martes, 13 de mayo de 2014

LA VERDADERA DEVOCIÓN AL ESPÍRITU SANTO


LA VERDADERA DEVOCIÓN AL ESPÍRITU SANTO

D. Luis Maria Martínez, Obispo Primado de México en los años tormentosos de la persecución religiosa en México.


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Un hombre lleno del Espíritu Santo, que dócil a su acción, se identifico con Jesús Sacerdote y Victima, ofreciendo constantemente su persona para realizar su obra salvadora y dar a conocer las maravillas de su Amor.

La vida cristiana es la reproducción de Jesús en las almas, y la perfección, que es una reproducción fidelísima, consiste en la transformación de las almas en Jesús.
Ahora bien: ¿Cómo se realizará esta mística reproducción de Jesús en las almas?
El Credo nos lo enseña con concisión y precisión:
“Fue concebido por obra del Espíritu Santo, de María Virgen”.
Así es concebido siempre Jesús, así se reproduce en las almas;  es siempre el fruto del cielo y la tierra; dos artífices  deben concurrir en esta obra divino-humana, el Espíritu Santo y la Virgen María, porque son los únicos que pueden reproducir a Cristo.
                                                                                     
El primero es santificador por esencia, porque es Dios, lasantidad infinita, porque es el Amor personal que consuma, pordecirlo así, la santidad de Dios, consumando su Vida y suUnidad y porque a Él corresponde participar a las almas elmisterio de aquella santidad. La Virgen Maa es tan solo cooperadora, pero instrumento indispensable en los designios de Dios. 
Del influjo material que tuvo María en el cuerpo real de Cristo se deriva el influjo que tiene en ese cuerpo místico de Jesús.
Que en todos los siglos se va formando hasta que al fin de los tiempos se eleve a los cielos, bello y esplendido, consumado y glorioso.

¿Por qué se atribuye al Espíritu Santo esta habitación de las almas? Porque es obra del amor; Dios está en nuestras almas de manera especialísima porque nos ama.
Por consiguiente la razón profunda de que Dios 
habite ennosotros, de que El permanezca en nosotros y nosotros en Él, es el amor. El amor de Dios que desciende hasta las profundidades de nuestras almas, el amor que por sus exigencias irresistibles.
Atrae al Dios de los cielos y lo cautiva con los vínculos de la caridad. Son esos dos amores que se buscan, que se encuentran, que se difunden en la divina unidad; es por parte de Dios el Espíritu Santo que se nos da y por parte nuestra debeser la caridad, a imagen del Espíritu Santo, que no puede separarse del divino orden. En el orden sobrenatural el amor lleva a la luz: el Espíritu Santo nos conduce al Verbo y por el Verbo vamos al Padre, en el quetoda vida se consuma, y todo movimiento se convierte endescanso y toda creatura halla su perfección y su felicidad:porque todas las cosas se consuman cuando vuelven a su Principio.


Propio del amor es dar dones, pero su primer don, don por excelencia, es el amor mismo. El Espíritu Santo es el amor de Dios, por eso es el don de Dios. El don mismo de su hijo nos lo hizo Dios por amor, y por consiguiente aún ese don inenarrables el primer Don, el Don por excelencia, el amor de Dios, el Espíritu Santo. Esta inefable intimidad la tiene el alma que está en gracia, conlas tres Divinas Personas de la Santísima Trinidad; mas la primera intimidad es con el Espíritu Santo, porque es el primer don.
No quiere decir esto que se pueda poseer una persona divina
sin poseer las demás, pues son inseparables; pero, según el orden de apropiación, la razón de poseer al Padre y al Hijo es que poseemos al Espíritu Santo, que es el primer don de Dios. 

La posesión es el ideal del amor, la posesión mutua, perfecta einadmisible. Dios al amarnos y permitir que le amáramossatisfizo divinamente esta exigencia del amor: quiso ser nuestro y que nosotros fuéramos suyos.


Antes de que la vida espiritual llegue a la madurez de la unión,posee el alma el Don de Dios, pero como quien posee un tesoro cuyo valor desconoce y de cuyas ventajas no puede aúndisfrutar plenamente. 
Esa vida espiritual imperfecta es la vida común de la mayoría de nosotros, no tiene aún plena conciencia  ni plena posesión de sí misma: 
En el amor terreno ¡Quéimperfecto, que inconsistente es esa posesión!¡Hay sombras tan espesas en el entendimiento! ¡Hay todavía tan grande mezcla de afectos en el corazón! ¡Está el alma tan ligada las criaturas! Que ni sabe el alma lo que posee, ni tiene la santa libertad de los hijos de Dios para batir sus alas y elevarse al gozo de Dios. Esta es precisamente la obra del Espíritu Santo en las almas:desarrollarlas hasta su santa madurez, hasta la plenituddichosa. Desarrollar ese germen de amor que Él mismo depositó en las almas. 
La vida espiritual es la mutua posesión de Dios y del alma, que es esencialmente su mutuo amor. Cuando el Espíritu Santo llega a poseer plenamente un alma y ésta logra poseer plenamente el Don de Dios; esa es la unión, esa es la perfección, esa es la santidad.

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LA VERDADERA DEVOCIÓN AL ESPÍRITU SANTO

INTRODUCION

Así como San Luis María Griñon de Monfort en su libro: “La verdadera devoción a la Santísima Virgen Maria”, dio a la devoción a la Santísima Virgen Maria el lugar que verdaderamente le corresponde en la vida cristiana, no intermitente, no como algo añadido, sino como algo esencial a la vida cristiana, necesario, constante, sin lo cual no hay salvación; también el Eximio Arzobispo D. Luis Maria Martínez, Obispo Primado de México en los años tormentosos de la persecución religiosa en México, escribió un primer libro sobre el Espíritu Santo, que titulo a semejanza de San Luis Maria Griñon de Monfort: “La verdadera Devoción al Espíritu Santo”, en el que busca situar la devoción al Espíritu Santo en el lugar que le corresponde en la Iglesia. Estas hojas son un extracto que busco mantenerse lo mas fiel que me fue posible a lo doctrina expuesta por el Sr. Martínez.


EL DULCISIMO HUÉSPED DEL ALMA

Dios no tiene sino un ideal que en su unidad prodigiosa encierra todas las formas de belleza superior porque es divina. Este ideal es Jesús.
El Espíritu Santo lo ama más que un artista a su ideal supremo. Ese amor es su ser, porque el Espíritu Santo es el amor único,  el amor personal del Padre y del Verbo.
Con divino entusiasmo se acerca a cada alma, soplo del altísimo, luz espiritual que puede fundirse con la Luz Increada, esencia exquisita que puede transformarse en Jesús, reproduciendo el ideal eterno. Con que amor suavísimo y fortísimo al mismo tiempo va realizando su obra divinamente artística.
Su creación no es exterior ni intermitente, sino intima y constante. Para el artista de las almas santificar y poseer es una misma cosa; porque la santificación es obra de amor y el amor es posesión.
Para realizar su ideal, el Espíritu Santo entra en las profundidades de las almas, las compenetra en sus íntimos senos, hace de ellas su morada permanente para hacer después en ellas su obra magnifica.

Por eso la primera relación que tiene el Espíritu Santo con las almas es la de ser “El dulce huésped del alma”, como lo invoca la Iglesia en al Misa de Pentecostés.
Sin duda que toda la Trinidad santísima habita en el alma desde que esta recibió la vida de la graciacomo ha de habitar eternamente en el alma por la vida de la gloria, expansión plena y dichosa de aquella vida. Así nos lo enseño Jesús en la noche de sus íntimos secretos: “Si alguno me ama, guardara mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a el y estableceremos en el nuestra morada.
La santa Escritura atribuye esta habitación espiritual al Espíritu Santo: ¿No sabéis dice San Pablo que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?.
La gracia y la caridadesto es, la vida de nuestras almas, tienen relación con el Espíritu Santo que habita en nosotros. Y no es de manera transitoria que viene el Espíritu Santo, sino que establece en nosotros su morada permanente y vive en intima unión con nuestras almas.

Sin duda que por apropiación se atribuye al Espíritu Santo esta habitación permanente e intima en nuestras almas, que a todas las Divinas Personas corresponde; pero esta apropiación es hecha por la Escritura, por el mismo Jesucristo; y sabemos que esta apropiación es perfectamente fundada y admirablemente eficaz para revelarnos a la Trinidad Beatísima.

¿Por qué se atribuye al Espíritu Santo esta habitación en nuestras almas?. Porque es obra del amor. Dios esta  en nuestras almas de manera especialísima porque nos ama: El amor hace que el Dios de los cielos enamorado de los hombres baje hasta ellas y se les una de manera intima y permanente.
Pero no solo su amor, sino también el nuestro, porque ser mutuo es una exigencia del amor y para eso, para que nosotros correspondamos a su amor infinito con un amor creado ciertamente, pero sobrenatural y divino, el Espíritu Santo derrama en nuestras almas una imagen suya, la caridad; y esta llega a hacerse tan perfecta que puede decirse que Dios y nosotros formamos un mismo amor, una sola llama, un mismo Espíritu, como lo enseña san Pablo: Quien se une al Señor es un solo Espíritu con El.
La razón profunda de que Dios habite en nosotros, de que El permanezca en nosotros y nosotros en El es el amor. Dos amores que se buscan, que se encuentran, que se funden en la divina unidad: Por parte de Dios el Espíritu Santo que se nos da, y por parte nuestra la Caridad, imagen del Espíritu Santo que no puede separase del divino original.
Sin duda también el conocimiento hace que Dios habite en nosotros como en su templo, pero no cualquier conocimiento, ni aun de orden sobrenatural hace que Dios habite en nosotros, sino solamente aquel conocimiento como experimental, que se llama sabiduría y que procede del Amor y produce amor.


EL DIRECTOR SUPREMO
El dulce Huésped del alma no permanece ocioso en su santuario intimo. Vive en el centro del alma, en esa región profunda de la voluntad donde El mismo a difundido la Caridad, pero desde aquella cumbre derrama en todo el hombre con divina unción dones divinos para que todo el hombre reciba su influjo vivificante.

Por medio de estos dones el  mueve a todo el hombre, se convierte en director de la vida sobrenatural, mas aun, es alma de nuestra alma y vida de nuestra vida.
Si el hombre no tuviera que realizar más que una obra de perfeccionamiento moral, adecuado a su naturaleza, bastaría la razón humana -- destello de la Luz de  Dios - para dirigir la vida del espíritu. Pero la obra que ha de realizarse en el hombre es divina, la reproducción de Jesús, obra maestra de Dios y para empresa tan alta es necesaria la dirección de Espíritu Santo. Sin esa dirección la santidad es imposible.
El Espíritu Santo enseña todo no solo como los maestros de la tierra, proyectando la luz de sus explicaciones sobre el objeto de sus enseñanzas, sino de manera intima: comunicando a la inteligencia una luz nueva, la Luz divina.
El verdadero director de las almas, el Maestro íntimo, el alma de la vida espiritual es el Espíritu Santo, sin El, ya lo hemos dicho, no hay santidad. El grado de perfección de un alma se mide por su docilidad al movimiento del Espíritu, por la prontitud y facilidad con que sus cuerdas producen las notas divinas de su cántico de amor.
La Iglesia en la Misa de Pentecostés expresa admirablemente lo que el Espíritu Santo hace en las almas: lava lo sucio, suaviza lo duro, calienta lo frió, rectifica lo que se ha desviado; enciende la luz en las almas, infunde el amor en los corazones y comunica a todo el ser del hombre maravillosa fortaleza.  




