra vez de una manera patente en sus efectos, que asombrara e impulsará a la Iglesia a grandes triunfos.(Diario T. 42, p. 156-158, septiembre 27, 1918). Pide esta reacción, este "nuevo Pentecostés", que mi Iglesia necesita: sacerdotes santos por el Espíritu Santo. El mundo se hunde porque faltan sacerdotes de fe que lo saquen del abismo en que se encuentra; sacerdotes de luz para iluminar los caminos del bien: sacerdotes puros para sacar del fango a tantos corazones: sacerdotes de fuego que llenen de amor divino al universo entero.
Pide, clama al cielo, ofrece al Verbo para que todas las cosas se restauren en Mi por el Espíritu Santo.. (Diario T. 49. p. 250-251, noviembre 1. , 1927).T
Quiero volver al mundo en mis sacerdotes: quiero renovar al mundo de las almas manifestándome  Yo mismo en mis sacerdotes: quiero dar un poderoso impulso a mi lglesia infundiéndole  como un "nuevo Pentecostés", el Espíritu Santo en mis sacerdotes.(Diario T. 50, p. 165, enero 5, 1928).T
Para alcanzar lo que pido deben todos los sacerdotes hacer una consagración  al Espíritu Santo, pidiéndole, por intercesión de María, que venga a ellos como en un "nuevo Pentecostés",  y que los purifique, los enamore, los posea, los unifique, los santifique  y los transforme en Mi. (Diario T. 50, p. 296, enero 25, 1928).
Algún  día,  y no lejano,  en el centro de mi Iglesia,  en san Pedro, se llegara  a hacer la consagración del mundo al Espíritu Santo,  y las gracias especiales de este divino  Espíritu se derramarán  en el Papa feliz que esto haga.
! Ven a Reinar Espíritu de Amor!
! Estrella de la Evangelización , llévanos a Jesús !.







Benedicto XVI reaparece para hablar de la purificación del corazón

Dirigiéndose a los miembros del Schülerkreis, el Papa emérito afirma que con la verdad, el amor y la amabilidad que vienen de Dios, el hombre se vuelve puro

Dirigiéndose a los miembros del Schülerkreis, el Papa emérito afirma que con la verdad, el amor y la amabilidad que vienen de Dios, el hombre se vuelve puro
Por Redacción
Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org

En la homilía en alemán, el Papa emérito se centró en el Evangelio de Marcos. Benedicto XVI comenzó subrayando que tres años atrás, en el encuentro del Schülerkreis, habían leído el mismo Evangelio y el cardenal Schönborn, en su homilía, había hecho esta pregunta: “¿Acaso no necesitamos una purificación exterior más que una purificación interior?” El el Pontífice emérito admitió que no recordaba la respuesta que el purpurado austriaco dio en aquella ocasión, pero que la pregunta era muy interesante. Así, centró su meditación en esta cuestión. “Para elegir una respuesta adecuada --observó-- tenemos que ampliar la pregunta y examinar todo el Evangelio, no sólo este pasaje”.
En este sentido, se preguntó: ¿no viene del exterior la suciedad que nos ataca? Es necesario que logremos una purificación de las indecencias que se encuentran fuera: “Podemos decir --afirmó Benedicto XVI-- que hay que responder con la limpieza exterior a las muchas enfermedades y a las epidemias que nos amenazan”. Es importante tener este tipo de responsabilidad para que la muerte no predomine, notó el Papa emérito. Pero eso no es suficiente, dijo, porque tenemos también “la epidemia del corazón”, una epidemia interior, que lleva a la corrupción y a otras cosas sucias y el hombre piensa sólo en él mismo.
El ethos, o sea la “limpieza interior”, tiene gran importancia, también como la religión. “¿Qué hace el hombre puro?” “¿Cuál es la auténtica fuerza de purificación?” “¿Cómo se llega a la limpieza del corazón?” Estas fueron algunas de las preguntas que hizo.
“En otro pasaje del Evangelio --prosiguió Benedicto XVI-- el Señor dice a los suyos: 'Vosotros sois puros, gracias a las palabras que he anunciado’”. Llegamos a ser puros por medio de la Palabra, apuntó. “Con la verdad, el amor y la amabilidad que vienen de Dios, el hombre se vuelve puro y verdad, amor y amabilidad se encuentran en la Palabra de Dios, que nos libera de la desmemoria en un mundo que no piensa más en Dios”, subrayó. “La Palabra de Dios vale mucho más que las palabras, porque a través de las palabras encontramos la Palabra de Dios y a Dios mismo. Nosotros encontramos la Palabra en los que reflejan a Dios, en los que nos muestran su cara y su sencillez, su ternura, su sinceridad”, aseguró. “Esperamos que el Señor nos conceda esta ‘limpieza del corazón’ a través de la Verdad que viene de Dios: esta es la fuerza de la purificación”, concluyó el Papa emérito.






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