EL ALTÍSIMO DON DE DIOS

El Espíritu Santo No vive en nosotros solamente para poseernos por su dulce presencia y por su divina acción. Vive también para ser nuestro, para ser poseído por nosotros, que tan propio del amor es amar como ser amado, poseer como ser poseído.
Casi siempre que se habla en la Escritura de la misión del Espíritu Santo en nuestras almas, el verbo que se emplea es DAR: “Yo rogare al Padre y os dará otro Paráclito”. “nos dio su Espíritu”. “Aun no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no había sido todavía glorificado”.
Propio del amor es dar dones: El Padre nos dio a su Hijo porque nos ama, pero su primer Don, su don por excelencia es el Amor mismo. El es el DON de Dios por excelencia. El Espíritu Santo  es el Amor de Dios, por eso es el Don de Dios y el don que es de quien lo da, se convierte en posesión de quien lo recibe.
La posesión es el ideal del amor, la posesión mutua, perfecta, inamisible. Dios al amarnos y permitir que lo amaramos satisfizo divinamente esta exigencia del amor: quiso ser nuestro y que nosotros fuéramos suyos.
En el amor terreno, que imperfecta, que efímera, que inconstante es la posesión. En el amor divino, se posee al que se ama con intimidad mas profunda la que con nosotros mismos existe y de manera tan inamisible – por parte de Dios siempre y por parte de nosotros cuando el amor alcanza su perfección – que San Pablo escama: “Estoy cierto que ni la muerte, ni la vida... ni criatura alguna podrá separarnos de la Caridad de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro”.
Mas no decimos que poseemos sino aquello de que podemos gozar a nuestro arbitrio. De manera que una Persona Divina no puede poseerse sino por la criatura racional unida a Dios. A lo cual llega, algunas veces, la criatura racional cuando de tal manera se hace participe del Verbo Divino y del Amor que de El procede, que puede libre y verdaderamente conocer a Dios y amarlo rectamente.
Gozar de Dios es conocerlo y amarlo, porque siendo Espíritu, solamente pueden tocarlo nuestras facultades superiores, mas no por todo conocimiento, ni por todo amor se goza de Dios, sino por el conocimiento intimo que penetra su verdad y por el amor profundo que nos une con su bondad soberana.
Y para lograr ese conocimiento y ese amor, nuestras fuerzas no bastan, necesitamos recibir de Dios mismo sus dones: La participación del Verbo Divino y de su Amor personal.
La misión del Espíritu Santo trae consigo la Caridad que es imagen creada, pero imagen del Espíritu Santo mismo. La misión del Verbo de Dios produce en el alma la sabiduría, imagen creada de la Sabiduría Increada. Y todo esto por obra del Espíritu Santo: Gozar del Espíritu Santo es amar, gozar del Verbo es conocer, pero así como las Personas divinas son inseparables, quien puede gozar de una Divina Persona puede gozar de las demás. Quien goza del Hijo y del Espíritu Santo va al gozo del Padre, hundiéndose, por decirlo así, en el seno de la inmensa ternura, en el océano de donde procede todo bien.
 Bajo el Espíritu Santo al seno de Maria y el Verbo se hizo carne; bajo a los Apóstoles en Pentecostés e hizo de ellos otro Jesús, continuadores de la vida y la obra de Jesús.  Baja a cada alma y forma en ella la imagen viva de Jesús.
Sin duda que esa participación plena del Verbo y del Espíritu Santo que nos hace conocer íntimamente y amar profundamente  a Dios es la santidad, es la unión. Pero apenas la vida de la gracia se inicia en las almas, Dios otorga sus dones, y las almas empiezan a gozar de Dios.
Antes de que la vida espiritual llegue a la madurez de la unión, posee el alma el Don de Dios, pero como quien posee un tesoro cuyo valor desconoce, y de cuyas ventajas no puede aun disfrutar plenamente. Hay sombras tan espesas en su entendimiento; Hay todavía tan grade mezcla de afectos terrenos en su corazón; Esta tan ligada aun a las criaturas. Ni sabe el alma lo que posee, ni tiene la santa libertad de los hijos de Dios para batir sus alas y elevarse al gozo de Dios.
Esta es precisamente la obra del Espíritu Santo en las almas: desarrollar hasta su santa madurez, hasta la plenitud dichosa ese germen de vida que El mismo deposito en las almas. Entonces el alma es toda de Dios y Dios es todo del alma. Entonces Dios obra en el alma como se obra en lo que nos pertenece por completo, y el alma goza de Dios con la confianza, con la libertad con que disponemos de lo nuestro.
¡Que verdades tan profundas y tan consoladoras! El Espíritu Santo es nuestro. Podemos gozar de El y usar de sus afectos. Somos suyos, el Espíritu de Dios puede disponer de nosotros a su antojo, como quien dispone de los suyo. ¡Ah! “Si conocieras el Don de Dios” decía Jesús a la Samaritana. Si supiéramos los tesoros que se ocultan en la vida superior de las almas, las riquezas de ese mundo divino en el que nos introduce el DON de Dios.



EL CICLO DIVINO

La Encarnación es la donación que el Padre nos hizo del Verbo, por obra del Espíritu Santo. Este Divino Espíritu trajo a la Virgen María la divina fecundidad del Padre y el Verbo se hizo carne.
Cada uno de los principales misterios de Jesús es inspirado, como precedido por la acción del Espíritu Santo: El Espíritu Santo conduce a Jesús al desierto al comenzar la vida publica; aparece en forma de paloma en el Jordán y de nube luminosa en la transfiguración, y ese mismo Amor impulsa a Jesús a realizar la obra suprema de su misión; el acto supremo de su vida: la doble inmolación del Cenáculo y del Calvario.
Por el Espíritu Santo se ofreció a si mismo inmaculado a Dios y vuelve al Padre llevando consigo la humanidad regenerada.
Pero ese Divino Ciclo debía comenzar de nuevo, debe estar comenzado siempre y siempre consumándose hasta el fin de los tiempos. Y el Espíritu Santo vuelve a bajar en la solemnidad de Pentecostés, para reproducir a Jesús en la Iglesia y renovar en ella a través de los siglos los misterios de su vida.
Pero en cada alma debe reproducirse el ciclo divino. El Espíritu Santo traerá a cada alma la divina fecundidad del Padre y en el seno de cada alma encarnara el Verbo místicamente y Jesús cantara en cada alma el poema de sus divinos misterios y cada alma ira al Padre por El, y en el seno amoroso del Padre cada alma hallara su felicidad, volviendo a su principio y consumando a su vez el ciclo divino.
El fin de la santificación de las almas es la gloria del Padre, la esencia de esa obra maravillosa es la transformación en Jesús.
La glorificación del Padre es la obra de Jesús, y para hacer la obra de Jesús es preciso ser Jesús,  estar unido a El de tal manera  que la  glorificación  del Padre Celestial sea obra de Jesús.
En cada alma debe reproducirse el ciclo divino, ese es el glorioso destino de las almas
Muchas almas resistirán hasta el fin al Amor y lloraran su esterilidad en la irremisible lejanía del Amor. Otras poco dóciles al Amor y poco generosas en la indispensable correspondencia, presentaran apenas, al dejar este mundo un esbozo de Jesús, que se perfeccionara en el fuego del Purgatorio para que puedan entrar en el gozo de Dios. Solamente las almas de los santos dejándose poseer de la “donación de Cristo” realizaran plenamente los designios de Dios y en ellos aparecerá espléndida, acabada, perfecta la obra del Espíritu Santo y el ciclo divino se consumara en su majestuosa amplitud.


LA GLORIA DEL PADRE

Todo el misterio de Cristo tiene este término altísimo: La gloria del Padre, una gloria nueva, superior a la del orden natural, porque es del orden divino, y tal es el fin de la Encarnación. Toda la economía del orden sobrenatural, todo el grandioso designio de Dios de reparar la naturaleza humana, se expresa en aquellas palabras del Canon de la Misa: “Por Cristo, con El y en El, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por todos los siglos de los siglos”.
Cristo mismo nos enseña que El vino a glorificar al Padre y cuando con el último acto de su vida – su muerte en la Cruz - termino el poema divino de la gloria del Padre, quiso que el poema de gloria resonara por los siglos. Pero solamente la voz de Jesús puede entonar este cántico divino, solamente de El puede recibir el Padre esa gloria. Sin El nada hay, nada vale en el orden divino.
Es pues preciso que la voz de las almas se una con la voz de Jesús para que suba al Padre, para que suene a gloria, para que tenga el divino acento que al Padre le complace.
En su afán de glorificar al Padre, en su ternura para las almas, Jesús se unió a las almas no solo para darles sus méritos, sino para que en El recibiera todo honor y toda gloria el Padre Celestial. Quiso que toda voz fuera su voz, y todo amor fuera su amor, y toda gloria su gloria, la que el tributa al Padre celestial.
Sin duda que la gracia santificante, que es una participación de la naturaleza divina es el fundamento de esa obra maravillosa, pero la asimilación especial a cada una de las Divinas Personas y la posesión singular de ellas, viene de dones sobrenaturales que tienen por raíz la gracia santificante: Los dones del entendimiento trazan el alma la imagen del Verbo y nos hacen poseer la Sabiduría , en tanto que los dones del amor nos asemejan al Espíritu Santo y nos ponen en felicísima posesión de El.
Para que el cántico se perfecto es necesario que todas las facultades humanas se rectifiquen y se armonicen, como las cuerdas de una lira, y que el Espíritu Santo sople e inspire el cántico único del amor.
Por el Don de sabiduría, el alma se hace semejante al Verbo y lo posee – pues por ese don hay una misión del Hijo de Dios – Transformarse en Jesús es por lo tanto poseer plenamente el Don de Sabiduría. Pero ese Don tiene sus raíces en la caridad: es luz que brota del amor. La Caridad, semejanza creada del Espíritu Santo y base la posesión del Amor Infinito, y de nuestra intimidad con El,  nos conduce a la Sabiduría, que nos da la imagen, la posesión y la intimidad con el Verbo de Dios.


LA PERFECCIÓN CRISTIANA

Dios que es Caridad, nos da la imagen, la posesión,  y la intimidad del Verbo de Dios. Pero se ama por la Caridad que el Espíritu Santo derrama en nosotros al dársenos, El Espíritu Santo nos lleva a Jesús, nos hace Jesús, transformándonos en El en cuanto que por El se nos da la semejanza del Hijo natural, que es la Sabiduría engendrada.
Para Transformarse en Jesús es absolutamente preciso amar, amar sin medida, unirse a El tan estrechamente que se pueda mirar por sus ojos, que pueda el alma hacerse con El un solo Espíritu  por la Caridad que le trajo consigo la misión del Espíritu Santo.
Tal es el ciclo de la santificación de las almas: nadie puede ir al Padre sino por Jesús; nadie puede ir a Jesús sino por el Espíritu Santo. Y por Jesús, con Jesús, en Jesús las almas glorifican al Padre por los siglos de los siglos.
Se puede vislumbrar el proceso esencial de la perfección cristiana, que es la obra por excelencia del Espíritu Santo: El Don de Dios se da El mimo a las almas y derrama en ellas el don de la Caridad, las virtudes sobrenaturales y todos sus dones.
Por las virtudes el Espíritu Santo purifica a las almas para que la caridad se desarrolle en ellas sin obstáculo. Cuando el alma ha sido purificada por las virtudes, la purifica más hondamente por los Dones y la armoniza de manera admirable.
Cuando el alma ha sido plenamente pacificada, penetrada por la caridad y poseída por el Espíritu Santo, se “transforma” en Jesús por la plenitud del Don de la Sabiduría.
La cumbre de esta divina ascensión del alma es la “unión transformante” que es una unión muy intima con el Verbo de Dios , que aunque es fruto del amor,  es esencialmente una transformación de luz , la que trajo consigo esa misión especial del Hijo, y por consiguiente, una especial y perfecta posesión de El, según la expresión de San Pablo:  “Mas nosotros todos, contemplando a cara descubierta la gloria del Señor, nos transformamos en la misma imagen, de claridad en claridad, como por el Espíritu del Señor”.
La unión transformante es la obra del Espíritu Santo  que trae a las almas la divina fecundidad del Padre para que se forme en ellas la imagen viva de Jesús. Cuando el alma ha alcanzado esta unión perfectísima Jesús vive en las almas como en una prolongación mística de su vida mortal, y entonces el alma puede hacer, unida con Jesús, la obra de Jesús que es la glorificación del Padre.
 Esta vida de Jesús en las almas es como una prolongación mística de su vida mortal, como una encarnación mística en las almas por la cual renueva también místicamente el ellas los misterios de su vida: ya los de su infancia, de su vida publica, de su pasión o los de su vida eucarística. 
El alma que ha llegado a la unión divina tiene con Jesús todas las relaciones santas propias del amor, porque el amor de Dios  condensa en su eminente perfección todos los matices legítimos y nobles del amor humano, como nos lo enseña el mismo Jesús: “Todo el que hace la voluntad de mi Padre que esta en los cielos, el mismo es mi hermano y mi hermana y mi madre”.
Pero en esta obra mística, como en aquella de la Divina Encarnación el Espíritu Santo requiere la cooperación de la criatura. El alma cubierta con la sombra del Espíritu Santo, guiada movida y fecundizada por El, forma en si misma a Jesús.


LA MOCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO POR LOS DONES

La moción santificadora del Espíritu Santo por lo Dones es muy distinta de las divinas mociones que en todos los ordenes y en todos los instantes recibimos de Dios, ya que en El “vivimos y nos movemos y somos”.
Aun entre las mociones de orden sobrenatural, la moción del Espíritu Santo por lo Dones es lago muy especial. En las demás el Espíritu Santo ayuda nuestra debilidad, pero deja la dirección de los actos a nuestras facultades superiores, la inteligencia y la voluntad.
Pero en esta moción especial, la de sus Dones, el Espíritu Santo viene como río impetuoso y toma en lo intimo de nuestras almas el lugar que le corresponde a lo que hay en nosotros de mas intimo, de mas alto, de mas activo. Se constituye en director inmediato del alma y esta en la plenitud de su fuerza y de su libertad, no obra sino movida por el Espíritu.
Esta intima y especialísima moción es una moción de amor: se funda en el amor, la hace El Amor y conduce al Amor. Se diría que su moción es una caricia de amor infinito, que nos mueve la intima fusión de El y de nuestras almas que realizo la Caridad, el Espíritu Santo se hace sentir en todo el hombre que es una sola cosa con El.
Sin esta moción santificadora del Espíritu, normalmente es imposible conseguir la salvación y menos la perfección cristiana, pues la razón del hombre, aunque enriquecida por la luz de Dios, aun contando con las virtudes sobrenaturales, es incapaz de realizar una obra tan grande como es la reproducción de Jesús en nuestras almas.
Las virtudes son sin duda medios preciosos para nuestra santificación, pero son nuestros medios, los instrumentos del Espíritu Santo son sus Dones.
Los Dones del Espíritu Santo han sido tan olvidados como el mismo Divino Espíritu. Con el afán de ser prácticos, mucho piensan demasiado en la obra del hombre y  poco, muy poco, en la obra de Dios. Exaltan las virtudes, lo cual es justísimo, pero, olvidan los Dones que tan bien son necesarios para la salvación y a ellos corresponde lo más fino y exquisito de la obra santificadora.
La ruta del Espíritu es invariable e inmensa, describe siempre con sus alas blanquísimas un circulo amoroso e infinito: viene del Padre y del Hijo, y hacia esa divinas personas tiende su vuelo majestuoso, arrastrando en la dulce impetuosidad de su soplo a las almas dóciles a su inspiración.
En el lenguaje de las apropiaciones divinas ¿nos podría decir que en el divino funcionamiento de los Dones, la regla, el ideal de los actos que se realizan bajo la inspiración del divino Espíritu, corresponde al Padre?.
¿No parece en el Evangelio la voluntad del Padre como la norma suprema  de Jesús?. ¿No es la gloria del Padre lo que formaba el único anhelo gigantesco y divino de su alma?. ¿No busca Jesús en los días de su vida mortal el ideal de sus actos en el seno del Padre?.
Bajo todos los aspectos el ideal  es el Padre y el término es Jesús, Jesús que es la imagen del Padre. El papel del Espíritu Santo es traer del Seno del Padre el divino ideal y sembrar en las almas, como roció de los  cielos, esa fecundidad divina, para que germine en ellas el fruto celestial.
Poco a poco, bajo la acción vivificante del Espíritu, bajo el influjo divino de los Dones, el alma se va adecuando al ideal divino e irán apareciendo en ella, primero rasgos dispersos, pálidos esbozos del ideal, después se va armonizando toda el alma, todos sus anhelos se funden en un amor que avasalla, todas las luces dispersas se unifican en un tema glorioso y divino.   ¡la obra va  a aparecer en su magnifica belleza!: La imagen del Padre, reproducida, creada, pero sobrenatural, llena de luz y de verdad, de aquella Imagen Única, infinita y sustancia del Padre que es su Verbo, quien al tomar nuestra carne quiso llamarse Jesús.


Porque la verdadera devoción al Espíritu Santo es el amor del alma que corresponde al Amor de Dios. El don de la criatura que se esfuerza por agradecer el DON divino. La cooperación humana a la eficacísima acción divina, corresponde al alma estar siempre abierta al Amor, siempre dispuesta para recibir el DON de Dios, siempre dóciles sus facultades para seguir la divina acción.
    Esa cooperación libre, amorosa a su divino influjo es la verdadera devoción al Espíritu santo y se inicia por una verdadera consagración a El, ratificando su voluntad de consagrarse a Dios.

LAS VIRTUDES TEOLOGALES: FE, ESPERANZA Y CARIDAD


Los que se aman necesitan estar solos para amarse sin obstáculo, para mirarse sin estorbo, para hablar sin testigos, para fundir su corazón en la purísima unida del amor. A esa comunión intima de amor aspira el Huésped dulcísimo de nuestras almas y el misterio de esa comunión la realizan las Virtudes Teologales.
Para mirar al Espíritu Santo no basta nuestra inteligencia natural, por clara, profunda e ilustrada que sea. Para amarlo no es suficiente nuestro  corazón humano, para abrazarlo, no alcanzan las pobres fuerzas de nuestra        alma. Se necesitan ojos más profundos, un corazón nuevo, las alas de la divina paloma para elevarnos hasta esa divina intimidad. La Caridad, amor creado hecho a la semejanza del Amor increado - el Espíritu Santo - esencia de la perfección y forma de todas las virtudes. 
Esta intimidad con Dios que el Espíritu Santo comunica al alma, cuyo germen viene al cristiano con la gracia, cuya plenitud es la santidad y cuya consumación es el cielo, es algo divino, que esta por encima de todas las fuerzas creadas y que requiere principios de actividad sobrenaturales y divinos.
Cuando el Espíritu Santo es dulce huésped del alma, la enriquece con múltiples y variados principios de acción sobrenatural, pero los únicos que pueden tocar directa e íntimamente a Dios son las Virtudes Teologales.
Las demás virtudes purifican el alma, quitan de ella los obstáculos para la unión, la hermosean, la atavían, pero ninguna de ellas ni todas juntas pueden  hacer que el alma toque a Dios. La Fe son los ojos que lo contemplan entre sombras, la Esperanza son los brazos que lo tocan y la Caridad lo funde en inefable caricia en el corazón del Amado.
La presencia del Espíritu Santo en nuestras almas exige que nos demos cuenta de ella, que tengamos la dulcísima convicción de que El habita en nuestros corazones, que vivamos bajo su mirada y que lo busque la nuestra.
A veces esa mirada se hace tan profunda que nos parece vivir ya en el seno de Dios, otras veces parece que el corazón esta vacío y que el alma ha perdido su inefable tesoro. Pero en medio de las inevitables vicisitudes de la vida espiritual, hay algo que no cambia: La certeza de la Fe.
La Fe que apoyada en la firmeza inquebrantable de la palabra de Dios, no necesita para vivir ni de imágenes, ni de sentimientos, sino que, siempre firme, siempre precisa, siempre recta se afina con la desolación y se perfecciona en el consuelo.
Nuestra devoción al Espíritu Santo debe fundarse pues en la Fe, que es la base de la vida cristiana. Sin duda que la Fe es por su naturaleza imperfecta, pero para corregir en cuanto es posible sus imperfecciones, sirven los Dones intelectuales del Espíritu Santo, con los cuales la mirada de la Fe se hace mas penetrante, mas comprehensiva, mas divina y hasta mas deliciosa.



ESPERANZA


Pero la Fe no basta para la intimidad con Dios, aunque sea la primera y fundamental comunicación con EL, porque como enseña Santo Tomas de Aquino, en esta vida es mejor amar a Dios que conocerlo, y es mas unitivo el amor que el conocimiento.
Por la Esperanza tendemos al fin supremo de la vida, a la felicidad sobrenatural del cielo que es participación de la felicidad misma de Dios. Por la Esperanza tendemos a El, no con la incertidumbre y vaivén de las esperanzas humanas, sino con la seguridad inquebrantable de quien se apoya en la fuerza amorosa de Dios.
El termino de la Esperanza esta en la patria, que es la eterna y plena posesión de Dios porque tenemos la divina promesa que no engaña, porque primero pasaran los cielos y la tierra que la palabra de Dios.
Y si con la Esperanza llevamos en el alma la Caridad, tenemos mas que la promesa, pues poseemos en substancia el mismo bien que poseeremos plenamente en el cielo, porque en el fondo la vida de la gracia y la vida de la gloria son la misma vida sobrenatural: en germen por la gracia, en plenitud por la gloria. El Don del Espíritu Santo que se nos ha dado es prenda de la vida eterna. Tenemos ya en sustancia las cosas que esperamos. Por eso con la muerte, la vida espiritual, la verdadera vida del alma, no se acaba, se transforma, la gracia se cambia en gloria.
De la firmeza con que esperamos la vida eterna, se desprende por legítima consecuencia, la firmeza con que debemos esperar todos los medios necesarios para conseguirla.
Pero conviene señalar la relación que hay entre el Espíritu Santo y la virtud de la Esperanza. El divino Espíritu no es solamente luz y fuego, es también fuerza, es la unción espiritual que vigoriza a los que luchan en la tierra, la virtud del Altísimo que obra en nosotros, el Don de la diestra omnipotente del Padre. La esperanza nos pone en comunión con la fuerza del Altísimo, y abre nuestra alma a todos los auxilios sobrenaturales de los que el Espíritu Santo es fuente inagotable.


LA CARIDAD

Lo esencial de la devoción al Espíritu Santo es El amor, porque el Espíritu Santo es el Amor infinito y personal de Dios y su obra es de amor y lo que busca y anhela establecer en las almas es el dichoso reinado del amor.
El grado de Caridad que posee un alma es el grado de posesión mutua del Espíritu Santo y de ella, es la medida de todas las virtudes infusas y de los Dones del Espíritu Santo, es la medida de la gracia y de la gloria. Por eso San Juan de la Cruz enseña “que es gran negocio para el alma ejercitar en esta vida actos de amor, porque consumándose en breve, no se detenga mucho acá o allá sin ver a Dios.
Es mas precioso delante de Dios y del alma un poquito de este puro amor, y mas provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, que todas las obras juntas.
Se piensa con razón, que ejercitarse en el amor es propio de los perfectos, puesto que en las cumbres de la vida espiritual no hace otra cosa el alma más que amar. Pero en todas las etapas de la vida espiritual debe ejercitarse el amor; cualquiera que sea la obra que tiene que realizar el cristiano, la Caridad es el alma: Sea purificarse, sea progresar, sea unirse íntimamente con Dios, el principio impulsor y director es la Caridad.
El amor toma todas las formas y realiza todas las empresas. En los principios de la vida espiritual limpia el alma y arranca de ella cuanto se opone a su reinado mediante las virtudes Morales. Después dirige a lo mismos Dones del Espíritu Santo para que completen la purificación del alma y la iluminen y preparen a la unión con Dios. Y al fin UNE al alma con Dios, la enriquece de luz, la viste con virtudes y realiza en ella una obra de armonía y perfección.
El ejercicio de la Caridad es un camino breve y deleitoso para conseguir la santidad; breve porque todo se simplifica cuando se trata a fondo; deleitoso porque el amor dulcifica todos los sacrificios y facilita todos los esfuerzos. La manera específica de desarrollar los Dones del Espíritu Santo es ejercitar la Caridad, pues en ella tienen sus profundas raíces esos preciosos instrumentos del Espíritu Santo.
¿Pero como puedo yo atreverme a amar a Dios si estoy lleno de miserias y de pecados?.
Para amar a Dios no necesito yo ser bueno sino que El los sea. El hecho de que yo sea miserable e imperfecto no rebaja ni su incomprensible hermosura, ni su bondad infinita, ni su misericordia sin límites. Por l contrario, mi miseria es un titulo más para implorar su misericordia. Si esperamos para amar a Dios y para ser por El amados, ser limpios, ser fuertes, ser buenos, ya podemos esperar toda la eternidad, o más bien, ya debíamos desesperar de la empresa.
Dios nos ama así como somos porque su amor no es como el nuestro que busca en el amado lo que a el le falta. El amor de Dios es un amor de plenitud infinita que no necesita nada, sino miserias que curar, seres pobres a quienes hacer felices. ¿Qué puede buscar el océano inmenso de perfección que el vació de nuestra miseria para llenarlo?.
Precisamente lo que Dios nos pide, lo que exige de nosotros, lo que vino a buscar a la tierra en medio de los dolores y miserias de su vida mortal, fue nuestro amor, el amor de sus pobres criaturas.
Sabia muy bien que no encontraría sobre la tierra virtud, ni generosidad, ni hermosura, ni necesitaba tales cosas, pues precisamente traía las manos henchidas de eso dones, pero sabia que en la tierra había corazones pobres, miserables y manchados, pero capaces de amar ; y vino a pedirles que lo amaran, a obligarlos con las locuras de su amor; y después de hablar de amor, de sufrir y de morir por amor; y por amor empequeñecerse en la Sagrada Eucaristía, se quedo en el sagrario para decir a cada alma lo que le dijo a la samaritana:  tengo sed de amor, alma dame de beber.


NUESTRA  CORRESPONDENCIA


El amor, como hemos dicho, es el fondo de la devoción al Espíritu Santo, como es el fondo de la perfección cristiana. Pero el amor encierra en su simplicidad múltiples riquezas. Todos los matices del amor se encuentran armonizados en el amor filial, confiado como el de una amistad, dulce y fecundo como el de los esposos, libre y puro y desinteresado como el de un padre, tiernísimo como el amor maternal.
Pero siendo Dios Uno en esencia y Trino en persona, nuestro amor a de tomar características propias para con cada una de las Tres Divinas Personas.
Nuestro amor al Padre es tierno y confiado como verdaderos hijos, ávido de glorificarlo como su Unigénito nos lo enseña con su palabra y con su ejemplo. El amor al Padre es la pasión de que su voluntad se cumpla en la tierra como en el cielo.
Nuestro amor al Hijo, que quiso encarnarse por nosotros, se caracteriza por una tendencia a la unión con El, a una transformación en El realizada por la imitación de sus ejemplos, por la participación de su vida, la comunicación de sus sufrimientos y de su Cruz.
El amor al Espíritu Santo tiene también su especial colorido que debemos estudiar para comprender su devoción. 
El Espíritu Santo nos ama moviéndonos como soplo divino que nos arrastra al Seno de Dios. Nuestro amor al Espíritu Santo debe caracterizarse por esa fidelidad constante del alma que se deja mover y dirigir y transformar por su acción santificadora. Uno de los caracteres, pues, que debe tener el amor al Espíritu Santo es la atención solicita para escuchar su voz, para sentir sus inspiraciones.
Más no basta escuchar, es preciso comprender el divino lenguaje. Para tener el sentido de lo divino, el alma a de ser pura, porque la pureza en su sentido negativo es alejamiento de lo terreno, pero la pureza que prepara al amor, en su sentido positivo es divinización y el amor diviniza uniendo  al alma con Dios.
Así como en el amor humano, por la unión que se produce entre los que se aman hace que el uno adivine, en cierta manera, los ocultos sentimientos del otro, las almas puras y amantes poseen el secreto de descubrir a Jesús de cualquier manera que se presente y de adivinar sus deseos.
El alma amante se deja también arrastrar dócil y ligera por el soplo del Espíritu Santo. Para alcanzar esta docilidad al Espíritu Santo es necesario que el alma este silenciosa y recogida, tan llena de pureza y de luz, tan rendida a la voluntad de Dios, tan abnegada que perciba el sentido de la divina inspiración y la ejecute sin detenerse ante ningún sacrificio.


ABANDONO

El amor por naturaleza es unión de voluntades, fusión de afectos, identidad de tendencias. La escritura lo expresa con estas palabras: “todos los que son movidos por el Espíritu Santo  de Dios son hijos de Dios”. Pero la palabra latina empleada, “aguntur”, tiene una traducción muy significativa: “se dejan hacer”.
Uno de los gozos intensos y delicados del amor es precisamente este abandono a las disposiciones y a la acción del Amado. Esta dulce esclavitud hace que el alma pierda su soberanía para entregarla al Amado. Y encierra un dicha singular, la dicha inefable de tener dueño, mas dulce –si cabe- que sentirse dueño del Amado.
Amar es desaparecer, borrarse, anonadarse para que se realice nuestra transformación en el Amado, para fundirse en su magnifica unidad.
El dulce abandono a todos los movimientos del amor, es a mi juicio el rasgo característico de nuestro amor al Espíritu Santo. Los grados de ese abandono no son únicamente los grados del amor, sino los grados de la perfección cristiana, pues la cumbre de ella se caracteriza precisamente por la extensión y la constancia de las mociones del Espíritu en el alma que posee. Y la substancia d esta alma, aunque no es substancia de Dios, porque no puede sustancialmente convertirse en El, pero estando tan unida como aquí esta con El, y absorta en El, el entendimiento de esta alma es entendimiento de Dios, la voluntad suya es voluntad de Dios, y su memoria, memoria eterna de Dios, y su deleite, deleite de Dios. Es Dios por participación de Dios, lo cual acontece en este estado perfecto de vida espiritual.
Sin duda que esta docilidad requiere abnegación, pues siempre será verdad que el dolor y el amor son proporcionales entre si y que no puede alcanzarse la perfección de uno sin la consumación del otro.
El Sr. Luis María  Martínez reduce su programa personal para el progreso de esta vida divina de amor y dolor en: humildad, pureza, sacrificio. ¿No serán en el fondo la “humildad, alegría y paz” que señalo el  Papa Benedicto XVI a los jóvenes de Nueva York en su reciente visita el 13 de abril de 2008: la humildad que no busca la ostentación y la ambición; la alegría de tener dueño, de vivir y morir para Cristo;  la paz del que no tiene otra voluntad  que la del Señor.



      CARACTERES DE LA DEVOCIÓN AL ESPÍRITU SANTO

POSEERLO Y DEJARSE POSEER.

Poseer al Amor es amarlo, es dejarse poseer por su fuego y arder en el, es recibir las ardientes efusiones de su amor y en ellas al Amor mismo. Con el amor creado – la Caridad-, se nos da el Amor increado – el Espíritu Santo-.
El poseer es solo un aspecto del amor, la otra, esencial también, es Dejarse Poseer. Ni puede uno dejarse poseer sin poseer también, pues esos dos aspectos del amor los separa la imperfección de nuestro entendimiento, pero forman la realidad única del amor.
Amar al Espíritu Santo es dejarse poseer por El, pero también poseerlo, porque El no es solamente el Director de nuestra Vida, la espiritual, la verdadera; sino tan bien nuestro Don, El DON de Dios.
Solamente el Espíritu Santo puede infundir en nosotros la Caridad, pues  la caridad es imagen creada, pero perfectísima de El mismo. Cuanto mas crece en el alma la Caridad,. Mas crece tan bien la dichosa posesión del Don de Dios. Cuanto más perfectamente es el Espíritu Santo es principio de nuestro amor, mas perfectamente es el término de ese mismo amor. Más perfectamente es nuestro DON.
Todo acto de Caridad procede del habito de esa virtud que el Espíritu Santo infunde en nuestros corazones. Por imperfecto que sea un acto de amor, amamos con la Caridad que es el más perfecto don sobrenatural que recibimos sobre la tierra. El Espíritu Santo es más nuestro cuanto más lo amamos, y más lo amamos cuando somos más suyos.
Mas podemos usar de la Caridad en dos maneras: una, moviéndonos por nosotros mismos al acto de amor, otra, siendo movidos por el Espíritu Santo con esa moción especial de sus Dones de que hablamos anteriormente. No es al alma quien se mueve a si misma, sino que el Espíritu Santo la mueve, y ella obra bajo el impulso divino.
La vida espiritual no es otra cosa que la penetración del alma por el fuego divino. Al principio no arde totalmente el alma porque necesita purificarse para que el fuego divino la penetre con toda perfección. Poco a poco el alma va ardiendo mas profundamente  y llega a ser tan completa esta espiritual combustión del alma que esta se divinizaen cierta manera arde con el fuego de Dios, el Espíritu Santo la mueve para amar tan intima y plenamente que “ama con el Espíritu Santo”, que aquel amor se atribuye, con toda verdad, mas al Espíritu Santo que a ella.
Como el leño penetrado perfectamente por el fuego toma las características del fuego, el amor del alma que ama así con el Espíritu Santo participa de los divinos caracteres del Amor eterno.
¿Quién podrá describir ese amor?. Como dice la Escritura: es santo, único, múltiple, sutil, elocuente, móvil, inmaculado ,cierto, suave, amante del bien, agudo, al que nada resiste, bienhechor, humano, benigno, estable, seguro, que tiene toda virtud,  mira todas las cosas y que toma todos los espíritus, inteligible, limpio”.

Como el Padre me ama a Mi, así los amo Yo”, dijo Jesús a sus discípulos. Calle aquí toda lengua. Y para que el misterio de amor sea completo, el Espíritu Santo infunde en nuestros corazones un amor semejante al que nos tiene Jesús,
 El Padre y el Verbo se enlazan en la unidad del Espíritu Santo, que es el Amor, las almas se unifican en la cruz de Cristo que es la unidad del dolor. Todo el organismo sobrenatural que broto de la cruz, como semilla divina, tiende a reproducir el árbol que la produjo, a renovar en las almas el misterio de la cruz de Cristo, quien por el Espíritu Santo se ofreció inmaculado al Padre por nuestra salvación.
Cuando se ha llegado a esta perfección de amor, el alma es poseída perfectamente por el Espíritu Santo puesto que El la mueve a su entero beneplácito. Y el alma posee perfectamente al Espíritu Santo, puesto que, en el sentido explicado, ama con El.
Entonces el alma goza plenamente del DON de Dios porque de tal manera participa del Amor eterno, que libremente ama a Dios con plena rectitud.  Esta dichosa libertad y esa santa rectitud son consecuencia de esa maravillosa unidad, que en cierto sentido, se ha realizado entre el Espíritu Santo y el alma.


EL ESPÍRITU SANTO NOS LLEVA AL VERBO
El Espíritu Santo nos lleva a Cristo, al Hijo enviado por la amorosa voluntad salvifica del Padre y a encontrar en El y solo en El a nuestro Salvador.
Siendo el Espíritu Santo el amor del Padre y del Hijo, infunde en el alma que mueve, un amor al Padre semejante al que el Hijo le tiene y un amor al Verbo semejante al del Padre celestial.
Sobretodo en el alma que posee al Espíritu Santo y es poseída por El, hay una imagen limitada, pero inefable del misterio de amor de la Trinidad, pues esa alma ama al Padre a la manera del Verbo y ama al Verbo a la Manera del Padre.
Con su insondable sencillez la Escritura nos enseña este misterio diciéndonos que por el Espíritu Santo clamamos al Padre y pronunciamos el nombre de Jesús.

Clamar al Padre es tener conciencia de nuestra filiación y sentir en nuestras entrañas la ternura de hijosDecir Señor Jesús no es simplemente pronunciar su nombre, sino decir esa palabra en lo íntimo de nuestra alma como fruto de la contemplación de nuestra inteligencia, como grito de nuestro amor. Por lo tanto el Espíritu Santo nos revela nuestras relaciones con las otras Personas Divinas, y nos hace amar a esas personas cuyo vínculo amoroso es El. El Espíritu Santo nos hace, pues, hijos del Padre y nos hace semejantes al Hijo.

El alma sabe que va a ser Jesús y ama  a ese Jesús que va a unirse con ella y no solamente se deja desgarrar y pulir por la obra el Espíritu Santo, sino que se despoja ella misma de todo lo que puede impedir su divina transformación y pone a  disposición del divino Artista su amor y libre voluntad de inmolación.
El alma, empero, sobre la cual trabaja el Artista divino, tiene conocimiento y amor, puede recibir de Dios la revelación de sus designios, puede amarlos con la fuerza increíble de amar que de Dios ha recibido y puede ser al mismo tiempo mármol y cincel, materia artística que se transforma en instrumento inteligente y libre en las manos de Dios.
El alma debe conocer el ideal del Espíritu Santo de la manera mas clara y precisa que le sea posible. El ideal es Jesús, y por Jesús se va al Padre en el que se consuma todo. Transformarnos en Jesús, para reproducir el ideal del Padre y revestirnos de su gloria es la meta de la perfección.
Más no todos lo reproducen de la misma manera. a cada uno de nosotros se ha dado la gracia según la medida de la donación de Cristo”.
Unas almas están destinadas a reproducir al Jesús del pesebre con sus maravillosas virtudes infantiles. Otras al Jesús de Nazaret, estas al Jesús Apóstol y Maestro, aquellas al Jesús del Cenáculo, transfigurado de amor. Quienes reproducirán la inenarrable agonía de Jetsemani, quienes la ignominia de la Cruz, o la cruz interna de su Corazón, o al Jesús de los sagrarios que ama en silencio y se ofrece místicamente en sacrificio.
Todos los santos son admirables, pero distintos de otros, para llegar a donde llegaron fue preciso encontrar con exactitud su camino. Ni se crea que solo las grades almas tienen su función y su camino; todas las almas tienen una y otra cosa perfectamente determinadas. Todas tienen su misión precisa. Descubrir los designios de Dios sobre ella es una de las primeras cosas que debe hacer quien aspire a la perfección.
Para lograrlo necesitan sin duda instruirse y ser bien dirigidas, pero sobre todo, ser dóciles  a la íntima dirección de Espíritu Santo que se comunica a los sencillos y descubre sus secretos a las almas de buena voluntad. El es quien pone aquel atractivo espiritual que es peculiar a cada alma.
Con esa luz divina y con ese amor sobrehumano el alma pondrá toda su energía al servicio del Espíritu Santo y arrancara  de si misma cuanto se oponga a su transformación en Jesús, y con los ojos fijos en el divino modelo, y perfectamente dócil a las santas inspiraciones, trabajará, sufrirá, hará esfuerzo constantes  para alcanzar la inefable semejanza con Jesús.

 

 EL ESPÍRITU SANTO NOS LLEVA AL PADRE

No solamente al Verbo nos lleva el Espíritu Santo, sino también al conocimiento, al amor, al reposo del Padre.
La Caridad se consuma cuando el alma entra en la unidad de Dios. La consumación de la unidad, que es la consumación del amor, consiste en que el alma transformada en Jesús repose en el seno del Padre, en la unidad del Espíritu Santo.
El amor eterno es la inefable unidad que enlaza al Padre y al Verbo, que los funde, diríamos en nuestro lenguaje en un beso infinito de amor. El amor creado es inmensa aspiración de unidad que se consuma cuando se pierde en el océano infinito de la unidad de Dios.
El Padre es principio de todo lo que existe, y porque el Padre es principio es también término, en quien todo encuentra su perfección y su dicha. No se puede poseer el Espíritu Santo sin llevar en el fondo del alma esa aspiración tan natural en lo sobrenatural, tan lógica en la vida de la gracia: la íntima aspiración a encontrar en su principio su consumación y su descanso.
He aquí las tres etapas divinas del divino amor: el alma es poseída por el Espíritu Santo; el alma es transformada en el Verbo hecho carne, el alma descansa en el seno del Padre celestial.
La Caridad que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones, lleva en su seno una inmensa aspiración al Padre. Ni puede tampoco transformarse en Jesús sin aspirar inefablemente al Padre. Todo el Evangelio lo atestigua: el ideal de Jesús es glorificar al Padre; su pasión es amarlo; su alimento es hacer la voluntad del Padre. Y el alma transformada en Jesús tiene el mismo ideal, la misma divina pasión y el mismo alimento celestial de Jesús. La devoción al Padre es, pues, lógica consumación de la devoción al Espíritu Santo.
Jesús pidió al Padre que nos santifique en la verdad, y la verdad suprema, la profunda, la fuente de toda verdad es el misterio inefable de la vida de Dios, el misterio de la augusta Trinidad. Y toda la esencia de nuestra vida sobrenatural es un reflejo de la vida infinita de Dios, que es el principio de nuestra vida espiritual y será su fin dichosísimo en los cielos.
Nos santificaremos plenamente en la verdad cuando nuestra vida espiritual sea una sólida devoción al Padre al Hijo y al Espíritu Santo. Pero conviene señalar los principales caracteres de la devoción al Padre.
La adoración en espíritu y en verdad; el amor filial; y el anhelo de cumplir su voluntad. Adorar, amar al Padre y cumplir su voluntad santísima hasta el abandono, fue la vida de Jesús y debe ser nuestra vida, nuestra verdadera devoción al Padre.
Adorar al Padre en Espíritu y en Verdad es participar en cuanto es dado a la creatura del misterio de la Trinidad. Hay que adorar al Padre en la luz y en el amor, en la luz que es el reflejo de la Luz eterna, en el amor que es imagen del Amor infinito. Hay que adorar al Padre en Jesús que es la Verdad y en el Espíritu Santo que es el Amor infinito. Adorar al Padre en Espíritu y en Verdad es contemplar la majestad del Padre por los ojos de Jesús y anonadarse amorosamente ante esa majestad bajo el impulso del Amor  infinito.
A semejanza de Jesús, el fondo de nuestra vida íntima debe ser esta profunda adoración al Padre. La vida íntima de Jesús es la perfecta adoración del Padre en Espíritu y en Verdad. Sin esta adoración continua, nuestros actos exteriores nada son o valen muy poco. Para que complazcan y glorifiquen al Padre deben brotar de la abundancia del corazón. Debemos adorar al Padre en verdad y sobretodo en la Verdad, esto es, en Jesús. Y debemos adorar al Padre en espíritu y sobre todo en el Espíritu Santo porque en El clamamos Abba. Padre.
No nos cansemos de repetirlo, el fondo de todos los misterios de Jesús es ese amor al Padre; es el centro de sus sentimientos íntimos, la raíz de sus obras prodigiosas, la fuente de sus palabras de vida eterna, el  secreto de sus inmolaciones, el manantial de su fecundidad, y en una palabra, la razona suprema de su vida y de su muerte, de su gloria en el cielo y de su permanecía en la tierra hasta el fin de los siglos.
Imagen de esa vida intima de Jesús debe ser nuestra devoción al Padre, compuesta de respeto y de confianza, de adoración y de amor, el homenaje profundo a su majestad y la fielísima correspondencia su ternura.



LA VOLUNTAD DEL PADRE.

De los tres principales caracteres de la devoción al Padre de que hablamos en el capitulo anterior, el que más resalta en Jesús es el tercero: La pasión por cumplir la voluntad del Padre.
Jesús esconda el misterio de sus intimidades divinas, su profunda adoración al Padre, su ternura par con nosotros, pero el ansia de cumplir la voluntad del Padre se complacía en mostrarla en todas las circunstancias de su vida.
El quiso revelarnos en el Antiguo Testamento, como una profecía, y en el Nuevo como una realidad el fondo de la vida de Jesús. Entrando al mundo dice: “No quisiste la ostia de la oblación, pero me diste un cuerpo; no te agradaron los holocaustos por los pecados. Entonces dije: He aquí que vengo para hacer ¡oh Dios! Tu voluntad”.
En estas palabras Jesús nos descubre la médula, lo más hondo de su divina misión: Vino a hacer la voluntad del Padre; la plena realización de esa voluntad fue su oblación en el Calvario, y en esta oblación hemos sido santificados.
Y Jesús nos descubrió el anhelo fundamental de su alma al enseñarnos a decir también a nosotros: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”, pero ese deseo de Jesús no se realiza hasta que el Espíritu Santo toma posesión de las almas, y al darles a conocer al Padre las unifica amorosamente en su divina voluntad.
Quiere decir que también nosotros hemos ido creados para hacer la voluntad de Dios, y aunque el acto primordial del amor divino es complacernos en aquel océano de bien y alabarlo sin descanso, y nosotros no podemos añadir una tilde a la bondad y felicidad de Dios, plugo a Dios que las almas enamoradas de El pudieran hacerle el bien como lo piden las impetuosas exigencias del amor, y lo hizo enseñándonos a cumplir amorosamente su voluntad.
La voluntad de Dios es reflejarse en las criaturas, es comunicarse a ellas, es henchirlas de su bien y de su felicidad. El cumplimiento de esta voluntad es su gloria, es el fin de todas sus obras y de todas sus criaturas. Cooperar a la realización de esta voluntad es el privilegio y la felicidad de quienes aman a Dios.
El amor a Dios no tiene más que dos actos fundamentales: complacerse en el bien infinito y hacerle a Dios el bien accidental cumpliendo su voluntad santísima.
El ansia de perfección, el anhelo de sufrir, el celo ardiente por la salvación de las almas, aun los bienes que podemos legítimamente buscar para nosotros y para los de más, esta íntimamente enlazados con estos dos actos fundamentales, pues la posesión de Dios es gozar del Bien infinito y la gloria de Dios reflejarse en nosotros.
Por eso la verdadera devoción al Padre consiste en un amor filial que se complace con amorosa adoración en el bien divino y aspira con inefable vehemencia a cumplir la divina voluntad.
Solamente el Espíritu Santo nos puede dar esta hambre divina de hacer la voluntad del Padre, porque esta hambre es amor y todo amor verdadero bien del Amor infinito, porque esta ansia celestial es como el fondo de Jesús y solo el Espíritu Santo puede dar a las almas la participación de los íntimos sentimientos de Jesús.
El mundo no conoce ni ama la voluntad de Dios, y ante ella mucha veces se desespera  y blasfema porque no tiene al Espíritu Santo ni lo puede tener, “porque no lo ve ni lo conoce” dijo Jesús.
Las almas imperfectas poseen ya al Espíritu Santo por eso reciben la voluntad de Dios con resignación, la cual es una especie de mezcla de gozo y dolor, porque es un amor imperfecto. No ha coordinado aun todas las tendencias del alma en la unidad del amor.
En los santos, empero, todo es armonía, paz, unidad, porque todo es amor. La escala del amor consiste en gozarse en todo lo que Dios quiere por doloroso que sea, luego en complacerse en el modo como Dios lo quiere y finalmente, adherirse a lo que Dios dispone, precisamente porque Dios lo quiere.

 


LA CRUZ

Todos los caracteres de la devoción al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo conducen a un termino, que es La Cruz. La Cruz es, en efecto, la suprema glorificación del Padre, la ultima palabra del amor en la tierra, el punto central de la voluntad de Dios.
Conviene examinar atentamente esta doctrina que nos hace tocar como el fondo del cristianismo cuya revelación es la doctrina de la Cruz, cuya fuente de vida es la Eucaristía -divina perpetuación de ese misterio - y cuyo secreto  para conducir las almas a Dios es la participación del sacrificio de Jesús.
 Glorificar a Dios es reconocer y proclamar su infinita excelencia y su omnímoda soberanía sobre todo lo creado. Los seres irracionales solamente muestran  con su existencia misma los divinos vestigios que puso en ellos la mano del creador. Pero solamente las criaturas racionales glorifican directamente a Dios porque solo ellas conocen o vislumbran al menos la infinita grandeza y la alban y se anonadan ante ella.
Dos cosas requiere al glorificación de Dios: el conocimiento de su grandeza y la actitud que ese conocimiento produce en la criatura, de anonadamiento profundo y de amorosa sujeción. Cuanto mas claro es el conocimiento de Dios y mas profundo el anonadamiento de la criatura, mas perfecta es la glorificación.
Después del pecado, la glorificación de Dios se tiño, por decirlo así, del color de la expiación exigida por la justicia de Dios. Por eso el pueblo de Israel, instruido por Dios, y los otros pueblos guiados por los restos persistentes de la revelación primitiva, comprendieron que la suprema glorificación de Dios estaba en el sacrificio en el que la victima se destruía en honor de Dios.

Mas ni para expiar ni para glorificar eran suficientes por si mismos aquellos sacrificios antiguos y Dios rechazo los antiguos sacrificios y realizo un prodigio estupendo de amor y misericordiaLa muerte de su Hijo Jesús en una cruz, de una victima pura de valor infinito que ofreció, una vez para siempre,  una satisfacción plenísima y sobreabundante por el pecado y a la vez una glorificación perfectísima de Dios puesto que el conocimiento de la majestad se hizo divino en Jesús y el anonadamiento del Dios-hombre llego hasta las profundidades del dolor y de la muerte.
Jesús que conociendo como nadie la infinita excelencia divina, se inmola en la Cruz con amor inmenso. Un Dios que se hace hombre para poder morir para glorificar a Dios. Por eso una vez realizado el divino misterio no quedaba sino perpetuarlo, extenderlo, hacerlo inmortal y Jesús lo hizo de dos maneras, en la Eucaristía y en las almas.

Quizá en el cielo comprendamos que la glorificación y el amor son la misma cosa, que solo el amor glorifica a Dios, pero entretanto en nuestra manera imperfecta de reconstruir la realidad divina, entendamos que la suprema glorificación de Dios, la Cruz, es también el supremo amor.
El amor es entrega, es donación, es la comunicación dulcísima  de todo nuestro ser al amado, es la fuerza divina que nos hace anonadarnos en honor del que amamos, perderlo todo para que el amado sea nuestra única riqueza, nuestra única dicha, nuestra única gloria, nuestro único todo.
El supremo amor es la entrega infinita, la comunicación plenísima que se realiza entre las Personas Divinas en el seno de Dios. Dios es amor y su vida íntima es el misterio de inefables donaciones de amor.
Reflejo del amor eterno, el amor de la criatura es también donación, donación total y dulcísima: Los ángeles la realizan en la paz y el gozo de su naturaleza espiritual inmaculada. En la tierra, marcada por el pecado, la suprema donación del amor no puede hacerse sino en el dolor y en la muerte.
¿Será esto una imperfección?. Si, pero, esta miseria nuestra es ocasión de una dicha exquisita y una gloria única: Sentir que me deshago por quien amo, que al precio del dolor y de la muerte puedo comprar una sonrisa de sus labios,
Pero hay una razón más para quererlo con toda  el alma: Quiero correr su suerte,  porque El abrazando la Cruz dijo la última palabra del amor de Dios a los hombres muriendo por nosotros y la ultima palabra del amor del hombre a Dios, muriendo para la gloria del Padre. Quiero imitar a Jesús mi Salvador, que mi pobre sacrificio, unido al suyo, o más bien hecho suyo, puede arrancar las almas del infierno y así procurarle a Dios una gloria inmensa que habrá de extenderse por los siglos. Y eso fue para El anhelo y gozo cumplido. Y “Por el Espíritu Santo se ofreció a si mismo inmaculado a Dios”.
Por eso San Pablo pudo decir que la voluntad del Padre se realizo por la oblación única del Cuerpo de Cristo y que en esa voluntad fuimos santificados.



LA CONSUMACIÓN

Si la Cruz fue el centro de la devoción al Padre en Jesús, tiene que serlo también en nosotros.
Realizado su supremo sacrificio, no le quedaba a Jesús otra cosa que perpetuarlo, y lo perpetuo de dos maneras: en al Eucaristía y en las almas. Por eso el centro del culto católico en la Iglesia es la Misa y la participación mística del sacrificio de Jesús en cada alma.
Cada alma, y de manera muy especial cada sacerdote, debe llevar en si el reflejo intimo de la Cruz, y cada alma debe corresponder al sacrificio de Jesús con su propio sacrificio.
Jesucristo crucificado es en verdad, dice San Pablo, es en verdad escándalo para los judíos, necedad para los gentiles, mas para los llamados, judíos y gentiles, Cristo es la virtud de Dios y la sabiduría de Dios.
Solamente el Espíritu Santo nos puede descubrir esa ciencia  escondida de la Cruz, que es como el fondo o la medula del misterio de Cristo, porque solamente el Espíritu de Dios puede revelar los secretos divinos.
Toda alma debe aspirar al martirio, no solo de sangre, sino en el cumplimiento de sus deberes debe tener la Cruz como el centro de su vida y la meta de sus aspiraciones. La experiencia enseña que a medida que las almas progresan en la vida espiritual va creciendo en ellas sin que se sepa como, el amor al sacrificio, el ansia de sufrir, el profundo aprecio del dolor.
Un instinto divino, una intuición sobrenatural va descubriendo los tesoros de la Cruz, les va enseñando que en ella esta la raíz de todas las virtudes, el fondo del amor, el vinculo mas estrecho de la unión y la mas dulce recompensa que pueden alcanzar en la tierra las almas que aman.
Como la Iglesia celebra la fiesta del hallazgo de la santa Cruz, recordando el glorioso día en que Santa Elena encontró la Cruz verdadera, así, cada alma debía celebrar su fiesta intima del día en que Dios le concede el conocimiento del misterio de la Cruz. Para amar la Cruz es necesario ver en ella a Jesús, sentir la dulce y fuerte atracción que ejerce sobre los corazones Jesús crucificado.
El Espíritu Santo al ir tomando posesión del alma va descorriendo el velo que oculta a las miradas humanas la santa, la inefable, la divina revelación de la Cruz. Y juntamente con la luz que el Espíritu Santo difunde en las almas para penetrar el misterio de la Cruz, enciende en ellas un amor apasionado al sufrimiento. Muestra también a las almas como la perfecta glorificación del Padre y el cumplimiento fidelísimo de su voluntad se encierra en la Cruz de Jesucristo.
El Espíritu Santo que comunica la ciencia de la Cruz e infunde en ellas el amor a la Cruz, la participa también  a las almas escogidas en la medida de sus amorosos designios.
¡Cosa extraña!. No hay nada que el hombre abandonado a si mismo aborrezca tanto como el dolor. Y no hay nada que ame tan apasionadamente cuando quema sus entrañas el fuego del Espíritu Santo.
No es el sacrificio en si mismo el que tiene valor, y merito, y grandeza, y fuerza para glorificar a Dios, sino el amor que lo impregna y lo inspira. El sacrificio par que valga tiene que ser fruto del amor, y para que valga infinitamente necesita ser fruto del Amor infinito.
Por eso Jesús se ofreció a si mismo por el Espíritu Santo, el Amor personal de Dios. Almas que habéis recibido la revelación de la Cruz, no vayáis a otras fuentes a beber el licor divino. Id al Espíritu Santo, poseerlo y dejad que El os posea y vuestro amor será fecundo y vuestro dolor será divino.


RESUMEN

No es el Espíritu Santo una ayuda poderosa y eficaz, pero secundaria para la perfección, sino que El es el santificador de las almas, la fuente de todas las gracias y el centro de la vida espiritual.
Por tanto la devoción al Espíritu Santo es algo esencial y profundo que deben comprender y vivir los que buscan la perfección.
El Espíritu Santo es Huésped dulcísimo del alma. Es su intimo y verdadero director. Es el DON de Dios: Su primer Don es la fuente de los otros dones y como el primer eslabón de la Regia Cadena que termina en la perfección.
Su obra santificadora consiste en formar a Jesús en las almas, realizando de esta suerte en ellas el ideal del Padre. El entra por las puertas del alma y toma la dirección del alma cada vez mas completa, se deja poseer del alma y la posee cada vez más profundamente. Con El vienen todas las gracias, los dones divinos que van transformando el alma hasta convertirla en Jesús para que el Padre se complazca en su Hijo y para que el alma glorifique al Padre por Jesús, con Jesús y en Jesús.
Mas la acción del Espíritu Santo requiere siempre la cooperación del alma. Esta constante y amorosa cooperación del lama a la acción del Espíritu Santo, esa fiel correspondencia a su amor y a sus dones es el fondo de la devoción a El.
Pero como el Espíritu Santo se nos da para siempre y anhela que su acción sea, en cuanto es posible, constante en nosotros, nuestra correspondencia debe se una entrega total, definitiva y perpetua, una verdadera consagración.
Los diversos caracteres de esta consagración pueden determinarse por los diversos oficios, digámosle así, que el Espíritu Santo  ejerced en nuestra alma: Si el Espíritu Santo es Huésped dulcisimo del alma, esta debe arrojar de si todos los afectos terrenos y ofrecer al Paráclito la inmensa soledad de su corazón.
La Caridad, don del Espíritu Santo por excelencia, nos enlaza íntimamente con El y nos funde, por decirlo así, en estrecho abrazo y en ósculo dulcísimo con El. Cuando nuestro amor tiene como termino al Espíritu Santo es entrega plena, perfecto abandono, docilidad suavísima, amorosa fidelidad a la acción del Director divino.
Esta docilidad exige hondo silencio para escuchar su voz; pureza exquisita para ahondar el sentido de sus palabras; abandono para dejarse llevar por el soplo divino; y perfecto espíritu de sacrificio, porque siempre, la Divina Paloma tiende su vuelo hacia la Cruz.
El Espíritu Santo es el primer Don, por eso, todo el amor al Espíritu Santo se encierra en esta formula, poseerlo y dejarse poseer por El. Poseer al Espíritu Santo halla su perfección en ese amor íntimo y perfectísimo que los místicos llaman: amar con el Espíritu Santo.
Ser poseído por el Espíritu Santo se resume en la amorosa fidelidad y prontitud a sus inspiraciones con que el Espíritu Santo puede disponer a su antojo de todo lo nuestro.
El Espíritu Santo nos lleva al Verbo, a un amor mas intenso y una unión mas intima con El,  y por el Verbo vamos al Padre en quien todo se consuma..
El Espíritu Santo forma siempre en cada alma a Jesús para complacer y glorificar al Padre, aunque cada una copia de singular manera al divino modelo y por Jesús, con Jesús y en Jesús va al Padre y lo glorifica. Por tanto la devoción al Espíritu Santo esta enlazada con las devociones al Verbo y al Padre.

La devoción al Padre se caracteriza por tres cosas: una profunda adoración en Espíritu  y en Verdad. Un amor filial tiernísimo y un anhelo vehemente de cumplir la voluntad del Padre. Así amo Jesús al Padre y así debemos amarlo también.
Y estos caracteres de la devoción al Padre, llevan a una misma cumbre que es la del Calvario, porque la ultima palabra de la devoción de Jesús al Padre fue la Cruz. Y la última palabra de esta devoción en nosotros debe ser también la Cruz.
Es por consiguiente la Cruz – símbolo supremo de amor y de dolor – la consumación de la devoción al Espíritu Santo y por tanto de la vida cristiana y de la perfección.


 Al fin de los siglos, cunado acabe la Iglesia en la tierra la sublime y divina misión que le he confiado, pasara triunfante al cielo a glorificarme con sus elementos glorificados, eternamente.


HIJOS EN EL HIJO


 


DIOS EXISTE
DIOS HA CREADO AL MUNDO Y CUANTO EXISTE
DIOS AMA A TODOS LOS HOMBRES. A TODOS
NUNCA NOS Niega ...   SU PERDÓN.
OLVIDA  PARA SIEMPRE
Y NOS DA LO CONTRARIO A LO QUE HICIMOS.

COMO A PEDRO
SI LO NEGÓ TRES VECES
TRES VECES LE PREGUNTO
¿ME AMAS MAS QUE ESTOS?.
DESTRUYO SU CULPA
Y LO VOLVIÓ AL PRIMER AMOR.
O COMO A PABLO EL PERSEGUIDOR,
QUE HIZO SU GRAN APÓSTOL.

SU NATURALEZA ES DAR
NO SABE HACER OTRA COSA MAS QUE AMAR,
SU AMOR ES GRATUITO E ILIMITADO,
COMO RESPUESTA A NUESTROS PECADOS
NOS DIO A CRISTO REDENTOR
NOS SACO DE UN ESTADO DE PECADO A UNA VIDA NUEVA
DEVOLVIÓ A LA NATURALEZA HUMANA SU DIGNIDAD ORIGINAL
Y NOS HACE PARTICIPAR DE LA GLORIA DE SU DIVINIDAD.

DIOS ES JUSTO, ES RECTO
DIOS NO ES DESPIADADO
DIOS ES AMOR Y MISERICORDIA.
DIOS ES FIEL, AMA LA INOCENCIA
Y LA DEVUELVE A LOS QUE LA HAN PERDIDO
SI TE VUELVES A EL CON TODO TU CORAZÓN,
DICHOSO EL QUE SE ACOJE A EL.

CRISTO VIVE Y VIVE PARA SIEMPRE 
PORQUE LO LLEVAMOS EN EL ALMA.
NO PODEMOS DEJAR DE HABLAR DE EL
PORQUE LO LLEVAMOS DENTRO
ESTA ES NUESTRA IDENTIDAD
SOMOS SUS TESTIGOS.

La vida de  un poeta no se narra, se canta.
La Vida de Cristo no se canta, se pregona, se proclama, se vive, se comunica. La Resurrección de Jesucristo nos da la esperanza de una Vida Nueva. 
Su gloriosa Resurrección saca de la muerte y lleva a la vida a los que creen en su Nombre, es causa de bendición para todos los hombres y extiende su glorioso influjo a todo el universo. Quieres vida eterna, unete a Cristo Resuscitado y en El la encontraras.


ES NUESTRO AMIGO
ES NUESTRO PADRE
ES NUESTRO HERMANO
ES NUESTRO DIOS.

NOS AMA CON UN AMOR INTENSO, INCONDICIONAL,
DESINTERESADO, INAMOBIBLE.
COMO EL DE UNA MADRE
QUE FUERA TAMBIÉN DIOS.



San Juan: 3, 16-21
Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por Él.
"Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por Él. El que cree en Él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el Hijo único de Dios.
La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios".

Papa Francisco
Comentando la afirmación de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, el Papa observa que “el conocimiento de Jesús es el trabajo más importante de nuestra vida”. Pero se pregunta: “¿cómo podemos conocer a Jesús? Alguno dirá: ‘Estudiando, padre. ¡Debemos estudiar mucho!’. ¡Eso es verdad!. Debemos estudiar el catecismo, es verdad”, pero el estudio por sí solo no basta para conocer a Jesús: “Algunos, afirmó, tienen esta fantasía de que solo con los ideas, solo las ideas nos llevan al conocimiento de Jesús. También algunos cristianos primitivos pensaban así”. Y al final terminaban prisioneros de sus propios pensamientos:

“Las ideas solas no dan vida y quien va por el camino de solo ideas ¡termina en un laberinto del que no saldrá nunca! Y por esta razón desde el principio de la Iglesia se dieron herejías. Las herejías son esto: intentar entender solo con nuestras mentes y con nuestras luces quien es Jesús. Un gran escritor inglés decía que la herejía era una idea que se había vuelto loca. ¡Es así! Cuando las ideas se quedan solas se vuelven locas… ¡Ese no es el camino!”.

Para conocer a Jesús, afirma el Papa, hay que abrir tres puertas:

“Primera puerta: rezar a Jesús. Sabed que el estudio sin la oración no sirve. Rezar a Jesús para conocerle mejor. Los grandes teólogos hacen teología de rodillas. ¡Rezar a Jesús! Y con el estudio, con la oración nos acercamos un poco… pero sin oración nunca conoceremos a Jesús. ¡Nunca, nunca!.

Segunda puerta: celebrar a Jesús. No basta la oración, es necesaria la alegría de la celebración. Celebrar a Jesús en sus Sacramentos, porque allí nos da la vida, nos da la fuerza, nos da el alimento, nos da el consuelo, nos da la alianza, nos da la misión. Sin la celebración de los Sacramentos, no llegamos a conocer a Jesús. Esto es propio de la Iglesia, la celebración.

Tercera puerta: imitar a Jesús. Tomar el Evangelio: qué hizo Él, cómo era su vida, qué nos dijo, qué nos enseñó y tratar de imitarlo”.


EL MUNDO NECESITA ESCUCHARLO Y CREER EN DIOS.  
Dios te ama a ti, SEAS QUIEN SEAS,  Dios nos ama sin merecerlo, su Amor no Depende de Nuestra cambiante miseria , sino de su Bondad infinita. 
Los que aman lo reciben. El llama a todos, pero los que son capaces de amar lo reciben. El te ama inmensamente y sí entrego por Ti y QUIERE Que tu también  lo ames en tu prójimo  (aunque alguno tampoco lo merezca) .  Pero cómo vamos a realizar esto, si los opulentos hacen caso Omiso de los Pobres.   
¿Como Podemos Construir Una Civilización del Amor si Los Hombres siguen abandonándose al mal?.
Dios Conoce Totalmente Nuestros Pecados, y si nos arrepentimos nos perdona Siempre. Pero Dios no puede perdonar a medias, nos perdona  totalmente:   "Como si Nunca lo hubiéramos ofendido"


Dios Amor
"El Espíritu Santo es la presencia viva de Dios en la Iglesia".
No son Los Elementos del Cosmos, ni las Leyes de la materia, Lo que en definitiva gobierna al mundo y al hombre, sino que es Dios. Un Dios personal gobierna el universo.
La ultima Instancia no son las Leyes de la materia y de la Evolución,  sino La Razón, La voluntad,  el amor : UNA PERSONA.  
Y si un conocemos a esta Persona, y Ella a Nosotros, entonces el inexorable poder de los elementos materiales  ya no es la ultima Instancia . La Vida No Es simplemente el producto de las Leyes y la casualidad de La materia, ni de la voluntad humana, sino que es en TODO, y al mismo tiempo por Encima de Todo Obra de Una Voluntad personal , De Un Espíritu personal, trascendente, distinto del mundoque a Moisés se revelo como el Dios Eterno y Único QUE ES , que ha sido y que sera siempre y que a visto la aflición de su pueblo y a venido con brazo extendido y mano fuerte a rescatarlo de la Esclavitud de Egipto y llevarlo a una tierra que mana leche y miel. En Jesús se ha Revelado COMO UN DIOS DE AMOR QUE SE ENTREGA HASTA LA MUERTE, para librarnos de la Esclavitud del pecado y restaurarlo todo en Cristo. Dios te ama a ti, SEAS QUIEN SEAS, te ama inmensamente y se entrego por Ti.


LA ENCARNACIÓN 
El misterio mas grande de la Creación es la unión de lo Humano con lo divino, Realizado En Primera Persona en Cristo, consumado en la Cruz y extendido a la humanidad entera Por Medio de Su Iglesia.



En Cristo Tenemos un Hermano que es Dios y en El somos  injertados en la Trinidad Santísima . El Espíritu Santo esta entre nosotros y en nosotros, Cristo esta en el Padre y nosotros estamos en Cristo y Cristo en nosotros.
Jesús había venido de muy lejos, de muy alto, y no puede menos de traer consigo para darnoslo a nosotros, la conciencia clara de su destino y el sentido definitivo de su vivir.
Así lo expreso Jesús en su maravillosa oración al Padre: " Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío”. Así lo expreso en la última cena en su anhelo supremo de mar a los hombres: " Yo en ellos y Tu en Mi, para que sean consumados en la unidad”. Ni puede uno dejarse poseer sin poseer también, pues estos dos aspectos del amor que separa la imperfección de nuestra inteligencia, son la realidad "única" del amor.
Una nueva creación que llamamos Filiación Adoptiva a la cual henos sido llamados en Cristo. Este es el misterio escondido en Dios desde toda la eternidad, pero para acercarse a este misterio no basta La Razón.  Es indispensable la divina revelación.

Todas las religiones son una manifestación de un primordial movimiento ascendente de la Humanidad hacia Dios.  El Cristianismo por el contrario, como lo fue la revelación inicial de Dios en el Judaísmo, representa un movimiento descendente de Dios hacia los hombres.

La Revelación de Jesucristo tiene un carácter definitivo y completo, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, señales y milagros, con su Muerte y Resurrección, y el envió del Espíritu Santo, lleva a plenitud toda la Revelación.

 Al mismo tiempo, Jesús es el Camino que nos lleva al Padre. La única posibilidad que tiene el hombre de encontrar la plenitud de la vida. Todos los que se salvan, aunque no lo sepan, se salvan por Cristo. El nos reconcilio con Nuestro Padre Dios por medio de la Cruz y nos hizo hermanos



En la INMACULADA Concepción de Maria, el cuerpo y el alma de Maria quedan por la Gracia unidos indisolublemente a la Trinidad Santísima. En la Encarnación del Hijo de Dios, el cuerpo y el alma de Jesús quedan, sin confundirse, unidos por siempre con la Divinidad por la Unión Hipostatica.  

En nosotros también es la Gracia es la que realiza el prodigio de nuestra incorporación a Cristo, y en El a la Trinidad Santísima, pero empieza ya en al tierra por la Fe y el Bautismo, porque esta es la voluntad del Padre: "Que todo el que cree en el Hijo del Hombre tenga la Vida Eterna y que Yo lo resucite en el ultimo día".

Jesús vino a hacerse como Nosotros para qué Un día Nosotros pudiéramos ser Como El . El vence la muerte y nos dice Quien es en Realidad el hombre, y que debe hacer para ser Verdaderamente hombre. El nos indica el camino y Este Camino es La Verdad. El mismo es Ambas Cosas y por eso Es también La Vida que todos anhelamos.  "He Venido a que tengan vida  , y la tengan en abundancia".

Si el Verbo se hizo hombre, fue nada menos que para darnos su vida, comunicarnos su felicidadextender el premio y la gloria que como Redentor mereció, para dárnoslo a nosotrosser la vida de nuestra inteligencia y de nuestro corazón, el centro de nuestros afectos, nuestro modelo, nuestro descanso y nuestra gloria.

El Espíritu Santo nos lleva al conocimiento gradual de la divinidad del Verbo hecho hombre. De La sagrada humanidad de Jesús nos lleva a el Espíritu Santo dentro del mismo Jesús  como Verbo Encarnado. Al Espíritu Santo que lo creo lo enriqueció y lo llevo a la cruz, al premio,  a la redención, a la glorificación de Dios y la salvación de las almas.

Jesús es el centro de la Creación, EN El,  POR MEDIO DE EL y EN VISTA DE El  FUERON CREADAS TODAS LAS COSASCristo es el Salvador, Nuestro Único Salvador porque así lo quiso Dios cuando Envió a su divino Hijo reparar de una manera eficaz  y perfecta nuestras faltas, expiándolas por medio de Su Sacrificio Voluntario. 
El Padre entrega al Hijo para la salvación del mundo, el Hijo se abandona a la voluntad del Padre, el Espíritu Santo inclina a Jesús hacia la Cuz redentora y lo Resucita de entre los muertos con un cuerpo transfigurado y el Padre vuelve a a abrazar al Hijo envolviéndolo en su gloria.


Expiar significa reparar Por Medio de algún Sacrificio o aceptando Con humildad el castigo que Dios nos imponga, Pero El hombre estaba incapacitado para ofrecer un Sacrificio Suyo que sea suficientemente Digno  de Como para Borrar sus culpas, Como No lo lo fueron los de Antiguo Testamento , Por ESTA Razón Cristo Jesús Tomo Sobre Si los Pecados de la Humanidad, los Tuyos y Los Míos, los de CADA UNO en particular, y el fardo inmerso de Todos los Pecados del Mundo  y en El Espíritu Santo,  sí ofreció a Si Mismo Inmaculado a Dios en expiación de nuestros pecados.-  

Al que Nunca cometió Pecado , Dios lo Hizo "Pecado"  por nuestra Salvación para Alcanzar Nuestra Santificación que tiene como fin la Gloria de Dios , y consiste en nuestra transfiguración en Jesús , en esa semejanza con su divino Hijo cuando el alma poseida totalmente por el Espíritu Santo, cuando la Caridad a Llegado ya a su Perfección por La plenitud del Don de Sabiduría,  que nos transforma en Jesús, no porque podamos transformarnos substancialmente en Dios , sino porque nos dejamos poseer por El como la rama seca se deja poseer por el fuego. Y la substancia del alma aunque no es substancia de Dios porque no se puede convertirse substancialmente en El, pero estando unida como esta con El, y absorta en El, sin ser Dios esta de tal manera fundida con El, que participa de todas las características de Dios.


"Jesús es el corazón humano de Dios".
Solo hay un amor en el cielo y en la tierra porque solo hay Un Dios. El es la fuente del Amor.  De ese foco de amor se derivan y son todos los santos amores que existen y pueden existir, el amor paternal, filial, etc. "De El nace todo el amor que hay en el universo". Donde halles un rayito de amor santo, ahi esta la huella de Dios. El Espíritu Santo. El inspira a las almas, como seres libres, con gracias que les hacen conocer la Voluntad de Dios y amarla.


DIOS MANDO A SU HIJO A RESCATARNOS, PERO NOSOTROS TENEMOS QUE DEJARNOS RESCATAR.  Seguirlo en el camino al Calvario, luego a la cruz y de ahí al cielo.  ASÍ La Actitud Que se de pide al Creyente,  es la de reconocer y  Acoger en la vida esta centralidad de Jesucristo , en los Pensamientos, Las Palabras y las Obras .
  
Solo Jesús venció siempre, no fue esclavo jamas, soporto Hasta la muerte, y nos Hizo Libres, volvió a comprar para Dios a la Humanidad Caída, pagando con su sangre del Perdón de Nuestros Pecados. Toda su vida y también su muerte Es un acto de total de Entrega de Sí Mismo por amor. Y desde entonces El es nuestro Sacerdote ante Dios


El nos descubre, a un Nivel existencial, como Dios nos ama antes de merecerlo. Me amo y se entrego por MiSu amor infinito al Padre y a los hombres lo llevo a ser victima ofreciéndose para soportar El la pena que debíamos sufrir nosotros por nuestros pecados. 


El Conoce también El Camino que Pasa  el valle de la muerte. El Mismo ha Recorrido  ese camino, ha bajado al valle de la muerte  y la ha Vencido con su gloriosa Resurrección . El ha Vuelto para acompañarnos incluso en el camino de la ultima soledad y darnos la certeza de que, con El, se encuentra siempre un paso abierto, incluso en la muerte.  Y  de ella  hará brotar la Nueva Vida, la Vida de Jesús resucitado en los Creyentes. 

Todas las religiones son una manifestación de un primordial movimiento ascendente de la Humanidad hacia Dios.  El Cristianismo por el contrario, como lo fue la revelación inicial de Dios en el Judaísmo, representa un movimiento descendente de Dios hacia los hombres.

La Revelación de Jesucristo tiene un carácter definitivo y completo, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, señales y milagros, con su Muerte y Resurrección, y el envió del Espíritu Santo, lleva a plenitud toda la Revelación.
Al mismo tiempo, Jesús es el Camino que nos lleva al Padre. La única posibilidad que tiene el hombre de encontrar la plenitud de la vida. Todos los que se salvan, aunque no lo sepan, se salvan por Cristo. El nos reconcilio con nuestro Padre Dios por medio de la Cruz y nos hizo hermanos.

DE LA CATEQUESIS DEL PAPA en la audiencia de este miércoles 23 de abril 2014.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

Esta es una semana de alegría. Celebramos la Resurrección de Jesús. Es una verdadera alegría, profunda, basada en la certeza de que Cristo resucitado ya no muere, sino que está vivo y activo en la Iglesia y en el mundo. Esta certeza habita en el corazón de los creyentes desde esa mañana de Pascua, cuando las mujeres fueron a la tumba de Jesús y los ángeles les dijeron: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?" (Lc 24, 5) ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Estas palabras son como una piedra miliar en la historia; pero también una "piedra de tropiezo" si no nos abrimos a la Buena Noticia, ¡si creemos que nos causa menos molestia un Jesús muerto que un Jesús vivo!

Pero no es fácil estar abierto a Jesús. No es evidente aceptar la vida del Resucitado y su presencia entre nosotros. El Evangelio nos hace ver las reacciones del apóstol Tomás, de María Magdalena y de los dos discípulos de Emaús: nos hace bien confrontarnos con ellos. Tomás pone una condición a la fe, pide tocar la evidencia, las llagasMaría Magdalena llora, lo ve pero no lo reconoce, se da cuenta de que es Jesús sólo cuando Él la llama por su nombre; los discípulos de Emaús, deprimidos y con sentimientos de derrota, llegan al encuentro con Jesús dejándose acompañar por el misterioso viandante. ¡Cada uno por caminos diferentes! Buscaban entre los muertos al que está vivo, y fue el mismo Señor el que corrigió el rumbo. Y yo, ¿qué hago? ¿Qué camino sigo para encontrar al Cristo vivo? Él estará siempre cerca de nosotros para corregir el rumbo si nosotros nos hemos equivocado.

Pero mirad, hermanos y hermanas, ¡Él está vivo, está con nosotros! ¡No vayamos por tantos sepulcros que hoy te prometen algo, belleza… y luego no te dan nada! ¡Él está vivo! ¡No busquemos entre los muertos al que está vivo! Gracias.

La Resurrección es el origen y el termino de nuestra fe. Es la respuesta de Dios Padre a la obediencia de Cristo.
Esta es la culminación del Evangelio, es la Buena Noticia por excelencia: Jesús, el crucificado, ha resucitado. Este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza: si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo perdería su valor; toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues desde aquí ha comenzado y desde aquí re emprende siempre de nuevo. El mensaje que los cristianos llevan al mundo es este: Jesús, el Amor encarnado, murió en la cruz por nuestros pecados, pero Dios Padre lo resucitó y lo ha constituido Señor de la vida y de la muerte. En Jesús, el Amor ha vencido al odio, la misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte. 

* De la bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco en el Domingo de Pascua.


¡Esta es la más grande de las noticias, que ha cambiado para siempre la historia! ¡El Señor ha resucitado! La creación entera ha dado el salto evolutivo más importante y definitivo: la muerte, consecuencia del pecado, ha sido vencida. “Jesús en la cruz siente todo el peso del mal –comenta el Papa Francisco–, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección”[1]. Su muerte Redimio nuestra muerte y su Resurreccion alcanzo la de todos.

[1] Homilía en el Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, 24 de marzo de 2013. Eugenio Andrés Lira Rugarcía 
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM.

El Papa a la Acción Católica.

“Para ser anunciadores de Cristo porque es necesario sobretodo estar cerca de Él.
 Andar por las calles de vuestras ciudades y pueblos. Anunciar que Dios es Padre y que Jesucristo nos lo dio a conocer, y que por esto nuestra vida ha cambiado: se puede vivir como hermanos, llevando dentro una esperanza que no desiluciona”.
 Alegrar y exultar siempre en el Señor. Ser personas que cantan la vida, que cantan la fe, personas capaces de reconocer los propios talentos y límites, que saben ver en sus jornadas, mismo en las más oscuras, los signos de la presencia del Señor.

DE LA HOMILÍA del Segundo domingo de Pascua:
Las llagas de Jesús son un escándalo para la fe, pero son también la comprobación de la fe. Por eso, en el cuerpo de Cristo resucitado las llagas no desaparecen, permanecen, porque aquellas llagas son el signo permanente del amor de Dios por nosotros, y son indispensables No para creer que Dios existe, sino para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad. San Pedro, citando a Isaías, escribe a los cristianos: «Sus heridas nos han curado».

Reina del cielo, alégrate !aleluya !, porque El que mereciste portar en tu seno Resucito, como lo había dicho !aleluya !.

Adentrémonos en el Misterio de la Divina Misericordia que siempre espera,que siempre perdona, porque siempre ama.
  
Que Nuestra vida sea Una generosa Donación a Dios en nuestro  trabajo, en la familia, en el Servicio de la Iglesia, en las Obras de Misericordia".



La Redención.
  El Sacrificio, todo Sacrificio , no es Para Qué Dios aplaque su  cólera,  sino,  para que El Mundo sí Vea purificado de su odio y aun  de la aflicción, de la pena, de Haber ofendido a Dios. Es Una Manifestación de la Voluntad de Perdonar Que Dios Tiene para con sus Hijos: Esto Es clarísimo en los MUCHOS Sacrificios Que Dios estableció en el Libro del Levítico Para Qué do pueblo Tuviera Siempre la POSIBILIDAD DE reconciliarse con su Dios. Pero mucho mas evidente es en la Muerte Redentora de Cristo. 
Según la Carta a los Hebreos, la finalidad de las oblaciones no es la de provocar un cambio en la actitud de Dios sino la de obtener un cambio en el corazón del oferente. 
La Oblación de Cristo y por tanto la nuestra, en vez de ser un tentativa de cambiar las disposiciones de Dios es Un abrirse del hombre a la acción de Dios que lo transforma hasta el fondo para hacerlo capaz de entrar en la Intimad Divina

La pasión de Cristo es al Mismo Tiempo La Pasión de Dios . "Sufren Ambos, el Padre y el Hijo, aunque De Una Manera diferente ".    
Cristo sufre cruelmente en Su Corazón  EL dolor de ver a su Padre ofendido las Desgracias que Los Hombres  sus hermanos nos acarreamos con Nuestros Pecados , el mal inmenso que nos hacemos los UNOS a los otros , sufre como sufrió Eva cuando vio a uno de sus hijos muerto y a El otro convertido en asesino. Como sufriría una Madre que viera  que  UNO de sus Hijos va a Condenarse . Por eso, se le Hizo Poco cuanto sufrió en su Pasión dolorosa para salvarnos. 

Jesús muere porque su vida no le pertenece.   Desde Siempre nos dio su vida .  El  Comparte Nuestro Sufrimiento. El vino a darse, un " desvivirse "  literalmente Hablando.  Nos amo y lavo Nuestros Pecados con su sangre.

Cristo vino a Estar Con Nosotros, quiso Sufrir Mucho porque amaba mucho. Toda la vida de Jesús ha Sido Pasión y Entrega y dolor y lucha, por Una Causa, por un  ideal: "El Padre",  los Hombres "sus hermanos".   

Y Por eso la víspera de su Pasión adelanto sacramentalmente en la Eucaristía su sacrificio, Y en cada Misa Cristo lleva a cabo nuevamente  el Don de Sí Mismo que ha Realizado en la Cruz .  Cada día  expía por nuestros pecados y nos saca de Ellos, nos cambia según nuestro Arrepentimiento , que solo es Verdadero y total cuando dejamos de buscar las Cosas que nos Llevan al Pecado. 



El mundo se hunde Porque no me Busca a Mi.
De  allí  "la importancia de contar con una perspectiva moral con la que afrontar los problemas mundiales sin pensar en nuestros intereses personales".
Yo lo aseguro: el que recibe a quien Yo envió, me recibe a Mi y el que me recibe a Mi recibe a quien me ha enviado. y "Toda verdad viene del Espíritu Santo, la diga quien la diga".
Debe haber un dialogo entre todas las religiones para que haya una paz real. 


DOS PELIGROS
Creer que somos mas buenos. No digas en tu corazón por mi justicia me trajo a poseer esta tierra, pues por la maldad de las naciones Dios las arroja delante de ti. No es por tu justicia y por la rectitud de tu corazón que tu entras a poseer la tierra de ellos, pues por la maldad de estas naciones tu Dios las arroja delante de ti para confirmar la palabra que dio a tus padres Abraham, Isaac y Jacob te da esta tierra buena para que la poseeas, pero no olvides que eres un pueblo de cabeza dura desde el dia en que saliste de Egipto.

Olvidarnos de que todo bien nos viene de Dios. 
Y recordaras todo el camino por el que te trajo tu Dios por el desierto, para humillarte, para probarte, para conocer lo que hay en tu corazón y si guardarías o no sus mandamientos. No sea que cuando comas y te sacies, y edifiques casas buenas y te aposentes y tu ganado aumente y se multiplique tu oro y tu plata se enaltezca tu corazón y olvides a tu Dios, al que te saco de la tierra de Egipto, al que te hizo pasar por el desierto y digas: Mi mano hizo para mi toda esta riqueza.

Nuestra respuesta
Los santos no son héroes, sino pecadores que siguen a Jesús por el camino de la humildad y de la cruz, y así se dejan santificar por Él, porque nadie se santifica a sí mismo: esto, en síntesis, lo que ha dicho el Papa Francisco durante la Misa presidida hoy en Santa Marta.


“Nosotros -precisa el Papa- somos todos pecadores, pero ella es santa. Es la esposa de Jesucristo y él la ama, la santifica, cada día con su sacrificio eucarístico”. O sea “nosotros somos pecadores pero dentro de una Iglesia santa, y nosotros también nos santificamos por el hecho de pertenecer a la Iglesia, somos hijos de la Iglesia y la Madre Iglesia nos santifica con su amor, con los sacramentos de su esposo”.

“La diferencia entre los héroes y los santos – afirma Papa Francisco – es el testimonio, la imitación de Jesucristo. Ir por el camino de Jesucristo”, el de la cruz. Y muchos santos “acaban muy humildemente. ¡Los grandes santos! Yo pienso – afirma el Papa – en los últimos días de Juan Pablo II… Todos lo hemos visto”.
 
“No podía hablar, el gran atleta de Dios, el gran guerrero de Dios acaba así: anonadado por la enfermedad, humillado como Jesús. 



Y ahora Israel que es lo que tu Dios te pide: Temer a tu Dios y andar en todos sus caminos, y amar y servir a tu Dios con todo tu corazón y con todo tu ser y guardar su ordenanzas y sus leyes y sus decretos y sus mandamientos que hoy te doy para tu bien. 

Pedir ser contado entre el numero de los Elegidos.
Perceberar en el Amor.
Ofrecer constantemente nuestra persona a Dios, para que en unión Cristo, TRANSFORMADOS en Cristo las sacrifique en favor de los demás.
Gozar de los bienes prometidos por Dios a los que le aman. 


HIJOS EN EL HIJO
Somos de la familia de Jesús y de Maria, y ¿a quien debemos ese beneficio, sino a Ti, Espiritu Santo nuestro?. Porque en Jesus es en quien recibimos de Dios AL ESPÍRITU SANTO QUE NOS HACE CLAMAR: "Abba, Padre".
Porque si el Espiritu Santo procede del amor del Padre y del Hijo, El produce con su divina habitación en el alma la presencia del Padre y del Verbo.

La Carta a los Hebreos nos dice Que los cristianos son Huéspedes y peregrinos en la tierra, Añorando la Patria Futura. Pero ESTO no significa Que los enajena de la Realidad. Los cristianos reconocen la necesidad de una sociedad realmente unida y no renuncian a su ideal. Ellos están en camino, quieren y edifican Una sociedad nueva Que se Anticipa ya desde ahora su plena realización futura en la eternidad. 
Si la Resurrección es estar con Dios, Por La Fe de Tenemos ya en ESTA vida lo que Esperamos poseer plenamente en la Verdadera Vida. 





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  F                      R         


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